Dice Tácido en sus Historias que el primer romano que
conquistó Judea fue Gneo Pompeyo en el año 63 a. de C. y que más tarde
“aquellas provincias quedaron bajo el control de Marco Antonio y de Judea se
apoderó Pácoro”, rey de los partos, que sucumbió a manos de PublioVetidio.
Luego los judíos fueron sometidos por Gayo Sosio, confiando Marco Antonio el
reino a Herodes. Rebelados los seguidores de Simón, fueron sometidos por
Quintilio Varo, gobernador de Siria y, en represalia, la población judía fue
repartida en tres reinos asignados a los hijos de Herodes.
Con cualquier pretexto
los judíos reanudaron la guerra contra Roma y, en época de Claudio, Antonio
Félix ejerció de rey “con talante de esclavo”, dice Tácito. Con Gesio Floro
como procurador de nuevo se recrudecieron las hostilidades, acudiendo a
sofocarlas el legado de Siria, Cestio Galo, con diversa suerte. Nerón envió a
Vespasiano y, en dos veranos, “su victorioso ejército fue adueñándose una tras
otra de todas las alquerías y ciudades, a excepción de Jerusalén: resultaba
exasperante –dice Tácito- que los judíos fueran los únicos que no se rendían.
A Vespasiano le sucedió
Tito, que plantó el campamento ante los muros de Jerusalén, mientras
que los judíos formaron al pié de las propias murallas. Los romanos se
aprestaron al asalto, pero la ciudad estaba en un abrupto emplazamiento,
rodeada de murallas “combadas hacia dentro, de modo que los flancos de los
asaltantes quedasen expuestos a los proyectiles". “El templo –dice Tácito- hacía
las veces de ciudadela” y en el interior de la ciudad había una fuente con
abundante agua, cuevas en el subsuelo de los montes, aljibes y cisternas para
almacenar las lluvias. Tres jefes tenían los judíos, pero según Tácito existían
diferencias entre ellos[i]:
Simón, Juan y Eleazar, siendo este el encargado de defender el templo.
“Se ha dicho que la
cifra de asesinados, de cualquier edad, varones y mujeres, era de seiscientos
mil” (evidentemente una exageración, pues de ser así ¿qué podríamos decir del
número de combatientes?). Llevaban armas todos los que podían –sigue diciendo
Tácito- y la tenacidad de hombres y mujeres era pareja, y “ante la tesitura de
mudar de hogar, la vida les asustaba más que la muerte”.
En la guerra de Judea
del año 70 tres legiones recibieron a Tito en Judea; a ellas se unió una de
Siria y contingentes de dos procedentes de Alejandría. Les acompañaron veinte
cohortes aliadas, además de los reyes Agripa y Sohemo, así como refuerzos del
rey Antíoco, un grupo de árabes poderoso y hostil a los judíos.
Tácito da rienda suelta
al mito cuando dice que los judíos se habían exiliado de la isla de Creta y se
habían asentado en los confines de Libia. “Los sólimos –dice- fundaron la
ciudad de Jerusalén”, haciéndose eco también de que una plaga que brotó en
Egipto hizo que el rey Bócoris ordenase purgar su reino y expulsar a otras
tierras “a esa raza porque era maldita para los dioses”. En el desierto, un
rebaño de asnos salvajes que volvía de pacer se recogió tras una peña a la
sombra de un bosquecillo. Moisés fue tras ellos (por lo tanto en el siglo XIII
a. de C.) y descubrió abundantes veneros de agua que aliviaron a los
expulsados. Estos se apoderaron de unas tierras de las que, a su vez,
expulsaron a sus cultivadores y en las que consagraron ciudad y templo.
Moisés les impuso una
religión nueva –sigue diciendo Tácito- y contrapuesta a las otras, pasando
luego a verter toda clase de prejuicios contra los judíos: “sus prácticas
aciagas y siniestras”, perversos, gente de mala calaña, lascivos, tenebrosos… y
la proverbial riqueza de que gozaban.
Demuestra conocer el
país cuando dice que el territorio de los judíos limita con Arabia, Fenicia, el mar y Siria, para añadir luego que “la constitución de sus habitantes es
saludable". Dice que gran parte de Judea está diseminada en aldeas, pero que también hay ciudades amuralladas. En época de los asirios, medos y persas, los judíos
constituían “la capa más despreciable de esclavos” y, para terminar, les juzga
como “pueblo deplorable”.
Tácito debió nacer a
mediados del siglo I y morir en 117 o 120, y a juzgar por una de las cartas que
le dirige su amigo Plinio el Joven, eran de la misma ciudad, Como[ii],
pero no hay otro testimonio que acredite esto.
[i]
La prueba es que sicarios de Juan mataron a Eleazar y su gente. Pero ante el
enemigo exterior, los judíos y sus jefes volvían a combatir juntos.
[ii] Tácito
debía de ser unos años mayor que Plinio el Joven, pero murió algo más tarde que
él.
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