sábado, 30 de marzo de 2019

África, India, oro y pimienta

La costa de Malabar en el sudoeste de India

La leyenda del Preste Juan llevó a los portugueses, y seguramente no solo a ellos pero con menor fortuna, a una serie de viajes que serían muy provechosos para los que controlaron las rutas, el oro y las naves. Durante la década de 1460, según John Darwin, los portugueses llegaban cada vez más al sur siguiendo las costas atlánticas de África, en busca de la ruta que los llevara hasta la India. Sin embargo, hizo falta más que la pericia náutica para llevar el poder marítimo portugués hasta e océano Índico. Dos factores africanos decisivos –dice el autor citado- hicieron posible su empresa marítima en Asia. El primero fue la existencia del comercio de oro en África occidental, que fluía hacia el norte desde la zona del bosque tropical hacia el Mediterráneo y hacia Oriente Próximo.

En la década de 1470 los portugueses habían conseguido ya desviar parte de este comercio hacia su nueva ruta atlántica. En 1482-1484 transportaron la piedra para construir el gran fuerte de San Jorge de Mina (la actual Elmina, en Ghana), “factoría” del comercio de oro. “Fue una jugada decisiva”, pues los beneficios de Mina fueron enormes. Entre 1480 y 1500, supusieron casi el doble de los ingresos de la monarquía portuguesa. Durante las décadas de 1470 y 1480, aportaron los medios para los costosos y peligrosos viajes más al sur, al cabo de las Tormentas (luego llamado de Buena Esperanza). El segundo gran factor fue la ausencia de resistencia local en parte alguna del Atlántico africano. Al sur de Marruecos, ningún Estado importante tenía la voluntad o los medios de disputarle a Portugal el uso de sus aguas costeras. La mayoría de los Estados africanos miraban al interior, consideraban el océano como “un desierto acuático” y (en África occidental) al árido desierto del Sahara como “la verdadera autopista” que conducía hacia mercados lejanos.

En tales condiciones favorables, los portugueses surcaron mares vacíos y continuaron hacia el norte por el océano Índico, para dar con el término meridional de la ruta comercial indo-africana, cerca de la desembocadura del Zambeze. Allí podían valerse de los conocimientos locales, y de un piloto del lugar (como Colón con respecto al Atlántico) para decirles cómo llegar a la India. Una vez al norte del Zambeze Vasco da Gama regresó al seno del mundo conocido, “como si emergiera de un largo desvío”. Al llegar a Calicut, en la costa india de Malabar, volvió a establecer contacto con Europa a través de la conocida ruta de Oriente Próximo empleada por viajeros y comerciantes. Fue una proeza de navegación –dice Darwin-, pero en otros aspectos su visita no fue del todo feliz. Los mercaderes musulmanes del puerto se mostraron hostiles y, tras una escaramuza, Vasco se decidió por una retirada y zarpar de vuelta a Portugal.

Aun considerando los menores costes del transporte marítimo, no era probables que unos cuantos barcos portugueses en el Índico desviaran gran parte del tráfico de este hacia la larga y vacía vía marítima que rodeaba África. Pero los portugueses no tardaron en darse cuenta del papel que podrían jugar los pequeños rajás de la costa de Malabar, y su dependencia del comercio (la principal ruta entre el sudeste asiático y Oriente Próximo pasaba por sus costas). Antes de que pasaran cuatro años del viaje de Vasco a Calicut, habían vuelto con una flota de carabelas fuertemente armadas. Mandados por Afonso de Albuquerque, comenzaron a establecer una red de bases fortificadas desde las cuales controlar los movimientos del tráfico marítimo en el océano Índico, comenzando por Cochín (1503), Cananor (1505) y Goa (1510). En 1511 tomaron Malaca, el primer Estado comercial del sudeste asiático. En la década de 1550 disponían de unos cincuenta fuertes, desde Sofala en Mozambique a Macao en el sur de China, y la “Goa dorada” se había convertido en su “Estado da India”[i].

Los portugueses intentaron hacerse con el monopolio de la pimienta, la especia más lucrativa que se exportaba a Europa, pero no tenían poder suficiente para ello, y gran parte del comercio de especias siguió fuera de su control. El “Estado da India” se convirtió, en palabras de John Darwin, en un sistema de extorsión que cobraba por proteger al comercio marítimo entre el sudeste asiático, la India occidental, el golfo Pérsico y el mar Rojo. Los mercaderes asiáticos tenían que adquirir un cartaz o salvoconducto en una de las “factorías” portuguesas, Goa, Diu u Ormuz, o arriesgarse a ser atacados por los capitanes portugueses[ii].



[i] Ver aquí mismo El “Estado da India”.
[ii] El presente resumen se ha hecho a partir de la obra de John Darwin, “El sueño del imperio”.

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