Aunque se suele hablar
de cierta convivencia entre judíos, musulmanes y cristianos durante la Edad
Media en al-Andalus, lo cierto es que siempre existieron conflictos entre
dichas comunidades, ya fuese por razones religiosas, sociales o por prejuicios,
toda vez que la minoría judía se aupó a puestos de cierta autoridad en las
cortes musulmanas (y cristianas en el resto de la península).
Pero con la entrada de
los almohades desde el norte de África, a mediados del siglo XII, la situación
cambió tanto para los mozárabes como para los judíos, siendo estos objeto, particularmente, de una represión no conocida hasta entonces. Así lo ha
investigado Aissaoui Souad en su Tesis Doctoral[i].
Los judíos de al-Andalus mantuvieron su cohesión hasta el año 1086[ii],
aunque algunos emigraron antes hacia León, Zamora y ya en 1085 a Toledo, factor
que inició el declive de los judíos andalusíes.
El amorávide Yusuf b. Tasufin
intentó una conversión forzada, y en 1148 los almohades prohibieron formalmente
la religión judía, de forma que los de esta minoría debían elegir entre la
conversión, el destierro o la muerte, bien entendido que la primera opción fue
en muchas ocasiones una mera fachada, ya que en muchos casos se trató de
conversiones forzadas, y no se descarta que hubo judíos que apostataron de su
religión.
Emigraciones
importantes contaron con judíos cultos, causando de esta forma el declive de la
aljama, por ejemplo la de Lucena, que en 1148 era “la metrópoli del judaísmo
andalusí”[iii].
La taifa de Murcia, que había quedado independiente del poder almohade, años
más tarde fue aplastada, los almohades tomaron Granada y mataron a gran número
de judíos acusados de cómplices del caudillo murciano (Ibn Mardanis)[iv].
Desde finales del siglo
XI hasta que los almohades sean expulsados de al-Andalus (s. XIII) es el
período de la gran hostilidad de los musulmanes hacia los judíos, consecuencia
de su riqueza, sus conocimientos, que les permitían alcanzar puestos en la
Administración, y porque los más afamados médicos eran judíos, lo que les
facilitó entrar en el poder musulmán. La alianza de los judíos con los
cristianos de la península está atestiguada –dice Aissaoui Souad- desde la
época almorávide.
En 1146 el califa
almohade Abd al Mu’min decretó la conversión forzosa al islam de todos los dimmíes, obligando a todo el pueblo a
abrazar la doctrina almohade, lo que afectó también a los musulmanes que la rechazaban.
Al año siguiente los almohades ocuparon Sevilla, y allí se produjo una matanza
de judíos, y en menor medida musulmanes, que se resistieron a aceptar el credo
almohade. Pero la práctica del judaísmo siguió en secreto y Maimónides, para no
verse obligado a ello, se exilió con su familia a Fez (1159).
Los episodios de la
postura antijudía de la época almohade y la colaboración de los judíos con los
andalusíes musulmanes fue intensa en Granada. Una de las fuentes de la
conversión forzada es Ibn Sahib Salat, que murió en 1198, el cual habla de la
islamización de los judíos. Por su parte Ibn Idari al-Marrakusi, en una crónica
escrita en en Marruecos en el siglo XIII, nos ha dejado su opinión de que los
judíos no se convirtieron sinceramente. Otras fuentes también hablan de este
asunto, pero no todos los autores las consideran fiables por haberse producido
con mucha posterioridad a los hechos.
Así las cosas, en el
tercio meridional y sudoriental de al-Andalus las minorías hebráica y mozárabe
habrían desaparecido, no existiendo iglesias ni sinagogas, mientras que la
emigración más importante de judíos se habría producido en 1146. Domínguez
Ortiz[v],
por su parte, habla de la época almohade como la de la gran ruptura, pero
reconoce al mismo tiempo que ya durante el reinado de Alfonso VI este acogió en
Toledo a no pocos inmigrados judíos y mozárabes. El viajero alemán Jerónimo
Münzer informó en 1474 de que la judería en los últimos tiempos del reino
nazarí de Granada era habitada por unos 20.000[vi]
judíos, y aun se sabe que había judíos en el Albaicín y los arrabales, lo que
vendría a demostrar que tras el período almohade la situación se normalizó.
En época almohade
habían emigrado judíos al norte cristiano, especialmente en la época de Alfonso
VII de Castilla, y Toledo fue entonces, según Gonzalo Maeso, “una verdadera
metrópoli del Judaísmo” (sic). Con Alfonso X y Pedro I la situación se
estabilizó a favor de los judíos, hasta el punto de que los propagandistas del
pretendiente (futuro Enrique II de Castilla) contra su hermano Pedro I,
señalaban a este como amigo de los judíos para ganarse el favor del pueblo
cristiano, y en el año 1360 se habia erigido de nueva planta la sinagoga “del
Tránsito” en Toledo. Cuando Enrique II subió al poder tras la guerra civil con
su hermano (1366-1369) hizo amagos de rechazar a los judíos, pero pronto se
valió de ellos, aunque el odio popular hizo cambiar de política a sus
sucesores, particularmente a Juan II[vii].
En el condado de
Barcelona hubo judíos que gozaron del favor de la corte por sus conocimientos,
y con el rey Jaime I de Aragón la colaboración de los judíos fue capital. En el
reino de Navarra hubo florecientes aljamas judías, una de ellas la de Tudela y
otra la de Estella. La historia medieval de Portugal está íntimamente ligada a
la de los judíos desde el siglo XII, y en el XV vemos a comerciantes judíos
jugar un importante papel en las empresas ultramarinas.
[i] “Los dimmies en al-Andalus desde 1031 hasta 1232”, 2015-2016.
[ii] Es la fecha en la que los almorávides vencen a los cristianos en la batalla de Sagrajas (actual provincia de Badajoz).
[iii] El almohade Abd el Mu’min decretó la conversión forzada de los judíos en 1146, pero un siglo más tarde la situación revertió con el repliegue almohade al norte de África.
[iv] La autora de la obra citada en la nota i señala que “no podemos encontrar en los escritos de Ibn Tumart [el fundador de los almohades] los párrafos que podrían reflejar una posición antijudía”, lo que quiere decir que fueron dirigentes posteriores los que impusieron la intransigencia.
[v] “Las tres culturas”.
[vi] Estos datos pueden parecer exagerados, pues no sabemos el número de habitantes de la ciudad de Granada a finales del siglo XV.
[vii] Ya se había producido el gran conflicto de 1391.
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