lunes, 7 de octubre de 2019

Viaje a Toledo

El cardenal Borja

 No se trata aquí de reproducir lo que una guía turística diría, sino de plasmar las sensaciones vividas en este viaje a una ciudad singularísima, que ha desbordado los márgenes de la meseta sobre la que fue construida desde época romana, para continuar dando habitación a moros, cristianos y judíos durante la Edad Media, dejando estos las muestras más significativas de su particular cultura.

En una calleja sin salida se encuentran, formando parte del subsuelo de una edificación actual, unas termas romanas, o mejor dicho, la parte inferior de las mismas, que corresponden al siglo I hasta mediados del II de nuestra era. Destaca una estructura abovedada para la canalización del agua que, por su envergadura, da idea de la importancia de la obra en su momento de esplendor. En realidad, el yacimiento muestra los lugares donde trabajarían los que mantenían el funcionamiento de las termas, seguramente esclavos, de ahí que no tengamos muestras vistosas como en otros casos. Se conserva un arco de herradura con dovelas de ladrillo bien trabajadas, así como el arranque de los pilares que sostendrían el suelo de las termas. También se conservan muros de opus caementicium u hormigón romano, que atraviesa el hipocausto (sistema de calefacción).

Quizá estas termas estaban compuestas por tres edificios adosados, el central más alto, cubiertos a dos aguas. Otro gran arco de medio punto, construido con dovelas de piedra, deja ver un fragmento de muro, y en otro lugar se ha descubierto la pared curva de un aljibe medieval. Buena parte de la ciudad vieja está horadada por galerías con yacimientos arqueológicos de diversas épocas.

En medio de la ciudad vieja se encuentra una de las catedrales góticas más notables de España, quizá la que debe menos a la influencia francesa, aunque también encontramos aquí vidrieras que no llegan a la amplitud y magnificencia de las de León o Chartres. Pero sí podemos ver la enorme importancia de su decoración escultórica, como era común más en el gótico que en el románico y en los estilos posteriores, sobre todo por la monumentalidad de la misma.

En una de las portadas se abalanza un león contra un ave fantástica, sobre cuyas figuras, en registros a mayor altura, se representan edificios. Bajo doseles, figuras en bulto redondo con los pliegues que tanto gustaba representar a los escultores de aquellos siglos, con personajes que muestran un naturalismo desconocido para los del románico. Arcos apuntados y trilobulados, estatuas sobre peanas en las jambas de las portadas, la más notable de ellas desde la que se pueden ver la torre y la cúpula flanqueándola.

En el interior el transparente de Narciso Tomé, capricho barroco que solo puede concebirse si se quiere rizar el rizo en una obra inmensa, tanto en la girola de la iglesia, donde se encuentra aquel, como en toda la estatuaria de la catedral, con escenas complejas de arrebatos místicos, movimientos teatrales, abundancia de ropajes labrados en piedra o mármol, arquillos y nichos con figuras, angelotes que se suspenden casi en el aire. El coro es un trabajo formidable, con escenas guerreras donde se representan caballos, lanzas y otras armas, soldados y gentes de la más variada condición. Pequeños detalles, como el del perro que lame las heridas al mendigo, se suman a otros en los numerosos asientos.

En una de las dependencias de la catedral toledana se encuentran pinturas de El Greco (un San Pablo, obra de entre 1605 y 1610) en óleo sobre lienzo, y una muy conocida de Tiziano, el retrato de Pablo III[i], en óleo sobre tabla, donde el anciano y sedente personaje aparece pensativo, con la gran esclavina roja. Aquí tiene la cabeza descubierta, al contrario que el cuadro con el mismo personaje de 1543. También se encuentra aquí el retrato del cardenal Borja[ii] en óleo sobre lienzo, obra de los últimos años de Velázquez a mediados del siglo XVII. El personaje nos mira, tocado con el bonete y la esclavina roja, destacando la palidez de su rostro sobre el fondo negro.

En uno de los laterales de la catedral se encuentra, desde hace pocos años, la tumba del arzobispo Bartolomé Carranza (ver aquí mismo “Carranza, un reformador condenado”). Pero para ver el interior de la catedral con sus riquezas, tuvimos que pagar a un esbirro del arzobispo crecida cuota…

Obra grandiosa, pero poco acorde con el espíritu franciscano, es el monasterio de San Juan de los Reyes, construido con el dinero que aportaron los Reyes Católicos. Profusión de pináculos, iglesia de una sola nave pero de gran altura, con escudos a un lado y otro de la cabecera; lo más interesante, quizá, es el claustro, obra realmente profusa y de varios autores, especialistas unos en desnudos (niños), detalles pintorescos (jugando o trabajando en un ambiente campestre), monstruos de las más variadas formas con grandes orejas, fauces, alas y escorzos; aquí un mono come unos frutos, allí una bestia alada con patas de ave, granadas quizá alusivas al reino por conquistar, pues el monasterio se levantó con ocasión de la victoria de los reyes en Toro (1476).

Callejeando por Toledo aparecen arcos de herradura construidos con ladrillo, flores entre las rejas de las ventanas, calles con pintorescos nombres (Bajada del Pozo Amargo, Cuesta de los Pajaritos…), espadañas y portadas nobles, puertas defensivas, almohadillados, estrecheces que sugieren chismorreos y vecindad, portalones, torres mudéjares, jardines desde los que asomarse al Tajo (en las proximidades de la sinagoga del Tránsito hay un balcón que permite ver, muy cerca, un meandro del tranquilo río). En una de esas calles se encuentra la sede del archivo histórico, con un sobrio claustro de columnas en dos pisos.

El Toledo judío se ve mejor que en ninguna otra parte en la zona más próxima de la ciudad al Tajo, donde es más fácil el contacto con el río: allí está la judería, con el barrio del Alacava[iii], el degolladero, el puente de San Martín y las sinagogas, de Santa María la Blanca y del Tránsito. Nada menos que ocho puertas había para acceder al barrio de los judíos medievales.

En un museo sefardí adjunto a la sinagoga del Tránsito, que recoge objetos de muy diversas épocas y motivos, se encuentran las losas sepulcrales de unos y otros. El espacio ocupado por esta sinagoga contaba con un patio y varios aljibes, despensa, cocina y salas, correspondiendo la mayoría de la excavación a los siglos XII y XIII, y en el siguiente, bajo el patrocinio económico de Samuel ha Leví, se arrasaron aquellos edificios para construir la sinagoga, cuyo exterior es de planta rectangular, con muros de mampostería y ladrillo y arcos en la parte superior. El interior es fastuoso por la decoración de su pared principal, con ricas ornamentaciones, oraciones y frases poéticas en los frisos. La creencia en otra vida tras la muerte está muy arraigada en el pueblo judío, y de ahí los rituales religiosos.

En el museo se conserva un ídolo doméstico de basalto con un gran pico, que se remonta al 4º milenio. Se trata de un “altarcito” procedente de Golán. También hachas de bronce del segundo milenio, un vaso carenado (cerámica de la misma época), ropajes de sefardíes, objetos rituales, domésticos, fotografías de judíos de los dos últimos siglos…

Al otro lado de la ciudad, extramuros, encontramos el hospital mandado construir por el arzobispo Tavera: exageración para una época en la que ser hospitalizado era, en muchas ocasiones, antesala de la muerte. Imponente edificio, se encuentra algo alejado, pero casi enfrente, de la puerta de Bisagra, con las águilas bicéfalas imperiales. El hospital consta de tres cuerpos, el superior más bajo que los otros dos, el inferior almohadillado y el del centro con grandes sillares. La portada, que se extiende esbelta atravesando en su mitad los tres cuerpos, es de gusto clasicista, decorándose las ventanas, adinteladas las del cuerpo inferior, con arcos de medio punto las del central, con potentes almohadillados.

El edificio de Ayuntamiento, de estilo herreriano, Toledo de noche y de día, sus mazapanes, el regusto judío y mudéjar, pero ante todo, el verdadero poder de Toledo, antes y ahora, es la Iglesia, con sus riquezas inmensas y sin precio.

En contrapunto, la estación del ferrocarril, construida a principios del siglo XX siguiendo un estilo neomudéjar, conserva su antiguo buzón de correos, el artesonado de la época, las ventanillas donde se expedían los billetes. ¡Que gran acierto el de aquellas autoridades y arquitectos! Demostraron ser cultos y respetuosos con la historia de la ciudad. 



[i] Uno de los miembros de la familia Farnesio, que ejerció el mecenazgo en su favor encargándole a Antonio de Sangallo la construcción de un palacio en Roma.
[ii] De la familia Borgia, el retrato de la catedral es el original, habiendo una copia en el Museo de Arte de Ponce, al sur de Puerto Rico. Entre otros cargos, el cardenal Borja fue arzobispo de Toledo y embajador ante el papa.

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