Ágora romana de Atenas (guiagrecia.com/atenas/agora-romana)
Dice Antonio Tovar[i]
que el juicio de Sócrates fue como un verdadero palo de ciego que el pueblo de
Atenas descargó en un momento de atroz nerviosismo. En ese justo momento en que
llega al juicio supremo, contra el maestro no hay en Atenas sino una persona
suficientemente fresca y vital, capaz de percibir el verdadero camino
histórico: el propio Sócrates, que era un representante de las viejas
generaciones, criado cuando la democracia no había degenerado aun, ni la nueva
cultura había llegado a Atenas, ni la vida se había complicado y modernizado
todavía.
El pueblo ateniense, en
cambio, estaba demasiado endurecido; la gente acudía a los tribunales y a las
asambleas, la que visitaba todos los días el ágora, la que había vivido los
horrores de una guerra de casi treinta años, la peste, la derrota y la
ocupación extranjera, la humillación y la ruina de la hegemonía marítima. Las
ideas nuevas se habían convertido en instrumento de rapiña y de sangre, y se
había predicado la soberanía del más fuerte. No importaba que Sócrates hubiese
luchado en gloriosas batallas, ni bastaba que toda su vida hubiera sido una
continua enseñanza de vitalidad fecunda.
Precisamente porque el
pueblo ateniense se había endurecido y carecía de las virtudes de una época más
creadora, la protesta resultó dirigida, a ciegas, contra Sócrates. Ya
veinticinco años antes el cómico Aristófanes había acumulado sobre el filósofo
las faltas de todos. Los poetas comicos –dice Antonio Tovar- con su brocha
gorda, resultaron unos pintores adecuados para las entendederas gruesas del
pueblo. Se acusó a Sócrates de no creer en los dioses en quienes la ciudad
creía, y además se le acusó de corromper a los jóvenes.
Se acusó a Sócrates de asebeia, un crimen por la profanación y
burla de los objetos divinos, los dioses del Estado, y es que Sócrates debió de
ser un provocador, un librepensador que no se arredró ante nada. Nada dejó
escrito y todo lo sabemos gracias a Platón, que como discípulo suyo nos da una
versión favorable de su personalidad y obra. Pero lo cierto es que todos los
procesos de asebeia se iniciaron en
momentos de grave conmoción política y religiosa, y quizá no hubo momento más
grave en Atenas que el que siguió a la derrota de 404: se establecieron en el
gobierno treinta tiranos y se suspendió la democracia, lo que fueron
imposiciones de Esparta, aunque un año más tarde Trasíbulo[ii]
la restauró.
Metelo[iii]
fue el encargado de presentar la acusación “sirviendo de pantalla a una
verdadera conjura”, y como quiera que aquel era muy joven, dijo Sócrates –según
Platón- que no sabía cómo teniendo tan corta edad podía acusarle. Pero
sometido el filósofo a juicio, hubo métodos legales e ilegales para salvar a
Sócrates –según Platón. Descartados los segundos por la voluntad de aquel, solo
quedaba confiar “en la habilidad leguleyesca ante el tribunal”. Consistía esta
en la referencia a la restablecida democracia, recurrir al llanto y a la
compasión, las muestras degradantes de la vejez, la pobreza y todo el arsenal
con el que se pretendía enternecer al pueblo.
En un pasaje Sócrates
le dice a Hermógenes[iv]
que varías veces había intentado preparar su defensa, “pero mi demonio se ha
opuesto. Quiere Dios sin duda que yo muera ya”. Y continúa: “no me parece mal
la muerte, y ahora, cuando estoy ya llegando a lo peor de la vida, a las
cercanías de la muerte, he aquí que las cosas se precipitan, y me hallo con la
ocasión de librarme de una vergonzosa decadencia y de adquirir una gran gloria.
Ahora viene la vejez: iría perdiendo la vista, el oido, la inteligencia y la
memoria, decayendo en todo sin poder ya mejorar en nada, perdería de un golpe
cuanto me ha servido de satisfacción. Y además de llegarme con la mayor
oportunidad, me toca la muerte mejor y más rápida, y la que hará que vosotros,
mis amigos, me echéis íntegramente de menos sin que el recuerdo de una
enfermedad ni de las molestias que con ella os diera, enturbie el limpio
recuerdo que quiero dejar en vosotros. Además –añade- de que no quiero
humillarme ante los jueces ni vivir gracias a su benevolencia. Y finalmente, si
me matan injustamente, no me contagiaré de la fealdad de esta injusticia, y no
caerá mancha sobre mí”.
[i] “Vida de Sócrates”.
[ii] Vivió entre 455 y 388 aproximadamente. Militar y partidario de la democracia.
[iii] Fue un poeta trágico del siglo V. Al parecer, después de la muerte de Sócrates los atenienses sintieron remordimiento por ello y mataron a Metelo.
[iv] Filósofo del siglo V a. de C. discípulo de Sócrates a quien Platón hace intervenir en una de sus obras.
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