Plano de la Murcia islámica con la situación de sus cementerios (tomado de "España en su Historia": espanaysuhistoria-garrot.blogspot.com.es/2012/05/ciudades-de-al-andalus-y-iii.html |
El presente artículo se basa en
la obra “Los rituales de enterramiento islámicos en al-Ándalus…”, cuya autora
es María Chávet Lozoya, tesis doctoral (2015).
Cuando la persona se esté
muriendo se le ha de susurrar “no hay más Dios que Allah” y se volverá el
cuerpo del agonizante hacia la quibla, cerrándole los ojos cuando expire. El
conjunto de estos rituales se contemplan en el hadiz, conversaciones que Muhamad tuvo con sus
contemporáneos, así como las personas que le sucedieron entre las autoridades
del Islam. Si el agonizante musita aquella frase no deberá decir nada distinto
con posterioridad, porque de ser así habría que repetirla para que fuese lo
último que oyese o dijese en vida. Tampoco se debe volver al agonizante hacia
el lugar sagrado antes de que se le cierren los ojos porque se supone que no va
a volver a abrirlos. Quien se encargue de esto debe ser la persona que más
cariño le haya demostrado en vida; luego se le atará la mandíbula y se
eliminará suavemente la rigidez de sus miembros, se le elevará del suelo, se le
cubrirá con una tela y se colocará algo pesado sobre el vientre para que no se
hinche.
El moribundo podrá quejarse de su
enfermedad, pero sin llegar a un estado de ira y angustia que suponga rechazo a
la voluntad de Dios. La tela que cubra al agonizante debe estar limpia, pues
los ángeles están presentes. En la agonía no debe acercase nadie que esté
menstruando o en estado de impureza, pues “los ángeles no entran en la casa
donde hay una persona menstruando” y algunos ulemas recomendaban que se
recitasen al agonizante algunas suras o
partes del Corán, porque ello apacigua la muerte.
Entre los familiares, amigos y
presentes son reprobables las muestras de dolor exageradas, lo que se hacía
antes del Islam, y “si la que grita en sus lamentaciones no se retracta y se
arrepiente antes de morir, llegará el Día del Juicio y tendrá una camisa de
alquitrán que le quemará la piel…”. Se debe perfumar el cadáver, pues “los
ángeles aman el perfume”, y la gente piadosa que se encuentre rodeando al
fallecido debe hacer abundantes ruegos por él. Según algunas tradiciones la
tumba debía ser “amplia y luminosa”.
El cadáver debe ser purificado
con una solución de agua con manojos de hierbas de alcanfor, hojas de parra o
níspero. El lavado se hará en número impar: una, tres… hasta siete veces si
fuese necesario comenzando por el lado derecho del difunto, lo que será
realizado por hombres si el fallecido es un hombre. El cuerpo muerto de una
mujer puede ser purificado por un hombre (y viceversa) siempre que no exista
parentesco prohibido. En época nazarí la purificación solía hacerse por mujeres
y hombres conjuntamente. Si no se dispusiese más que de un lienzo este debía
cubrir la cabeza del difunto antes que los pies, dejando el cuerpo orientado a
la quibla.
Los fieles muertos durante un
enfrentamiento bélico por la defensa del Islam no tenían que ser lavados
ritualmente, y eran enterrados con las heridas y sangre que cubrían su cuerpo.
Tampoco cualquier otro tipo de mártir… Si el difunto es una mujer debe peinarse
su pelo formando tres trenzas, una de las cuales sobre la frente y las otras
dos a los lados de la cabeza. “A quien lave a un difunto cubriendo los posibles
defectos que hubiera visto de él” será recompensado. En todo caso no se cortarán
las uñas al difunto ni se le rasurará el pelo, pero si se hiciese esto, uñas y
pelo deben ser enterradas con él. Si el amortajamiento se realizase en un lugar
donde no hubiese agua, se sustituirá la ablución por el tayammum, rito por el que se ponen las palmas de las manos del
difunto sobre la tierra y luego se pasan dichas manos por la frente del mismo y
por el dorso de las manos.
No existía inconveniente en que
un cónyuge lavase al oto y “cuando una mujer muere estando de viaje sin que
haya con ella otras mujeres”, que un hombre le practique el tayammum. Si el difunto era un hombre,
que sean las mujeres las que le practiquen el tayammum… si estuviese presente una mujer con la que el difunto no
se hubiese podido casar, que esta lo lave cubriendo sus desnudeces… e
igualmente en el caso contrario. Se puso en boca del profeta la siguiente
frase: Lavadlo con agua y sidr (hojas de
loto) y amortajadlo con dos telas y no le pongáis ningún ungüento ni cubráis su
cabeza, pues será resucitado el día del levantamiento diciendo la talbiya (expresión
con la que se entra en estado de inviolabilidad).
En el traslado al cementerio solo
les estaba permitido a las mujeres con grado directo de parentesco, procurando
que el cadáver siempre fuese orientado y precedido por los personajes más
instruidos y piadosos de la comunidad. En todo caso la comitiva debía caminar
delante del cadáver, pues hacerlo detrás “está contra la sunna”. Pero si los
que acompañan al cadáver montan o cabalgan, deben ir por detrás del cuerpo. Al
cadáver lo cargarán hombres sobre sus hombros, y si alguien, al paso de la
comitiva fúnebre, estuviese presente, debe levantarse hasta que aquella pase.
La fosa donde se ha de enterrar
al difunto debe de estar excavada en un lateral, pero había diversos tipos de fosas.
Una tumba tenía espacios definidos; según La Risala[1] la
posición del inhumado en la tumba debe ser, bien sobre su lado derecho
orientado al este, bien tumbado sobre su espalda con el rostro orientado al
este. Tras la batalla de Ohod[2] se
legitimó la posibilidad de enterrar a dos o más personas en la misma tumba.
[1] Un tratado de creencias y derecho musulmán.
[2] Al noroeste de Arabia, en el siglo VII, cuando
aún los árabes estaban divididos entre los seguidores de Muhamad y los
partidarios de los ídolos preislámicos.
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