El cardenal Borja |
No se trata aquí de reproducir lo que una guía
turística diría, sino de plasmar las sensaciones vividas en este viaje a una
ciudad singularísima, que ha desbordado los márgenes de la meseta sobre la que
fue construida desde época romana, para continuar dando habitación a moros,
cristianos y judíos durante la Edad Media, dejando estos las muestras más
significativas de su particular cultura.
En una calleja sin
salida se encuentran, formando parte del subsuelo de una edificación actual,
unas termas romanas, o mejor dicho, la parte inferior de las mismas, que
corresponden al siglo I hasta mediados del II de nuestra era. Destaca una
estructura abovedada para la canalización del agua que, por su envergadura, da
idea de la importancia de la obra en su momento de esplendor. En realidad, el
yacimiento muestra los lugares donde trabajarían los que mantenían el funcionamiento
de las termas, seguramente esclavos, de ahí que no tengamos muestras vistosas
como en otros casos. Se conserva un arco de herradura con dovelas de ladrillo
bien trabajadas, así como el arranque de los pilares que sostendrían el suelo
de las termas. También se conservan muros de opus caementicium u hormigón romano, que atraviesa el hipocausto
(sistema de calefacción).
Quizá estas termas
estaban compuestas por tres edificios adosados, el central más alto, cubiertos
a dos aguas. Otro gran arco de medio punto, construido con dovelas de piedra,
deja ver un fragmento de muro, y en otro lugar se ha descubierto la pared
curva de un aljibe medieval. Buena parte de la ciudad vieja está horadada por
galerías con yacimientos arqueológicos de diversas épocas.
En medio de la ciudad
vieja se encuentra una de las catedrales góticas más notables de España, quizá
la que debe menos a la influencia francesa, aunque también encontramos aquí
vidrieras que no llegan a la amplitud y magnificencia de las de León o
Chartres. Pero sí podemos ver la enorme importancia de su decoración
escultórica, como era común más en el gótico que en el románico y en los
estilos posteriores, sobre todo por la monumentalidad de la misma.
En una de las portadas
se abalanza un león contra un ave fantástica, sobre cuyas figuras, en registros
a mayor altura, se representan edificios. Bajo doseles, figuras en bulto
redondo con los pliegues que tanto gustaba representar a los escultores de
aquellos siglos, con personajes que muestran un naturalismo desconocido para
los del románico. Arcos apuntados y trilobulados, estatuas sobre peanas en las
jambas de las portadas, la más notable de ellas desde la que se pueden ver la
torre y la cúpula flanqueándola.
En el interior el transparente de Narciso Tomé, capricho
barroco que solo puede concebirse si se quiere rizar el rizo en una obra
inmensa, tanto en la girola de la iglesia, donde se encuentra aquel, como en
toda la estatuaria de la catedral, con escenas complejas de arrebatos místicos,
movimientos teatrales, abundancia de ropajes labrados en piedra o mármol,
arquillos y nichos con figuras, angelotes que se suspenden casi en el aire. El
coro es un trabajo formidable, con escenas guerreras donde se representan
caballos, lanzas y otras armas, soldados y gentes de la más variada condición.
Pequeños detalles, como el del perro que lame las heridas al mendigo, se suman
a otros en los numerosos asientos.
En una de las
dependencias de la catedral toledana se encuentran pinturas de El Greco (un San
Pablo, obra de entre 1605 y 1610) en óleo sobre lienzo, y una muy conocida de
Tiziano, el retrato de Pablo III[i],
en óleo sobre tabla, donde el anciano y sedente personaje aparece pensativo,
con la gran esclavina roja. Aquí tiene la cabeza descubierta, al contrario que
el cuadro con el mismo personaje de 1543. También se encuentra aquí el retrato
del cardenal Borja[ii]
en óleo sobre lienzo, obra de los últimos años de Velázquez a mediados del
siglo XVII. El personaje nos mira, tocado con el bonete y la esclavina roja,
destacando la palidez de su rostro sobre el fondo negro.
En uno de los laterales
de la catedral se encuentra, desde hace pocos años, la tumba del arzobispo
Bartolomé Carranza (ver aquí mismo “Carranza, un reformador condenado”). Pero
para ver el interior de la catedral con sus riquezas, tuvimos que pagar a un
esbirro del arzobispo crecida cuota…
Obra grandiosa, pero
poco acorde con el espíritu franciscano, es el monasterio de San Juan de los
Reyes, construido con el dinero que aportaron los Reyes Católicos. Profusión de
pináculos, iglesia de una sola nave pero de gran altura, con escudos a un lado
y otro de la cabecera; lo más interesante, quizá, es el claustro, obra
realmente profusa y de varios autores, especialistas unos en desnudos (niños),
detalles pintorescos (jugando o trabajando en un ambiente campestre), monstruos
de las más variadas formas con grandes orejas, fauces, alas y escorzos; aquí un
mono come unos frutos, allí una bestia alada con patas de ave, granadas quizá
alusivas al reino por conquistar, pues el monasterio se levantó con ocasión de
la victoria de los reyes en Toro (1476).
Callejeando por Toledo
aparecen arcos de herradura construidos con ladrillo, flores entre las rejas de
las ventanas, calles con pintorescos nombres (Bajada del Pozo Amargo, Cuesta de
los Pajaritos…), espadañas y portadas nobles, puertas defensivas,
almohadillados, estrecheces que sugieren chismorreos y vecindad, portalones,
torres mudéjares, jardines desde los que asomarse al Tajo (en las proximidades de
la sinagoga del Tránsito hay un balcón que permite ver, muy cerca, un meandro
del tranquilo río). En una de esas calles se encuentra la sede del archivo
histórico, con un sobrio claustro de columnas en dos pisos.
El Toledo judío se ve
mejor que en ninguna otra parte en la zona más próxima de la ciudad al Tajo,
donde es más fácil el contacto con el río: allí está la judería, con el barrio
del Alacava[iii],
el degolladero, el puente de San Martín y las sinagogas, de Santa María la
Blanca y del Tránsito. Nada menos que ocho puertas había para acceder al barrio
de los judíos medievales.
En un museo sefardí
adjunto a la sinagoga del Tránsito, que recoge objetos de muy diversas épocas y
motivos, se encuentran las losas sepulcrales de unos y otros. El espacio
ocupado por esta sinagoga contaba con un patio y varios aljibes, despensa, cocina
y salas, correspondiendo la mayoría de la excavación a los siglos XII y XIII, y
en el siguiente, bajo el patrocinio económico de Samuel ha Leví, se arrasaron
aquellos edificios para construir la sinagoga, cuyo exterior es de planta
rectangular, con muros de mampostería y ladrillo y arcos en la parte superior.
El interior es fastuoso por la decoración de su pared principal, con ricas
ornamentaciones, oraciones y frases poéticas en los frisos. La creencia en otra
vida tras la muerte está muy arraigada en el pueblo judío, y de ahí los rituales religiosos.
En el museo se conserva
un ídolo doméstico de basalto con un gran pico, que se remonta al 4º milenio.
Se trata de un “altarcito” procedente de Golán. También hachas de bronce del
segundo milenio, un vaso carenado (cerámica de la misma época), ropajes de
sefardíes, objetos rituales, domésticos, fotografías de judíos de los dos
últimos siglos…
Al otro lado de la
ciudad, extramuros, encontramos el hospital mandado construir por el arzobispo
Tavera: exageración para una época en la que ser hospitalizado era, en muchas
ocasiones, antesala de la muerte. Imponente edificio, se encuentra algo
alejado, pero casi enfrente, de la puerta de Bisagra, con las águilas bicéfalas
imperiales. El hospital consta de tres cuerpos, el superior más bajo que los
otros dos, el inferior almohadillado y el del centro con grandes sillares. La
portada, que se extiende esbelta atravesando en su mitad los tres cuerpos, es
de gusto clasicista, decorándose las ventanas, adinteladas las del cuerpo inferior,
con arcos de medio punto las del central, con potentes almohadillados.
El edificio de
Ayuntamiento, de estilo herreriano, Toledo de noche y de día, sus
mazapanes, el regusto judío y mudéjar, pero ante todo, el verdadero poder de Toledo,
antes y ahora, es la Iglesia, con sus riquezas inmensas y sin precio.
En contrapunto, la
estación del ferrocarril, construida a principios del siglo XX siguiendo un
estilo neomudéjar, conserva su antiguo buzón de correos, el artesonado de la
época, las ventanillas donde se expedían los billetes. ¡Que gran acierto el de aquellas autoridades y arquitectos! Demostraron ser cultos y respetuosos con la historia de la ciudad.
[i] Uno de
los miembros de la familia Farnesio, que ejerció el mecenazgo en su favor
encargándole a Antonio de Sangallo la construcción de un palacio en Roma.
[ii] De la
familia Borgia, el retrato de la catedral es el original, habiendo una copia en
el Museo de Arte de Ponce, al sur de Puerto Rico. Entre otros cargos, el
cardenal Borja fue arzobispo de Toledo y embajador ante el papa.
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