Castillo de la Suda (Lleida)*
La lucha de los
condados catalanes y el islam entre los siglos XI y XII se ejemplifica muy bien
en las conquistas cristianas de Tortosa y Lérida, la primera entre el verano de
1148 y el final de dicho año, pero los preparativos e intentos en otros
escenarios fueron múltiples. El rey Alfonso I de Aragón pretendió controlar los
tramos finales de los valles del Segre y del Ebro, Lérida y Tortosa, pero se
opuso a ello el conde Ramón Berenguer III[i],
aunque la lucha de este contra el islam no obtuvo los resultados deseados.
Tortosa, puerta del
Ebro, puerto fluvial y marítimo, tuvo su atarazana además de ser un centro agrícola
y comercial: productos de seda, lana y orfebrería en época andalusí, destacando
también como centro cultural. Dispuso de muralla, de lo que todavía hay
testimonio, y una mezquita de cinco naves.
Los cristianos de los
condados catalanes necesitaron primero proveerse de recursos financieros para
conquistar Tortosa, que como se ve no era una poblacion menor. La Iglesia
participó en ello con su apoyo ideológico, pero también militar y
económicamente. Fue así como el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, pudo
contar con la ayuda de Montpellier, milicias urbanas, Génova y varios vizcondes
catalanes, además de las órdenes militares del Temple y el Hospital, que
saldrían beneficiadas por ello.
La lucha en esos siete
meses de 1148 fue dura, hubo contradicciones y errores, muchas víctimas por
ambas partes y fue necesaria una tregua de cuarenta días, pues hubo deserciones
en el bando cristiano por falta de pago. Una vez que los ejércitos cristianos
corrieron Ebro arriba llegó el momento en el que pudieron entrar en la madina
y en la zuda, la fortaleza más importante de la población. Por su parte, ningún
poder andalusí ayudó a los musulmanes de Tortosa.
Las capitulaciones (no siempre
cumplidas) establecieron impuestos muy similares a los de otras plazas ya
conquistadas; se produjo el abandono de parte de la población, a la que se
animó a regresar con seguridad si lo hacían antes de cuatro meses; se liberó a
los cautivos y tocó recompensar a los partícipes: Génova recibió un tercio de
la urbe y una isla en el Ebro. Se aprobó una carta puebla provisional que luego
fue sustituida por otra más extensa y minuciosa, se consagró la catedral en la
mezquita mayor y se dio a los pobladores garantías de derecho privado, penal y
procesal; se estableció el aprovechamiento de los bosques para la construcción
de barcos y se dieron instrucciones para la explotación de las salinas.
También se dieron
franquicias a la población judía, con unas sesenta “moradas” fuera del recinto
urbano. Se empezó entonces la repoblación del término: a las familias se le
hicieron donaciones perpetuas a cambio de su permanencia, y los Templarios
adquirieron en 1181 el resto de los dominios condales en la ciudad, lo que provocó un conflicto con
los Moncada[ii],
el obispo y los vecinos, quejándose estos últimos de los gravámenes que les
impusieron los nuevos señores; igualmente contra el obispo por los diezmos y
primicias, lo que provocó que la autoridad rebajase lo establecido en el
derecho canónico con el argumento de que los vecinos soportaban el peligro de
la frontera.
En cuanto a Lérida, la
ciudad más septentrional en manos del islam cuando fue conquistada (octubre de
1149 tras medio año de asedio), una fuente antigua dice que se encuentra “a
orillas de un río procedente de la Galia”. Se trataba de una ciudadela elevada
aunque en la llamada depresión central catalana, con mezquita en época
musulmana, siendo sus tierras de alrededor pobres, pero probablemente se consiguió
sacarles provecho mediante regadíos, destacando el lino.
La conquista de
Balaguer facilitó el avance cristiano hacia Lérida, que en la primera mitad del
siglo XII contó una una densa población rural. En la conquista participaron los
condes de Urgel y Barcelona, además del obispo de Roda-Ribagorza[iii]. La mezquita fue consagrada como iglesia y se establecieron diezmos y primicias
a favor del clero, siendo la ciudad dada en feudo, un quinto de cuyo territorio
(con su alfoz) correspondió a la Orden del Temple; luego fue de doble señorío[iv]
hasta 1228, en que pasó a realengo.
Se permitió quedarse a
la población musulmana que quiso, pero residiendo fuera de la ciudad, en la “villa
sarracenorum”, además de la que se avecindó en las alquerías que se esparcían por
el territorio. Se garantizó la posesión del suelo a los pobladores cristianos
que acudieron, estableciéndose unas iniciales normas para la convivencia
ciudadana, y se dictaron normas para el aprovechamiento de los prados, pastos,
caza y agua, particularmente para la ganadería.
Unos prohombres de
Lérida fueron instituidos para la resolución de los pleitos, lo que se
estableció en la carta puebla correspondiente que firmaron los condes y una
representación de los vecinos (probablemente una formalidad esto ultimo).
Algunas alquerías, al crecer en población, pasaron luego a ser villas, sobre
todo por la inmigración desde la Cataluña central y noroccidental.
Al parecer este
territorio alcanzó el desarrollo agrario debido al cultivo intensivo de la
tierra, pero también gracias a la comunicación con Aragón, lo que posibilitó el
tráfico comercial. En 1197 la ciudad recibió el privilegio más importante de la
época: el Consulado, formado por cuatro cónsules y ocho consejeros de elección
anual, un verdadero gobierno para todo el término[v].
Se trata de dos
ejemplos de tardía conquista cristiana, teniendo en cuenta que ya en 1118 Alfonso I se había posesiondo de Zaragoza[vi],
pero la coordinación militar que se dio en la Castilla salida de la herencia del
rey pamplonés Sancho III, León, Galicia, y en el siglo XII Portugal, no fue tan
eficaz en los compartimentados territorios catalanes, como en un principio
había ocurrido en el reino de Pamplona y en Aragón.
Lo que parece claro es
que la idea de cruzada cuajó cuando a finales del siglo XI el papa animó a
recuperar los territorios en manos del islam en el Mediterráneo oriental,
política que se nota en toda la cristiandad, incluso en territorios pequeños
como los condados catalanes. El reino de Aragón, formado en 1035, intentó
recuperar Barbastro en 1064, lo que solo consiguió por poco tiempo, y Alfonso
VI llegó en 1083 a Tarifa tomando posesión del estrecho de Gibraltar
(simbólicamente); décadas más tarde Alfonso VII recorrió el valle del
Guadalquivir, lo que demostraba un afán expansionista evidente, además de que
contó con el declive de los almorávides, que tuvieron que atender la embestida
almohade en África (1138).
Quizá la fragmentación de los condados catalanes se deba a su anterior vinculación con el imperio carolingio, además de a la separación de los valles pirenaicos, si bien el condado de Barcelona sirvió de aglutinante tempranamente de lo que se ha llamado la Cataluña vieja.
[i] 1082-1131.
[ii] Linaje aristocrático.
[iii] Fue sede episcopal establecida en el siglo X, pero en territorio de Aragón.
[iv] El conde de Urgel poseía Lérida por delegación del conde de Barcelona.
[v] El historiador Eduard Juncosa Bonet es uno de los mejores conocedores del tema aquí tratado.
[vi] Ya lo había intentado el castellano Fernando I.
* romanicodigital.com/el-romanico/vista-general-castillo-rey-lleida
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