Yacimientos de Hallstatt y La Tène, el el alto Danubio y alto Rin respectivamente* |
Algunos investigadores
siguen aportando datos sobre la existencia de celtas en Galicia durante la Edad
del Hierro, refutando dicha posibilidad o matizando lo que los autores
antiguos, la lingüística y la arqueología aportan. Un ejemplo de ello es el
trabajo de Francisco Javier González García[i],
que habla de dos tópicos sobre este asunto: la negación del carácter céltico de
algunos de los pueblos antiguos del Noroeste y el rechazo a las noticias que
ofrecen los autores clásicos.
Desde la década de los
ochenta del pasado siglo –dice el autor citado- la investigación se ha venido
caracterizando por el rechazo a cualquier tipo de celtismo y pone el acento en
lo que aporte la arqueología. Pero dos nuevos fenómenos se dan: los jóvenes investigadores tienden a no dar valor a las fuentes clásicas y los más
veteranos no parecen querer moverse de sus postulados. González García pretende
criticar estas posturas excluyentes en sus trabajos.
Algunos autores aceptan
la posible “celticidad” del Noroeste desde el punto de vista de la cultura
material, mientras que otros ponen el acento en las muchas veces que los
autores clásicos hablan de keltikoi o
celtici, es decir, célticos, situados
en la costa atlántica gallega. Un sector de la investigación gallega e hispana
sobre la Edad del Hierro del Noroeste no rechaza la presencia de componentes
célticos en la protohistoria gallega, lo que no es compartido por algunos
investigadores portugueses, pero ambas corrientes rechazan la interpretación
marcadamente celtista que defendieron los historiadores del siglo XIX y primera
mitad del XX.
El argumento
fundamental para rechazar, en la actualidad, la presencia de celtas en Galicia
es básicamente arqueológico, teniendo en cuenta que la eclosión céltica coincide
con la cultura de la Tène, pero habría que tener en cuenta los datos
lingüísticos que han quedado, particularmente en la toponimia, y si la tenemos
en cuenta parece fuera de duda la presencia de lenguas célticas en Galicia
(dialectos distintos a los celtibéricos). Por poner un ejemplo –dice el autor
citado- los análisis de García Alonso y Luján sitúan entre un 55% y un 30% los
topónimos de origen céltico que, en su obra, recoge Ptolomeo[ii]
cuando se refiere al Noroeste. Los defensores de la celtización del Noroeste
insisten en la frecuencia de topónimos en –briga
o –bris, -bri que se atestiguan
en dicha área, además de la abundante toponimia actual en –bre que Moralejo Lasso ha demostrado deriva de las formas antiguas
en –bris, -bri, emparentadas con la
forma céltica en –briga. Esto es un
hecho aceptado por la investigación en lingüística comparada indoeuropea.
También se han puesto
sobre la mesa dos hipótesis para explicar esta toponimia: la entrada de
elementos célticos llegados como tropas auxiliares en época de Augusto, o que
se trató de una introducción paulatina de elementos de población y topónimos
desde territorio celtibérico, lo que se habría intensificado con la conquista
romana. El autor al que aquí seguimos no es partidario de aceptar estas
hipótesis porque –dice- la ocupación militar romana durante la dinastía Julio-Claudia
fue muy tímida, además de que parece exagerado atribuir a unos cuantos
contingentes militares la celtización que parece demostrar la toponimia.
Estrabón habla en su “Geografía”
de que al Noroeste llegaron poblaciones célticas procedentes del Suroeste de la
península, por lo que los célticos de una y otra región estarían emparentados,
pero para ello –dice González García- sería necesario hacer un estudio
comparativo de las culturas materiales y los datos lingüísticos de ambas zonas.
La revisión de los datos lingüísticos parece confirmar que el argumento de peso
para rechazar la presencia de célticos en el Noroeste es fundamentalmente arqueológico,
pero si aceptamos esto estaríamos olvidando el conjunto de epígrafes latinos
sobre los célticos supertamaricos[iii],
que confirman las noticias de Plinio sobre uno de los pueblos indígenas del
litoral.
Este conjunto
epigráfico está compuesto por cinco estelas funerarias pertenecientes a
individuos que parecen haber estado poco romanizados. Aquí se recogen los
epitafios de varios célticos, celtas,
supertamaricos en los que, por haber fallecido lejos de su lugar de origen,
se menciona su procedencia. Todo parece indicar que este etnónimo no habría sido
establecido por el poder romano, sino que se trata de la designación étnica que
se daba este grupo; luego vendría la helenización o latinización del etnónimo
indígena (“keltikos”) derivado de la raíz kelt-
y no una creación griega o romana.
Otros hablan de “celtoides",
es decir, pueblos que se parecen a los celtas pero que no son celtas; sin
serlo, habrían asumido rasgos étnicos, se habrían celtizado. En toda la
literatura latina, no obstante, se constata la aparición del término “celticus”
en un total de 31 ocasiones; de ellas 11 se refieren a pobladores del Noroeste. Entonces “celticus” no se podría
interpretar como “celtoide”, y el autor al que sigo aquí señala que, en latín,
la palabra celta solo existe en plural, “celtae”. (Ver aquí mismo “¿Celtas en
Galicia?”).
[i] “Los
Célticos de Gallaecia: apuntes sobre etnicidad y territorialidad en la Edad del
Hierro del Noroeste de la Península Ibérica”.
[ii] Historiador
y geógrafo griego, entre otras especialidades que cultivó. Vivió en el siglo II
y escribió una obra titulada “Geographia”.
[iii] Populi célticos, según Plinio, entre los
ríos Tambre y Xallas. De estos se conocen tres castella de nombre céltico: Lubris,
Miobris y el gentilicio derivado de Blaniobris.
“Los pueblos de la Galicia céltica”, obra coordinada por F. J. González
García.
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