Molinos de agua |
Son ya varios los estudios que se han hecho sobre el uso del agua en Galicia durante la Edad Moderna, así como la conflictividad que planteó su aprovechamiento. Estaban en juego los intereses de los agricultores y de los molineros, los que poseían una tierra donde nacía un riachuelo, los que desviaban el curso de los pequeños ríos que bajan por las pendientes, los señores contra sus vasallos y los vecinos entre sí; vemos, en fin, a clérigos pleitear por el agua contra un vecino o varios, y así sucesivamente.
En una sociedad eminentemente agraria, como era la gallega hasta bien entrado en siglo XX, se comprende que el agua fuese un bien preciado. Si bien un clima lluvioso hace que muchas explotaciones agrarias no necesitasen del riego, otras sí debido a la naturaleza de los cultivos, a las cualidades del suelo o a la necesidad de aumentar las cosechas. La enorme dispersión de la población por todo el teritorio gallego, no dejando comarca sin poblamiento, así como la extrema división de la propiedad, explican sobradamente la conflictividad por el uso del agua.
Rey Castelao ha estudiado (2007) el uso de los molinos de agua en Galicia a fines del Antiguo Régimen; Pegerto Saavedra lo ha hecho con el agua en el sistema agropecuario gallego (2009); para localidades concretas está la obra de Cabanas López (1997); Falcón Galiñanes lo ha hecho para el caso del Ulla (2003) y no son los únicos.
A mediados del siglo XIX Martínez Padín decía que "las aguas de riego eran una de las causas más comunes de la conflictividad rural en Galicia", llegándose incluso a la violencia. Antes -dice Ofelia Rey- el ilustrado Pedro Antonio Sánchez constató el desmesurado número de molinos (8.278 en 1800). El estudio de la autora citada (1) explica que cada familia (y esto ha llegado hasta el siglo XX) necesitaba hacer harina con su propio cereal, por lo que los molineros necesitaban el agua que también necesitaban los agricultores y ganaderos.
Pero la conflictividad solía resolverse en la misma base del conflicto, es decir, entre las partes implicadas, llegando a acuerdos, mediante indemnizaciones, mediante arbitrajes o mediadores. En menos ocasiones se recurría a la justicia señorial, arbitraria muchas veces cuando no estaba el propio señor implicado en el conflicto. A la Real Audencia de Galicia llegaban muy pocos casos en comparación con la documentación que los especialistas han consultado en los protocolos notariales de los archivos.
La legislación sobre aguas en Galicia era la misma que la del conjunto de la Corona de Castilla, "que apenas cambió desde las Partidas de Alfonso X hasta el Código Civil de 1889". En ocasiones el agua se cedía gratis, en otras por precio; a veces se trataba de respetar una servidumbre; en general fue la costumbre y la libre avenencia entre las partes lo que prevaleció, antes de recurrir a las leyes generales. Los conflictos nacían cuando un vecino trasvasaba agua en detrimento de los intereses de otro, o desviaba el cauce de un riachuelo, o daba un uso al agua en el curso alto del río que perjudicaba a los que estaban en el curso medio o bajo. El agua era objeto de división en las partijas de herencias -incontables, dice la autora citada-, o en los apeos de bienes.
A mediados del siglo XVIII el 48,8% de los vecinos eran de señorío secular y el 38,9% del eclesiástico, por lo que solo una pequeña parte de la población era de realengo. Esto complicaba las cosas, pues la justicia señorial se entrometía, en ocasiones, en la conflictividad vecinal, que podía ser individual o colectiva: todos los vecinos de una parroquia, de un lugar... Según el estudio hecho por Ofelia Rey los demandantes fueron en un 43 por ciento grupos vecinales y en un 39 por ciento lugares, mientras que los demandados fueron "varios vecinos" en un 46,8%, "individuos del común" en un 32,3% y destaca también el 8,5% del clero.
Curiosa la naturaleza humana, que aún en un país donde abunda el agua, no por ello deja de haber conflicto en relación a ella.
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(1) "La lucha por el agua en el país de la lluvia" (2012).
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