Porta Nigra de Tréveris (obra de finales del s. II, inconclusa)
Si entendemos por
Antigüedad el largo período en que parte de Europa, el norte de África y el
oriente próximo (desde la perspectiva de Europa) estuvieron bajo la influencia
de la civilización grecolatina, quizá sean los siglos V a. de C. en adelante a
los que nos estamos refiriendo para los territorios citados. No parece se pueda
aplicar el término “antigüedad” para la parte de Asia influida por las campañas
del macedonio Alejandro y sus sucesores, pues el imperio Seleúcida, a finales
del siglo II a. de C., no iba más allá de Dura-Europos, a orillas del Éufrates.
En cuanto a Inglaterra,
su romanización comenzó en el siglo I de nuestra era, mucho después que los
territorios mediterráneos de Europa y África. Además, los pueblos indígenas
ofrecieron permanente resistencia a la dominación romana, si bien es cierto que
la influencia latina existió, pues el conjunto de calzadas romanas hablan del
desarrollo comercial y de las campañas militares, siendo el ejército –como se
ha dicho en otras ocasiones- un factor esencial de romanización. Después de la
teórica conquista, aún el general Vespasiano tuvo que emplearse en someter a
ciertas tribus del oeste que se atrincheraban en sus oppida, y las campañas del general Agrícola culminaron con una gran
fortaleza inconclusa[i]
que por su envergadura indica las dificultades de la dominación.
Egipto no fue
romanizado hasta las últimas décadas del siglo I a. de C., pero llevaba siglos
en contacto con la civilizáción griega incluso antes del imperio de los
Ptolomeos. Al norte del Sahara, Roma construyó ciudades, extendió su lengua e
instituciones, construyó calzadas y explotó las riquezas agrícolas y pesqueras,
particularmente en la Mauritania Tingitana. El resto de los territorios romanos
son bien conocidos, desde la Galia Bélgica hasta la Dacia.
Antes, la civilización
griega se había extendido por el Mediterráneo y el mar Negro, por Siria y
Palestina, algunas regiones de Anatolia y el sur de Italia. Posteriormente
vendría la época helenística de los imperios, y siglos más tarde mantendría la
civilización griega el imperio Bizantino, romanizado y cristianizado.
Ahora bien ¿cuándo
podemos decir que toda esa romanidad (civilización grecolatina) decae para dar
paso a un estado de cosas notablemente distinto que denominamos Medievo? No
parece que sea correcto hablar del siglo V de nuestra era, pues Bizancio aún
conquistará el espinazo norte-sur de la península Italiana y algunas regiones
del sur de la Ibérica, así como algunos territorios del norte de África. Que
los pueblos llamados bárbaros se poseyeran de territorios en Galia, Hispania,
Italia y otros en torno al Rin y al Danubio, así como se
incursionaran en el imperio Bizantino, donde fueron subsumidos, no quiere decir
que el mundo antiguo hubiera desaparecido en el vasto territorio del que
venimos hablando. Las oligarquías romanas siguieron compartiendo el poder con
los jefes militares germánicos y otros, el latín siguió siendo la lengua de la
administración y de la cultura, y en algunos lejanos territorios el obispo
Martín de Dumio tuvo que emplearse para que los campesinos dejasen los ritos y
creencias religiosas que eran un sincretismo de los dioses indígenas y los
romanos.
El cristianismo no
parece haber influido en la decadencia de la Antigüedad, pues se acomodó a ella
y a los tiempos que la siguieron, pero la irrupción del Islam en el siglo VII
sí mermó la influencia bizantina en la parte más oriental de su imperio, y solo
un año después de la entrada árabo-beréber en la península Ibérica, caía en su
poder la ciudad asiática de Samarcanda (712). Con anterioridad, tanto griegos
como romanos tuvieron que vérselas con medos, aqueménidas, partos y sasánidas.
No fue la romanidad la que acabó con el poder de estos últimos, sino el
expansionismo musulmán.
Está, pues, claro
cuales son los siglos que dan comienzo a la civilización grecolatina (antigüedad
para las regiones estudiadas), pero no tanto los siglos en los que esta da paso
al Medievo. Algunos historiadores ven signos de debilidad en la Roma de Marco
Aurelio (s. II de nuestra era), pero lo cierto es que tras la gran recaída del
siglo III, el IV fue de prosperidad y recuperación evidentes. Agustín de Hipona
e Isidoro de Sevilla son de cultura romana, como el citado Martín de Dumio,
pero estos y otros personajes aislados no son suficientes, ciertamente, para
hablar de una sociedad que se mantiene sin cambios.
En la Europa occidental
ha comenzado la ruralización, la escasez del comercio y la moneda; hay un
atraso en las formas de cultivo y en la producción; el cuarteamiento del
antiguo imperio ha dado paso a formas de gobierno menos eficaces aunque
igualmente brutales en algunos aspectos. El régimen de esclavitud, que en la
antigua Roma fue evidente entre los siglos II a. de C. y II d. de C. por lo
menos, va dando paso al sistema de colonato; los antiguos latifundistas romanos
han ido dando paso a los señores de la tierra, aliados con los jefes militares
aquí y allá. La Iglesia se ha ido abriendo paso y participó de los beneficios
que unos y otros le deparaban, desparramándose por una Europa ruralizada, parte
de la cual había que cristianizar (Rusia lo fue por monjes bizantinos a partir
del siglo IX).
El Islam puede haber
contribuido a la ruina de la Antigüedad en oriente, pero no en occidente, donde
sólo Hispania se vio afectada, en un primer momento, por su presencia, y no
precisamente para contribuir al atraso, sino para revitalizar las ciudades, el
comercio y la cultura. Hay unos siglos en los que se abre paso el Medievo sin
que desaparezca por completo la cultura grecolatina, como ha defendido M. H. Jones[ii],
y en cuanto al imperio Bizantino parece que hasta principios del siglo VIII se
puede defender la pervivencia de la Antigüedad[iii].
Algunos ven en la dinastía heracliana (siglos VII-VIII) la transición entre
Antigüedad y Medievo en Bizancio, y hay unanimidad en que con los isaurios las
características de este último ya se abren paso sin obstáculo.
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