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Los habitantes de Anatolia, en época hitita,
adquirían “miles de costosos tejidos y podían utilizar considerables cantidades
de estaño en una importante industria del bronce”, según Trevor Bryce[i],
y eran los palacios los principales clientes de los productos asirios, los
cuales habían establecido colonias donde se dirimían disputas comerciales de
acuerdo con las normas emanadas de la capital, Assur, pues era el estado quien
controlaba el comercio. El palacio también tenía el monopolio sobre artículos
raros de lujo, como el hierro meteorítico[ii].
Tal fue la intensidad del comercio entre Asiria y Anatolia que no pocos comerciantes
se afincaron aquí llevando a sus familias para vivir permanentemente o
casándose con nativas.
Los kassaru eran transportistas que los
comerciantes contrataban junto con sus caravanas para llevar las mercancías de
Asiria a Anatolia y viceversa y su trabajo se llevaba a cabo a lo largo del
año, excepto los cuatro meses de invierno. Estas caravanas estaban formadas por
asnos negros de Capadocia, probablemente “criados y entrenados en Asiria”. Una
caravana de tamaño medio constaba de unos 200 o 250 animales y cada asno
cargaba unas 130 minas (65 kg. aproximadamente) de estaño o unas 60 minas de
tejidos, con una media de 25-26 piezas, o una mezcla de ambas cosas[iii].
Peajes e impuestos eran exigidos en cada ciudad de cierta categoría en
Mesopotamia, norte de Siria y Anatolia.
Los mercaderes, por su parte, estaban sometidos a
otros impuestos que debían pagar a los pueblos a los que pertenecían: uno a la
exportación al salir de Assur, por ejemplo, pero también en las colonias donde
se almacenaban las mercancías. Parece que el estaño era lo más fácil de vender,
debiendo ser descargado en los centros metalúrgicos, pero el beneficio obtenido
por la venta de tejidos era el doble que el del estaño.
Se debió tener la idea de que no había actividad comercial que fuese lucrativa si no
se evadian ciertos impuestos, por lo que en la época hitita (segundo milenio a.
de C.) toda una serie de artimañas se pusieron en práctica para tal fin, y ello
explica que los beneficios de las actividades comerciales fuesen altos,
aproximadamente el ciento por cien en el estaño y el doscientos por cien en los
tejidos, pero también es cierto que estos márgenes de beneficio podían quedar
muy mermados por los gastos básicos de viajes largos, difíciles y azarosos
entre Asiria y Anatolia.
Había muchos incentivos para intentar eludir gastos, y una forma de hacerlo era sortear las ciudades que imponían los peajes,
abandonando la ruta principal y viajando por lo que se llamaba “la pista
estrecha”, caminos secundarios y con mayor dificultad para la marcha. Además
estos caminos podían estar infestados de bandidos, había que dar largos rodeos
y ello implicaba llevar más alimentos y prever el suministro de agua. Una carta de un
comerciante de nombre Buzazu a su asociado de nombre Puzur-Assur, decía: déjales
viajar hasta Timilkia para alcanzar mi mercancía y si la “pista estrecha” es
segura, mi estaño y mis tejidos de buena calidad… llegarán hasta mí… Si, no
obstante, la “pista estrecha” no es apropiada, déjales llevar el estaño a
Hurrama y entonces dejas que, o bien los habitantes nativos de Hurrama llevan
dodo el estaño en cantidades de un talento cada uno dentro de la ciudad, o
bien, que se hagan paquetes de 10 o 15 minas cada uno y deja que el personal [de
la caravana] los lleve por dentro de la ciudad bajo sus taparrabos…
Es decir, se trataba de llevar las mercancías por la ciudad, en
la medida de lo posible, pero de forma secreta. El citado
Puzur-Assur fue avisado por otro de sus socios de la siguiente manera: El
hijo de Ina envió de contrabando sus artículos a Pusu-ken, pero sus artículos
de contrabando fueron cogidos, por lo cual el palacio se apoderó de Pusu-ken y
lo metió en la cárcel. La guardia es fuerte. La reina ha enviado mensajes a
Luhusaddia, Hurrama, Salahsuwa y a su [propio] país en relación al
contrabando y se han puesto vigias[iv].
Te ruego que no envíes nada de contrabando.
El contrabando fuera de Anatolia también se daba a
veces, por ejemplo en la exportación ilegal del raro y valioso hierro
meteórico. En general los mercaderes ponían cuidado para evitar conflictos con
las administraciones locales. En los casos en que dichos mercaderes violaban
los acuerdos con las autoridades, estas tomaban rápidas y enérgicas medidas,
incluyendo prisión y la confiscación de la plata y el oro.
[i] “El
reino de los hititas”.
[ii] Se
trata de meteoritos metálicos, sobre todo de hierro y níquel.
[iii] El
presente resumen está basado en la obra citada en la nota i.
[iv] El
autor señala que, literalmente, la fuente dice “ojos”.
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