Vista de los Montes de Toledo |
A la caída del califato
cordobés se conformaron, entre otras, tres grandes taifas: Toledo, Badajoz y
Zaragoza. Las revueltas y asesinatos en lucha por el poder habían acabado con
los miembros más allegados de la dinastía fundadora en Toledo, por lo que los
dirigentes decidieron recurrir a Santaver (hoy en la provincia de Cuenca),
donde se había constituido un pequeño reino taifa separado del de Valencia. La
familia taifa de Santaver procedía de la tribu Hovara, bereber, que
designó para ir a Toledo a Ismail.
A Ismail le sucedió
como rey de Toledo Almamún, que tuvo que sufrir el ataque del rey taifa de
Zaragoza, por lo que aquel se vio obligado a pedir ayuda al cristiano Fernando
I de León. La ayuda se pagó, por parte de Almamún, haciéndose tributario de
León, y así las cosas inició una política de expansión por el sur y el este. Se
apoderó de Córdoba y Valencia, sobrepasando la línea del Guadiana, hasta morir
envenenado en Córdoba por sicarios el rey Mohámid de Sevilla, Le sucedió su
hijo Hixem, que reinó poco tiempo, pasando al poder su hijo Yaya Alcádir, que
tuvo que sufrir la conquista de Toledo por el rey cristiano Alfonso VI.
Volviendo atrás, Hixem
era nieto de Alfonso VI, lo que explicaría la acogida que tuvo Alfonso una vez
derrotado por su hermano Sancho II de Castilla. Pero antes, Alfonso había seguido
en León una política iniciada por su padre Fernando I, el acercamiento al
papado y luego a la orden de Cluny, lo que le costó tener que abandonar el rito
mozárabe y adoptar el romano. Como es sabido, cuando muere Fernando I en 1065,
por decisión testamentaria, sus reinos se dividen entre sus hijos: Castilla,
posesión personal de Fernando, para Alfonso; León para Sancho y Galicia a
García, que sería depuesto sucesivamente por sus dos hermanos. Sancho no aceptó
la división que, según él, favorecía claramente a Alfonso, receptor de las
parias de Toledo. Alguna fuente señala que argumentó cómo en época de los godos
el reino no se dividía a la sucesión de cada uno de los monarcas[i].
Se produjo entonces la
guerra, siéndole favorable a Sancho y quedando Alfonso prisionero en el
castillo de Burgos, saliendo de allí desterrado a Toledo bajo el asilo del
tributario Almamún. La estancia en Toledo de Alfonso sirvió, quizá, para que
conociese la orografía del terreno, las murallas de la ciudad, sus puertas y
demás circunstancias, aunque no hubiese concebido, entonces, la futura invasión
de la taifa. Tenemos, pues, a Alfonso en Toledo desde 1072, gozando “de la
hospitalidad barbárica, salva su fe y cómo se le distinguiese en grado máximo…
por los sarracenos, paseando de acá para allá diese vueltas por Toledo a
discreción”[ii].
El rey de Toledo, además, “en la misma posesión real, fabricó mansión apropiada
para Alfonso y sus cristianos, para que tuvieran recreación, cuanto quisiera”[iii].
Pero ello por poco tiempo, pues en el mismo año 1072, murió asesinado Sancho en Zamora.
Los testimonios
históricos no coinciden sobre la salida de Alfonso de Toledo[iv].
Para el redactor de la Crónica Silense se trató de una huída, pues temió ser
detenido por el rey toledano Así, Alfonso llegó a Zamora y poco después firmó
un pacto con Almamún y su hijo -que quizá tuvo lugar en Olías del Rey[v]- de no atacarles, con motivo del socorro que prestó al taifa cuando fue
hostigado por el rey de Córdoba. ¿Agradecimiento por el trato recibido durante
su destierro o consideración de que la toma de Toledo no era posible en ese
momento? ¿La había concebido ya Alfonso?
La escasez de población
le llevó a buscar fuera de las fronteras de sus reinos la ayuda indispensable,
de ahí el matrimonio sucesivo con una serie de princesas francesas, sobre todo
borgoñonas, que aportaron hombres y armas. Mientras, en Toledo, el rey Yaya
Alcádir sufría un estallido de rebeldías y discordias. El gobernador moro de
Valencia se hizo independiente en 1075; el rey de Sevilla, Motámid, recuperó
dicha ciudad en 1076, así como muchos territorios toledanos al sur del
Guadiana. El rey moro de Zaragoza, Ben Hud, se apoderó de Molina de Aragón y de
Santaver, adelantando sus fronteras junto al río Guadiela, afluente del Tajo.
El rey cristiano Sancho Ramírez de Aragón puso sitio a la ciudad de Cuenca.
El rey toledano pidió
ayuda, entonces, a Alfonso VI, no considerándose este ya comprometido como sí con sus predecesores. Llegó Alfonso a acuerdos con los
príncipes moros enemigos tradicionales del toledano, firmando en 1078 un
acuerdo con Motámid de Sevilla, otro con el de Zaragoza, y el de Badajoz será
consciente de la débil posición de Yaya Alcádir. Este es el momento en que
Alfonso decide asestar el primer golpe por el oeste, teniendo un éxito completo al apoderarse de la ciudad de Coria en 1079. La conmoción que produjo esto frenó
al rey de Badajoz, Motawakill, que llegó a solicitar ayuda a los almorávides
norteafricanos.
Esta situación llevó a
Alfonso a exigir nuevos tributos al rey de Toledo, al tiempo que llevó acciones
relámpago por tierras toledanas y luego por la comarca de Guadalajara, mientras que Yaya Alcádir temía levantamientos en su propio reino. Esto le llevó a pedir
ayuda a Alfonso VI, mientras este daba largas a estos requerimientos al tiempo
que exigía más tributos. La situación se hizo tan desesperada para Alcádir que
huyó con su familia de Toledo, produciendo un vacío de poder que aprovechó el
rey de Badajoz para entrar en dicha ciudad en 1080. Alfonso, entonces, se
consideró árbitro de la situación, pues de nuevo era reclamado por Alcádir para
que le ayudase (estaba refugiado en tierras conquenses).
Alfonso exigió,
entonces, Toledo, comprometiéndose a entregar Valencia a Alcádir, para lo que
debía conseguir que el rey de Zaragoza renunciase a sus aspiraciones sobre la taifa mediterránea. En todo caso Alfonso se hizo con los castillos de
Canturias[vi] y
Zorita, vigilando Puente del Arzobispo, Calera y Rochas[vii]
y Talavera de la Reina. Motawakill terminó por huir a Badajoz, mientras la
división de los musulmanes de Toledo era cada vez más patente, viéndose algunos
más partidarios de entregar la ciudad al rey cristiano. Aún intentó Alcádir
continuar la resistencia aunque solo fuese para seguir disfrutando de la
riqueza del poder, pero sabedor de las pocas simpatías que tenía en Toledo, llegó un momento en que comprendió que no era posible continuar la
resistencia, máxime cuando ya se veían francos combatiendo al lado del rey
Alfonso.
Las capitulaciones las
ha explicado Menéndez Pidal[viii]:
los moros toledanos salvaban sus vidas y haciendas, así como sus mujeres;
tendrían libertad de permanecer o marcharse a otro lugar; se fijaba la misma
cuantía que pagaban a sus señores y rey en lo tocante a tributos; conservarían
para su culto y “por siempre” la mezquita mayor; entregarían las fortalezas, el alcázar real y la Huerta del Rey, lugar residencial y sobre el que Alfonso VI
tenía instalado el campamento; Yaya Alcádir tendría la posesión de las tierras
de Valencia, a donde se dirigió tras una estancia previa en Santaver,
gobernando cerca de siete años bajo la vigilancia del Cid y Alvar Fáñez…
[i] Primera
Crónica General”.
[ii]
Cronicón Silense.
[iii] “Rebus
Hispaniae”, Ximénez de Rada
[iv] José
Miranda Calvo, “La conquista de Toledo por Alfonso VI”. En esta obra se basa el
presente resumen.
[v] “La
Crónica General de España”.
[vi] Cerca
de Belvís de la Jara, en el Tajo.
[vii] Hoy al
oeste de la provincia de Toledo.
[viii] Crónica
“Adefonsus Imperator”.
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