El apartamiento de Silvela de Cánovas será de tal calibre que, cuando este último formó gobierno, el primero señaló que dicho gobierno “ha nacido sin prestigio, vivirá con vilipendio y morirá sin gloria”, sabedor que sus intentos regeneracionistas no eran compartidos por Cánovas y algunos de sus seguidores.
Uno de los intentos de Silvela,
al frente de la Jefatura del Gobierno, fue acabar con las cesantías,
garantizando que los funcionarios que hubiesen accedido a la función pública
legalmente, conservasen su puesto de trabajo independientemente del partido gobernante;
lo que se predicó como la separación entre la administración y la política. En
un discurso en Badajoz a principios de 1898 proclamará “justicia para el
humilde; justicia y severidad para los poderosos”, y en el mismo mes y año dirá
que son necesarias “reformas radicales de procedimientos y de conducta”, algo
que proclamaban también socialistas y republicanos, pero que Silvela,
comprometido con el régimen de la Restauración, no conseguirá llevar a cabo en
la mayor parte de los casos.
Entre otras cosas, por mucha
estabilidad que se le haya reconocido al régimen de la Restauración (duró casi
medio siglo) aquella no es tal si consideramos los muchos conflictos que le
aquejaron, sobre todo durante el reinado de Alfonso XIII y los continuos
cambios de gobierno que se produjeron: los ministros aspiraban cada uno a lo
suyo, los militares maniobraban tras el desprestigio por la pérdida de Cuba y,
en estas condiciones, Silvela es llamado al poder de nuevo a finales de 1902,
en cuyo ministerio contará con Maura. Martínez Cuadrado considera al de nuevo
Presidente como el precursor, impulsor y primer eslabón del cambio.
La situación hacendística de
España, en la época –según Julio Maestre[i]-
era caótica, sobre todo por la falta de una legislación completa en materia
fiscal cuando ya la Administración se había ensanchado respecto al siglo XIX.
Teniendo a Fernández Villaverde en el ministerio de Hacienda, se llevará a cabo
una auténtica reforma fiscal, entre las que se encuentran medidas para evitar
ocultaciones en los diversos impuestos. Se redujeron plantillas de
funcionarios, que habían ido engordando a medida que el enchufismo funcionaba,
sobre todo entre los que ejercían de agentes electorales de este o aquel
partido. Con Silvela dio comienzo en España la explotación estatal del servicio
telefónico
Silvela eliminó los ministerios
de Ultramar y Fomento, creando los de Instrucción Pública y de Agricultura,
Industria, Comercio y Obras Públicas. Se trataba de separar lo que correspondía
a la formación académica de los españoles del fomento material del país.
Silvela se comprometió con la protección de la beneficencia, creó en 1903 el
Instituto de Reformas Sociales, cuyo antecedente era la Comisión de Reformas
Sociales de veinte años antes. Se trataba de que se ejecutasen las medidas
gubernativas a favor de las clases obreras, lo que no había conseguido, sino
teóricamente, la medida de Moret con la Comisión, “primer diálogo entre
patronos y obreros”, dice Julio Maestre. Entre otras cosas se hizo a los
patronos responsables de los accidentes laborales que sufrieran los
trabajadores (otra cosa es la puesta en práctica de esta medida).
La libertad de enseñanza
preconizada por el revolucionario Ruiz Zorrilla en el sesenta y ocho, se torna
con Silvela proteccionismo de la misma por parte del Estado, restando a la
iniciativa privada en este campo muchas de sus pretensiones: aquí vemos como el
liberalismo llevado a sus extremos de la época del sexenio (estado mínimo) es
combatido por los hombres de la Restauración con un intervencionismo que hoy
consideramos muy beneficioso. Incluso con Silvela dio comienzo la preocupación
por enviar estudiantes, para la ampliación de estudios, fuera de España, un
evidente signo de modernidad.
Pero el doctrinarismo del
liberalismo silvelista no se diferenciaba gran cosa de otros: se suspendieron
en varias provincias las garantías constitucionales (si bien la conflictividad
social iba en aumento), lo que contrasta con la preocupación que Silvela
siempre tuvo por la limpieza en las elecciones: mediante una Real Orden de 1903
se facultó a los gobernadores civiles para el empleo de la fuerza pública con
el objeto de amparar a los notarios en el desempeño de su misión, de
comprobación del libre ejercicio del voto.
Vicios de la España del momento no
se evitaron en la práctica, como la trata de blancas (así llamada) que Silvela
trató de reprimir. Contra los juicios por jurados ciudadanos estuvieron los
presidentes y fiscales de las audiencias, lo que prueba que la participación de
la población en los asuntos de la justicia se veía como un atentado a la
autoridad de aquellos…
¿Por qué Silvela no ha legado una
España moderna a la posteridad dadas sus intenciones? En primer lugar porque
tal ambicioso objetivo no depende de la voluntad de un solo hombre. Aún
contando con el importante movimiento regeneracionista, el país tenía una masa
campesina y obrera muy poco instruida, fácil presa de los poderosos. El marco
del régimen político no era propicio, con sus vicios y en manos de las
oligarquías –cultas o no- para los grandes cambios que necesitaba el país, y
esos grandes cambios exigían medidas revolucionarias e inteligentes (las dos
cosas) a lo que ni Silvela ni los prohombres de la época estaban dispuestos en
el primer caso.
Silvela pudo haberse separado del
régimen, pasar a la oposición al mismo, convertirse en un verso suelto, en un
republicano o en un socialista… Imposible teniendo en cuenta sus condicionantes
familiares, ideológicos y el medio ambiente político. Fue un liberal
doctrinario, seguramente bien intencionado, que no supo comprender –o no quiso-
que el régimen de la Restauración podía dar satisfacción a los que dirigían el
país, pero no daba solución a los graves problemas del mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario