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La expulsión de los
moriscos de España, decretada a principios del siglo XVII, debió de significar
la pérdida de trescientos mil “súbditos laboriosos”, según palabras de
Domínguez Ortiz, el 3% de la población total, aunque fueron el 16% de la de
Aragón y el 38% de la de Valencia. La medida no fue reclamada por la población,
como sí se puede decir de los judíos en el siglo XV. Con la marcha de los
moriscos perdieron las finanzas municipales, los señores que les tenían como
vasallos y hasta la Inquisición. El Consejo de Estado, sin embargo, informó que
podrían ser una quinta columna de los turcos en el Mediterráneo.
Fue calamitosa la
suerte de los moriscos que cayeron en manos de las tribus berberiscas, pero
fueron bien acogidos en ciudades marroquíes[i],
donde la presencia de andalusíes era ya antigua. Incluso se formó en Salé[ii]
una especie de república pirática cuya base fueron los moriscos de Hornachos[iii].
Tetuán también llegó a tener un estatuto de ciudad casi independiente. En la
propia corte de Marruecos el castellano era de uso corriente, reforzado con la
presencia de moriscos que usaban poco el árabe y con la de numerosos cautivos y
renegados. Ya a finales del siglo XVI andalusíes habían conquistado para el rey
de Marruecos la región de Gao-Tombuctú[iv]
tras una épica travesía del desierto del Sahara, y aún se conservan allí
vestigios hispanos.
A tierras argelinas
llegaron más de cien mil moriscos, en su mayoría valencianos. Tras muchos
avatares se acomodaron en la capital y en otros lugares; en todas partes
dinamizaron la vida económica; introdujeron artesanías, técnicas avanzadas de
regadío y, con su dinamismo, introdujeron un elemento de progreso en el país.
Mantuvieron bastante tiempo su propia identidad y el recuerdo de la patria
perdida, vacilando entre la nostalgia y el odio. Los mejor acogidos fueron los
que se dirigieron a Túnez, unos ochenta mil, procedentes en su mayoría de
Castilla y Andalucía. Estaban muy hispanizados, ignoraban el árabe y llegaban
con cierto complejo de superioridad sobre los indígenas, lo que favoreció su
cohesión hasta fechas muy recientes. Formaron bloques autónomos, ya de
menestrales en la capital, ya de colonos agrícolas en las mejores tierras,
manteniendo un alto nivel de vida y de conciencia andalusí de la que aún quedan
restos en poblados que recuerdan los del sur de España. Algunos moriscos
quedaron en el sur de Francia, en Italia, otros llegaron hasta Turquía, y no
fueron pocos los que volvieron a España desafiando las penas legales.
[i] Antonio
Domínguez Ortiz, “España, tres milenios de historia”.
[ii] En las
proximidades de la actual Rabat.
[iii] Al sur
de Mérida, en la actual provincia de Badajoz.
[iv] Hoy en
Malí.
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