Ferrol: barrio de la Magdalena |
Los estudios de Valín Fernández sobre la masonería en Galicia han contribuido decisivamente al conocimiento de estas sociedades secretas. En uno de sus trabajos expone la relación entre los oficios vinculados al mar y la masonería, así como la excepcional presencia de masones en la Galicia rural como en ningún otro territorio.
"Buscar masonería rural y marinera -dice- en un país como Galicia es encontrarse con la propia Historia (sic) de la masonería gallega". Además de los masones compostelanos, coruñeses, vigueses, buena parte de los masones gallegos llevaron a cabo su labor en zonas rurales, sobre todo a partir de la villa lucense de Monforte de Lemos. En cuanto a las profesiones destacan los militares, sobre todo marinos, quizá por la influencia recibida de otros países visitados; también abundan los obreros y artesanos, muchos de ellos relacionados con el ámbito marítimo en Ferrol, empleados en los astilleros. El autor cita a Vicente de la Fuente cuando, en 1873, dice: "Algo de analogía tiene con esto el observar que casi todos los marinos... están afiliados en la francmasonería, y sobre todo los de los puertos de Galicia; pues tanto allí como en Andalucía abundan las logias...". Escoceses que se instalen en Ferrol contribuirán al fenómeno, abundando los ingenieros, peritos, obreros cualificados, tenderos y hasta el maestro de escuela de la colonia británica de los astilleros.
A partir de Monforte de Lemos se da en Galicia (sigo a Valín) "uno de los modelos de masonería rural más singulares de España. "En Galicia puede decirse que encontramos a masones organizados en cualquier sitio", siendo la provincia de Lugo el caso más particular. Sin embargo, que exista una masonería rural en Galicia (el caso de Córdoba -dice el autor- sería el más parecido) no quiere decir que abunden los masones agricultores: algunos medianos propietarios que cultivarían directamente sus tierras, comerciantes, funcionarios municipales, maestros, abogados, médicos, peritos agrimensores, notarios, etc. Estos masones vivían en la zona rural aunque la logia resisiese en la villa más próxima, por muy pequeña que esta fuese, como son los casos de As Nogais y Rubián. Otros son los de Vilaesteve, O Saviñao, Pantón, San Clodio y Pobra do Brollón.
Hasta tal punto asustó esto a la Iglesia que el obispo de Lugo, Gregorio María Aguirre (1885-1894), denunció el fenómeno, asociándolo a la construcción de la vía férrea que tendría en Monforte de Lemos uno de los nudos más importantes. Una masonería viajera: por la mar y en tren llegaron las ideas masónicas y en Galicia se quedaron, sobre todo a partir del personal especializado en la construcción de barcos y del ferrocarril. La masonería femenina se adelantó en Galicia a la francesa y se dio también aquí el primer caso conocido de masonería ferroviaria de la historia de España.
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