sábado, 23 de marzo de 2019

¿Cómo se enterraban los visigodos de Hispania?

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Conocemos algunas obras de los visigodos: iglesias, asentamientos y cementerios, entre otras. Por ejemplo Santa Comba de Bande, San Fructuoso de Montelios, San Pedro de la Nave, San Juan de Baños, Santa María de Quintanilla, Santa María de Melque, etc. Pero es mucho más difícil sacar algunas conclusiones válidas sobre los enterramientos visigodos en Hispania.

Roger Collins ha señalado que entre los siglos IV y VI los visigodos se desplazaron varios miles de kilómetros en distintas etapas y en circunstancias diferentes, cambiaron completamente su nombre y su identidad étnica al menos una vez, absorbieron y abandonaron numerosos elementos de poblaciones diferentes, se casaron con personas de otras etnias, cambiaron su organización política, perdieron una dinastía de reyes supuestamente ancestral, modificaron su lenguaje, cambiaron de religión dos veces y fueron testigos de numerosas transformaciones en su cultura artística y artesanal.

Lo que llama más la atención con respecto a las prácticas funerarias en Hispania –dice Collins- es la diversidad que presentan. Hay enterramientos con objetos y sin ellos, los hay con armas y sin ellas, y también con cerámicas y sin ellas. Algunos cuerpos están enterrados en cistas, espacios funerarios rectangulares cerrados por líneas de piedras en posición vertical y cubiertas por losas de mayor tamaño[i]. Otros individuos están enterrados bajo tejas inclinadas unas contra otras; también hay numerosos enterramientos en sarcófagos. Probablemente en todos estos tipos de enterramientos se terminaría la tumba cubriéndola con un montón de tierra.

La mayoría de estos tipos de enterramiento parecen haber sido practicados en los mismos períodos, pero quedan muchos puntos oscuros, y esto da pie a nuestro autor para criticar algunas “conclusiones” a las que se ha llegado, a su parecer erróneamente.

Un gran número de cementerios de época visigoda se conocen desde finales del siglo XIX, habiendo sido excavados muchos de ellos en las décadas de 1920 y 1930. A principios del siglo XX se prestó atención a un grupo de cementerios relativamente grandes situados en zonas rurales, muy particularmente en la Meseta norte, que presentan similitudes con los excavados en Renania (“tumbas en hilera”). Un caso especial, por el trabajo realizado en él, es el del cementerio de El Carpió de Tajo, al oeste y no lejos de Toledo, pues de él se han obtenido muchos datos.

De 285 tumbas registradas en dicho yacimiento, en 195 (casi el 70%) no se encontraron objetos de tipo alguno, por lo que cabe decir que colocar junto al cuerpo objetos funerarios fue más bien una excepción y no la regla. En una minoría de casos se encontraron joyas y los cuerpos estaban cubiertos con vestidos. La cronología de estos cementerios se ha establecido a partir de los estilos de los diversos objetos hallados en los enterramientos, teniendo en cuenta que las armas están ausentes, pues los pequeños cuchillos no tendrían uso militar. Los objetos a los que se refiere el autor son hebillas de cinturón y broches.

En la última etapa visigoda se produjo una diferencia muy marcada en el estilo de los objetos con respecto a todo el período anterior, y el bizantinismo y otros estilos del Mediterráneo oriental no influyeron en Hispania hasta principios del siglo VII. La ausencia de oro y plata en las tumbas ha llevado a considerar que los enterramientos pertenecían a población germánica pobre, a la que se había impedido adquirir tierras en las ricas zonas del sur y este del reino. Siendo así podría darse el caso de que esta población pobre fuese el campesinado visigodo libre que no estaba al servicio de los reyes o de la nobleza, y su situación les llevó a recibir menos influencias del mundo romano, permaneciendo fieles al arrianismo y al derecho consuetudinario godo. Esta población explicaría algunos de los problemas políticos a los que se tuvo que enfrentar la monarquía visigoda en los siglos VI y VII.

Algo parecido han dicho algunos historiadores sobre los ostrogodos de Italia en la primera mitad del siglo VI: el romanismo que quisieron imprimir el rey Teodorico (493-526) y su hija Amalasunta contó con la oposición de la mayoría de los godos, contrarios a la civilización romana. La imposibilidad de educar a Atalarico (526-534), según el estilo godo, parece que fue causa directa de la reacción que se desencadenó tras la muerte de este rey, la intervención bizantina, durísima para la población, llevó al fin del reino ostrogodo.

Collins se refiere a la historiografía que sostiene que las sociedades influidas por el poder romano estuvieron llamadas al desastre, mientras que las que permanecieron más al margen (francos) tuvieron su continuidad y brillantez. Constata, no obstante, que dicha interpretación fue consecuencia del nacionalismo fuertemente romántico de la Alemania del siglo XIX, nacionalismo que –de otro tipo- se dio también en el siglo XX. Hoy, los historiadores “han dicho adiós” a la idea de grandes grupos de campesinos germánicos libres que habrían formado un elemento importante, a veces dominante, en las sociedades que emergieron tras el imperio romano.

Volviendo a los enterramientos en Hispania, parece engañosa la idea de que las necrópolis son grandes: en el caso de El Carpió de Tajo, teniendo en cuenta que fue utilizadoa ininterrumpidamente durante dos siglos, el número total de tumbas descubiertas ha sido 285, con personas de todas las edades y de ambos sexos, lo que lleva a concluir que esta necrópolis no es grande. Por último se dice que las dos culturas centroeuropeas que han sido consideradas como ancestros de los godos, los theruingi y los greuthungi, practicaban las inhumaciones sin armas, siendo los casos con ellas raros, pero se han encontrado en algunos enterramientos. En cambio los francos, anglos, sajones, lombardos y otros sí enterraban a los muertos junto a sus armas, por lo que el caso de los godos sería distintivo de los pueblos anteriormente citados.



[i] Por ejemplo, los sepulcros excavados en roca de la provincia de Cáceres que ha estudiado Antonio González Cordero. También la necrópolis de la Dehesa de la Cocosa en la provincia de Cuenca, estudiada por Mercedes López Requena y Rafael Barroso Cabrera.

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