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“Los antiguos imperios
asirio, babilónico, fenicio y persa”, junto con el de Alejandro Magno, tuvieron
en común el gusto por el lujo entre los gobernantes y los grupos dirigentes de
la sociedad, se lee en un folleto de la exposición que está ofreciendo CaixaForum
(Madrid) sobre el lujo entre los antiguos.
Es cierto que estos
imperios, aunque distintos entre sí (los fenicios, en realidad, tuvieron una
especial preocupación comercial) establecieron corredores de comunicación entre
el Mediterráneo y parte de Asia.
Solo entrar a la
exposición nos encontramos con un pez de tamaño regular que resulta
originalísimo en su naturalismo y trabajado en oro: las escamas, la boca y los
ojos, la cola del pez, es o fue un frasco para aceite de entre el 500 y 400 a.
de C. procedente de Tayikistán. Un relieve en yeso, de entre 645 y 635 a. de C.,
se nos ha conservado sin la pintura que, al menos en parte, tuvo en su momento,
y también un obelisco de Asurnasirpal II en basalto (la pieza se encuentra
seccionada).
También un relieve con
cabeza de caballo ornamentada en yeso procedente de Jorsabad (710-705 a. de C.).
De los asirios del último imperio sabemos que utilizaron los ladrillos, la
madera de cedro y ciprés, según se lee en una inscripción en cilindro del rey
Asarhanddón (672 a. de C.), particularmente para los palacios. De estos "cilindros" poligonales se exponen varios, así como otras inscripciones.
En una forma de melón hecho con arcilla se ha escrito la crónica de Sargón II (650 a. de C.), y otra de Asurbánipal procedente de
Nínive (668-630 a. de C.), también en arcilla. En realidad las formas
sugerentes, los materiales ricos, el lujo, estaban unidos al poder político y a
la expansión imperial. Los antiguos, desde los asirios y babilonios hasta los
griegos macedonios, gustaron de los placeres sensoriales, aprovechando para
ello a los mercaderes de lo exótico, pues obras de unos han aparecido en
territorios de otros.
Podemos ver en la
exposición tres piezas del tesoro de Oxus, en Asia central (ríos Daria) y un
frasco para aceite decorado sobre fondo negro (arcilla) encontrado en Basilicata de entre 410-400 a. de C. Aquí ya
vemos el gusto griego en la decoración de los vasos. Se nos conserva un
calcógrafo[i] de
cobre y, de nuevo en Nínive, se encontró un músico en relieve, hecho con yeso, del
siglo VII a. de C. Estilizadas estatuas votivas procedentes de Chipre (s. VI a.
de C.) en piedra calcárea, un turbante chipriota del mismo siglo y material;
diversas joyas de oro del siglo V a. de C.
Otra vez en Nínive, los
asirios de los siglos VIII-VII a. de C. esculpieron un relieve donde hombres
que llevan frutas están trabajados en piedra. Y otro relieve con los jardines
de Nínive en un registro superior (s. VII a. C.) en yeso, donde se pueden ver,
en registros inferiores, carros, caballos, jinetes y armas (entre ellas, arcos).
Nínive ha sido un fondo de riqueza para los arqueólogos, pero también para los
que se han apropiado de piezas que luego han vendido a museos o
a los mejores postores: en este caso un relieve de mujer con flores, en yeso,
del siglo VII a. C.
Yéndonos a la
civilización griega puede verse una cabeza de sarcófago en mármol, del siglo IV
a. C., donde se observan las influencias egipcias, y una copa con cabeza de
toro, en arcilla, del siglo IV a. C. encontrada en Apulia.
Claro que todo este
refinamiento y riqueza eran exclusivos de los grupos superiores de aquellas
sociedades: la corte, los altos funcionarios, algunos generales de los
ejércitos, ricos comerciantes…, pero hoy podemos ver que, al tiempo que las
guerras y las rapiñas, existieron artífices que supieron dejarnos, en diversos
materiales, imágenes votivas, figuras fantásticas, tallas en piedra calcárea,
baldosas vidriadas, recipientes ricamente decorados y hechos en oro, pendientes
delicadísimos y monedas con la imagen supuesta de Alejandro el macedonio, una
de ellas, en plata, encontrada en Pérgamo.
Volviendo al folleto de
la exposición, se nos dice que “habiendo conseguido una señalada victoria
[Alejandro] con muerte de más de diez mil hombres, no acabó con Darío, que se
le había adelantado en la fuga cuatro o cinco estadios… Cuando vio las cajas,
los jarros, los enjuagadores y los alabastros, todo guarnecido de oro y
trabajado con primor, percibió al mismo tiempo el olor fragante que de la mirra
y los aromas despedía la casa…”, todo lo que los persas habían abandonado en la
ciudad de Damasco. Arte y guerra, dos
conceptos antitéticos que convivieron en otros tiempos como en la actualidad.
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