Silvela y Polavieja (caricatura tomada de la Wikipedia) |
Francisco Silvela es considerado
como un político de elevados principios éticos que, viviendo durante el régimen
de la Restauración borbónica en España, fue tres veces ministro y dos veces
Presidente del Gobierno. Pesimista por naturaleza, según Julio Maestre[i],
su criticismo le llevó a no pocos fracasos: en 1899 considera prioritario para
España la ordenación de la Hacienda, una amplia descentralización
administrativa, el desarrollo de los intereses materiales y la reorganización
de las fuerzas militares (se había producido la pérdida de Cuba).
Formando parte del partido
conservador de Cánovas, ejerció como Subsecretario del Ministerio de la
Gobernación siendo ministro Romero Robledo[ii]
en el año 1875, pero ya en 1870 había intervenido como diputado acusando al
Gobierno de “saltar por encima de las leyes” al aplicar la llamada “ley de
fugas”. Un conservador denunciando un aspecto concreto de la política de los
revolucionarios de 1868. En 1876, no siendo ya subordinado de Romero Robledo,
pudo ver cómo, en las elecciones por sufragio universal masculino, las
coacciones sobre el electorado harán que los escasos candidatos no
gubernamentales opten por la retirada.
El falseamiento electoral será
precisamente uno de los caballos de batalla que pretenderá erradicar Silvela
cada vez que tuvo ocasión, sin conseguirlo como sabemos. Julio Maestre
considera que Silvela ha pasado a la historia como el ministro que ha
permitido, en la campaña electoral que precedió a las elecciones de abril y
mayo de 1879, una total libertad de expresión y la inexistencia de coacciones
por parte del partido en el poder. Un decreto de Silvela (15 de mayo de 1879)
indultó a los periódicos suspendidos y restableció la libertad de imprenta,
tratándose de asegurar la veracidad de los resultados electorales. En una
circular del mismo mes y año dirá Silvela: “las coacciones y la presión sobre
la voluntad del elector, no porque se descentralicen se disculpan… Y V.S.
acreditará todo su celo si evita que nazcan y prosperen esas violencias…” que
se ejercían en los centros pequeños más fácilmente que en las ciudades.
Pero la limpia ejecutoria de
Silvela no podrá evitar que durante el régimen de la Restauración, como con
anterioridad, se falsificasen las elecciones, aunque Aranguren, en su obra
“Moral y Sociedad”, no incluye a Silvela en el entramado caciquil que
caracterizó a la España de aquella época. Siendo Ministro de Gracia y Justicia
envía varias circulares donde dispone el procedimiento que deben seguir los
notarios cuando fueren objeto de resistencia o coacción en el acto de cumplir
con sus obligaciones relacionadas con el derecho electoral (8 de abril de
1884). En el mismo mes y año envía otra circular sobre averiguación y castigo
de los delitos electorales en elecciones de senadores, diputados, diputados
provinciales y concejales.
La escisión de Romero Robledo del
partido canovista propició el ascenso de Silvela entre 1885 y 1890,
precisamente cuando gobernaron los partidarios de Sagasta. En el último año
citado, formando parte como Ministro de Gobernación con Cánovas, dirige a los
gobernadores civiles una circular con importantes normas éticas y de moral
política, y mucho antes, en 1869, es uno de los pocos que denuncian
irregularidades y abusos en las elecciones. Silvela sacó esas corruptelas a la
faz pública y, una vez en el poder, conseguirá algunos logros y Martínez
Cuadrado señala que las ideas regeneracionistas de Silvela procedían de Joaquín
Costa.
Hasta tal punto comprendió
Silvela que Cánovas no estaba por la labor de moralizar la vida pública
española, por lo menos en cuanto a la transparencia electoral, que en 1893 se
va perfilando lo que se llamará “Unión Conservadora”, formada por los que
siguen a Silvela. Tras el asesinato de Cánovas en 1897 Silvela conseguirá que
Romero Robledo no llegue a la presidencia del partido conservador y, en medio
de la ruina política, en 1899, la regente encargó a Silvela la formación de un
nuevo Gobierno que, con la inspiración de su Presidente, dará apoyo a las
pretensiones foralistas reconocidas en el nuevo Código Civil (1888) y la
moralización del sufragio.
El regeneracionismo, movimiento
político propio de finales del siglo XIX y principios del XX, contó entre sus
filas a personajes de muy distinto pelaje: Silvela, Picavia, Costa, Canalejas, Alba, Maura, hasta el mismo Primo de Rivera… Un rótulo que individuos de diversas
ideologías tenían como necesario aunque con distintos métodos y resultados.
[i]
“Francisco Silvela y su liberalismo regeneracionista”.
[ii]
Ejemplo de político de la época: primero formó parte en el unionismo de
O’Donnell, luego en el partido liberal de Sagasta y más tarde en el conservador
de Cánovas. Participó en la revolución de 1868 para, siendo contrario a la
república, luchar contra ella y a favor de los borbones que había contribuido a
derribar. En 1886 se alineó con López Domínguez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario