Para ciertas fuentes árabes, la conquista de
Hispania por parte de los musulmanes no fue consecuencia de la debilidad del
reino godo ni de ciertas traiciones, sino del mérito de los ejércitos
musulmanes. Así lo explica Hany Arod en su obra “De Siria a al-Andalus…”[1]. Sabemos que el expansionismo árabe no estuvo exento de dificultades, la
primera de las cuales representada por el poderoso imperio Bizantino. También
se opusieron con fuerza las tribus beréberes, que vencieron a los árabes en
varias batallas antes de sumarse a ellos en torno al año 700. No obstante los
árabes tuvieron que reconocer a los beréberes su organización tribal, pues
aquellos carecían de potencial demográfico para ocupar territorios tan lejanos
de Arabia y Siria.
Ya en el primer momento de la invasión entraron
en Hispania buen número de beréberes, pero se fueron asentando de forma
separada de los territorios ocupados por los árabes. La única coincidencia
inicial fue la región toledana, pues tanto el ejército árabe como el beréber
pasaron por allí. Una parte de la historiografía –dice el autor al que sigo-
sostiene que los modelos de poblamiento fueron los tradicionales de cada etnia:
los beréberes crearon un hábitat rural disperso; los árabes se concentraron en
núcleos urbanos y en zonas de mayor riqueza.
Los beréberes se asentaron en el oeste de la
península, parte de La Mancha,
la meseta norte, el sistema Ibérico y la región levantina, a grandes rasgos,
pero también en el prepirineo oriental y en una franja central de Andalucía.
Los árabes, en la mayor parte de Andalucía, la parte central de la meseta norte,
una pequeña región de Extremadura, en la tierra de Toledo, la zona costera del
norte de Cataluña y en el valle del Ebro. Los beréberes se organizaron de
manera autárquica en pequeñas tribus o clanes que presentaron una gran
resistencia ante el centralismo árabe.
Pero más allá de la división étnica también
hubo divisiones dentro de cada una de las comunidades citadas o frente a comunidades
cristianas y judías. Los beréberes no han dejado huella en la toponimia o en
las fuentes escritas, por lo que seguir su rastro es más difícil que en el caso
de los árabes.
El período de dominación beréber sobre
Andalucía duró poco, pues en el año 712 Musa cruzó el estrecho y se hizo con el
mando y con el botín en el encuentro de Almaraz (al este de la actual provincia
de Cáceres). Entonces comenzó la construcción de mezquitas mientras que el
sucesor de Musa, Abd al-Aziz, se empleará en la pacificación de ciudades como
Sevilla, Beja y Niebla.
Fue entonces cuando el estado (Damasco) quiso
hacerse dueño del botín, en lo que encontraría serias dificultades por la
lejanía (dos meses por mar entre la capital y al-Andalus) y así estará la
península al margen de las autoridades califales durante unas tres décadas.
Cuando Damasco envía al primer gobernador a al-Andalus, sitúa la capital en
Sevilla y se tiene que enfrentar a los levantamientos muqatila. El segundo gobernador tomó la decisión de suprimir las prestaciones
forzosas de los campesinos, lo que quizá sea indicativo de que eran muy
abusivas. Pero la autoridad califal seguirá siendo discutida, lo que quiere
decir que una cosa es el reconocimiento nominal a la máxima autoridad y otra la
oportunidad de botín aprovechando la lejanía.
La comarca del Zenete se encuentra en la actual
provincia de Granada, lindando con la de Almería, en la cara norte de Sierra
Nevada y hasta las estribaciones de la Sierra de Baza. Algunos de sus pueblos son el
resultado de repoblaciones con habitantes procedentes de Galicia (Ferreira,
Lanteira) y otros tienen topónimos claramente árabes (Aldeire, Alquife); otros
son Huéneja, Dólar, La
Calahorra y Jerez del Marquesado.
La comarca se caracteriza por la irregularidad
del relieve, con alturas entre 1.000 y 3.000 metros, mientras
que entre ellas se encuentra la fértil penillanura del valle del Zalabí. Los
suelos son pobres, por lo que los musulmanes aquí instalados tuvieron que poner
todo su ingenio en las técnicas del regadío, pero donde la riqueza se manifestó
mejor fue en la ganadería y en la minería (hierro, cobre y plata).
Se da una gran amplitud térmica anual (hasta
20º C) debido a la altura y a la continentalidad. Por encima de los 2.000 metros se
registran precipitaciones anuales de 700 mm., pero en la zona occidental se alcanzan
los 1.600. Según la zona las precipitaciones alcanzan su máximo en el invierno,
en un 30% en forma de nieve, o en primavera, lo que quiere decir que el clima
mediterráneo también está presente aquí.
La red hidrográfica cuenta con arroyos y
ramblas pero también con ríos: Guadix, Fardes, Guadiana Menor, Gobernador y
Nacimiento. Gracias a estos ríos se suple el agua necesaria en una región seca.
También hay un gran acuífero formado por la filtración de las ramblas de Dólar
y Ferreira. Así se pueden encontrar pastizales y piornales[2],
pero también vegetación arbórea. No faltaban, en época musulmana, los
encinares, propios del clima mediterráneo, árboles resistentes a la sequedad y
a temperaturas extremas. También había bosques de robles en zonas de humedad
relativa alta, cerezos silvestres, arces, serbales[3]
y avellanos.
Las laderas de las montañas fueron abancaladas
e irrigadas desde la dominación musulmana, mientras que en otras zonas se
encontraban coníferas que hoy, como otras especies, han sido afectadas por la
deforestación. Los abundantes recursos hídricos han permitido, ya en época
musulmana, la construcción re infraestructuras como acequias, aljibes y balsas,
lo que ha permitido el cultivo del cereal conforme se penetra en el llano.
Cuando los ejércitos cristianos de los Reyes
Católicos tomaron el reino de Granada, donaron el Zenete a Pedro González de Mendoza, arzobispo
de Toledo, formándose así el marquesado del mismo nombre.
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