Grabado de Lepizig |
"Lo que nunca debiera ocurrir", a falta de mejor traducción, es el título de una encíclica del papa Pío IX sobre lo que él consideró una persecución de la Iglesia en Prusia, cuando este país había conseguido, hacía pocos años, unificar a Alemania en torno suyo. Siendo la mayoría de la población prusiana protestante y gozando la Iglesia de privilegios mientras el espacio alemán estuvo dividido, las autoridades prusianas se aprestaron a acabar con ellos.
Aparte el léxico papal, nada diplomático a pesar de que en el siglo XIX la Iglesia ya había aprendido a lidiar con el liberalismo triunfante, se comprende la indignación del papa, acostumbrado a una situación de preeminencia y sometido ahora a la pérdida de los territorios italianos precisamente como consecuencia de la unificación de Italia.
"Se ha descendadenado una fiera..", dice el papa; de "malhechores" tilda a las autoridades prusianas; habla de "violación de la libertad" de la Iglesia, cuando esa misma Iglesia había sido -y lo seguía siendo- partidaria de que no existiese libertad religiosa en los países confesionalmente católicos... Luego amenaza con una pena espiritual (la excomunión) a los clérigos y fieles que sigan la religión de acuerdo con las nuevas formas que establece el Estado recientemente formado: "advirtiendo a los piadosos files que no presencien sus misas ni reciban de ellos [de los clérigos que se acomodasen a la nueva situación] los sacramentos...".
Considerar que la causa católica era "incólume" es el primer error del papa, que a la altura de 1875 no ha entendido que no se encuentra en el siglo XVIII. La alusión a los "derechos de la Iglesia" es constante, no solamente por la destitución de sus cargos a muchos clérigos católicos sino porque considera que la constitución de la Iglesia es "divina", lo que un luterano no cree y mucho menos está demostrado. Los derechos de los obispos se consideran en esta encíclica "sagrados" y denosta dar poder a los jueces laicos cuando antes quien ejercía dicha jurisdicción era la Iglesia.
Le interesan mucho al papa los "bienes temporales" de la Iglesia, de la que no solo fue despojada en los países protestantes, sino en los católicos, aunque como es sabido se repuso siempre en mayor o menor grado. Aún insiste el papa que su poder es de origen divino: "el cargo apostólico que Nos concedió Dios...". La encíclica "Quod numquam" es un buen ejemplo de inadaptación de la Iglesia jerárquica a los nuevos tiempos de una Europa que, guiada por Alemania en el continente, encaminaba sus pasos hacia su segunda revolución industrial, el socialismo y las primeras formas de democracia.
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