Plano antiguo de Milán |
Durante el reinado de
Carlos II de España, el ducado de Milán experimentó una notable transformación,
según Antonio Álvarez-Ossorio[i]. A
lo largo de más de un siglo la carrera ministerial estuvo asociada a la vida de
ciertas personas del patriciado, de forma que los hijos se graduaban en
estudios jurídicos como primer paso para una carrera “al servicio” de la
Administración. Ello les garantizaba el mando en la sociedad, pero durante la
regencia de Mariana de Austria este sistema se resquebrajó cuando en la corte
madrileña se empezaron a vender plazas ministeriales por parte del Consejo de
Italia. La venalidad de las magistraturas favoreció la movilidad social para
acceder a ministro del rey de España.
Volviendo atrás, en el
siglo XVI se consolidó tanto en la corte regia como en Italia la planta de
gobierno de los reinos de Nápoles, Sicilia y Milán. La creación del Consejo de
Italia constituyó un hito en el predominio de los letrados en la administración
italiana, atribuyéndose ciertas regalías, en parte a costa de los virreyes y
gobernadores. Durante la segunda mitad del siglo se incrementó la estabilidad
de la planta de gobierno en lo relativo a la procedencia nacional de sus
miembros.
Pero el sistema
presentó rasgos diferenciados en las tres provincias italianas, pues en el
Estado de Milán se consolidó un cursus
honorum en la carrera togada. Los hijos de las familias patricias de las
principales ciudades lombardas (Milán, Pavía, Cremona, Como, Lodi y
Alessandría) eran los beneficiarios de este sistema. En Nápoles y Sicilia las
similitudes entre ellas era mayor, contando mucho el grado de influencia que se
tuviese sobre el virrey y los regentes del Consejo de Italia, así como sobre la
corte regia.
En el reino de Nápoles
y en el Estado de Milán las vacantes de puestos ministeriales se cubrían con
nacionales. En torno a un tercio de dichos cargos estaban destinados a “forasteros”,
por lo general españoles, mientras que el resto se destinaba a los naturales de
los territorios. Para los “forasteros” en Milán y Nápoles se echaba mano de
colegiales mayores de las universidades castellanas, y de San Clemente de
Bolonia[ii],
por tanto no se trataba de plazas de “capa y espada”.
Entre mediados del
siglo XVI y principios del XVII se consolidó, pues, el habitus del patricio convertido en ministro togado en una plaza
vitalicia, y este habitus comenzaba
desde la cuna, ya que muchos ministros lombardos eran hijos, sobrinos o nietos
de otros ministros. Así, las implicaciones de la pertenencia a un tribunal
supremo se aprendían desde la infancia, siendo considerados los ministros perpetuos,
en Nápoles y Milán, “semidioses” con una gran capacidad de influencia sobre la
vida, hacienda y honra de las familias. Esta “dignidad” debía exteriorizarse
convenientemente en la residencia, los muebles, las pinturas, vajillas, el
vestido, el número de criados, los coches y caballerizas. Los innumerables
retratos de ministros lombardos conservados en el Ospedale Maggiore de Milán, así lo muestran. En el reino de Sicilia
los ministros ejercían sus cargos en los tribunales supremos durante dos años,
excepto en el Tribunal del Patrimonio, donde eran vitalicios.
El poder de los “semidioses”,
de los ministros provinciales perpetuos en la Italia española, se veía
periódicamente amenazado por la llegada de un comisario o plenipotenciario del
soberano que debía velar por la adecuada administración de justicia. Desde
mediados del siglo XVI hasta el reinado de Carlos II las visitas se fueron
sucediendo en el Estado de Milán, así como en Nápoles y Sicilia. Esto podía
significar el apartamiento de algunos ministros y oficiales del ejército,
poniendo fin a la carrera de los todopoderosos ministros. Las visitas, además,
favorecían la proliferación de denuncias de los súbditos descubriendo casos de
corrupción, cohecho, cobro de emolumentos indebidos, vida escandalosa, fraudes
al fisco, mala praxis y contravenciones de las normas. Entonces eran privados
temporalmente del puesto vitalicio senadores y cuestores, cancilleres,
secretarios, oficiales, etc.
A veces los visitadores
enfatizaban la humillación pública de los visitados, por ejemplo entrando en
casa de los ministros y confiscando su hacienda y muebles, llevándolos en pleno
día a un lugar público por las calles de la ciudad. Pero frente a los cargos
que presentaba el visitador, los ministros y oficiales podían alegar la “consuetudine”,
la costumbre y la práctica del desempeño de sus plazas. No obstante,
visitadores y visitados compartían muchas veces los principios de una “scientia
iuris” aplicada al gobierno de la monarquía española, es decir, visitadores y
visitados compartían la misma cultura política en cuanto al regimiento de la
comunidad. Más disruptivo del habitus de
los ministros patricios fue el apogeo de la venalidad de las plazas supremas en
el Estado de Milán, con precedentes en la década de 1640, pero sobre todo (en
Nápoles y Milán) durante la regencia de Mariana de Austria; entre 1673 y 1676
el presidente y los regentes provinciales del Consejo de Italia llevaron a cabo
el primer gran ciclo de ventas de plazas ministeriales, que afectaban a
tribunales supremos de los reinos y señoríos de la monarquía española. Este
proceso se consolidó durante las dos últimas décadas del siglo XVII,
extendiéndose a las Indias y a España, intensificándose durante la guerra de
sucesión y continuando durante el reinado de Felipe V, y en Italia en tiempos
del emperador Carlos VI (*).
El ideal del “corso
delle lettere” o cursus honorum,
concebido como la vía de la virtud fue sustituido por el atajo del oro en un
número significativo de plazas de senador y cuestor de los Magistrados
Ordinario y Extraordinario durante el reinado de Carlos II. También fue variando
la vía de venta de plazas ministeriales en Milán y Nápoles, pues en un
principio la canalizó el Consejo de Italia, pero desde las dos últimas décadas
del siglo XVII la Secretaría de Despacho Universal[iii]
fue asumiendo ese protagonismo. Los agentes de negocios que actuaban en Madrid
ofrecían su mediación a los pretendientes de plazas, llegando hasta el valido,
la reina, el confesor real o personas influyentes. Esta venalidad tuvo una
dimensión social decisiva, pues frente a la endogamia patricia, los grupos
sociales emergentes, enriquecidos con ocupaciones más o menos viles según la
mentalidad de la época, podían optar a ingresar en los tribunales supremos
lombardos y convertirse en ministros del rey. Estas familias nuevas, como
tenían dinero, compraron títulos de nobleza y feudos, adquiriendo palacios que
expresaron su ascenso social, lo que encontró la oposición de los tribunales
supremos del Estado de Milán, que defendían la cooptación para ocupar esas
plazas.
Durante el corto
gobierno de Juan José de Austria la Congregación del Estado, órgano del que
formaban parte las ciudades y condados lombardos, atacó el sistema de la
venalidad y ensalzó el estilo antiguo. Según esa Congregación, las plazas de
ministros eran la retribución “natural” de la virtud, el método que garantizaba
el mérito y la idoneidad en la selección de los ministros. Con Juan Francisco
de la Cerda en el ministerio (duque de Medinaceli) entre 1679 y 1685, se
alcanzó un acuerdo tácito que mantenía la venalidad de las plazas
ministeriales combinada con la fórmula antigua (promoción articulada según los
intereses del patriciado), fórmula que se mantuvo en Lombardía con el
emperador Carlos VI.
[i] “¿Los
límites del habitus? Ministros reales
en la Lombardía de Carlos II”. En esta obra se basa el presente resumen.
[ii] Fundado
en el siglo XIV, tuvo por finalidad el estudio de laicos y clérigos españoles y
portugueses.
[iii] Órgano
relativamente anejo a las redes de complicidad con las oligarquías locales.
(*) Emperador del Sacro Imperio Románico Germánico enre 1711 y 1740, entre otros títulos.
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