sábado, 28 de noviembre de 2020

De Tiñosillos a Toledo

 

                                                 Convento de Tiñosillos (provincia de Ávila)*

Aunque la obra de  Andrés Martínez Esteban[i] sobre el cardenal Ciriaco Sancha y Hervás es un panegírico en algunas de sus partes de la figura del prelado, el contexto eclesial, político y social en el que enmarca la biografía del clérigo burgalés es de gran interés, aportando documentación de primera mano y muy variada en cuanto a sus características.

Al cardenal Sancha, cuando era obispo de Ávila, se debe la fundación de un monasterio trapense femenino en Tiñosillos, al norte de la provincia citada. El autor dedica una de las partes de su obra a exponer la lucha de Sancha “por la libertad de la Iglesia”, aunque nunca gozó da tanta como cuando se estableció en España un régimen liberal. Otra cosa es que la Iglesia considere “libertad” el goce de privilegios que tuvo antes del siglo XIX, muchos de los cuales siguió teniendo en dicha centuria y con posterioridad.

Nacido Sancha en Quintana del Pidio (sur de la provincia de Burgos) en 1833, participó en los debates que en su edad adulta van a provocar enfrentamientos entre los distintos grupos liberales, el episcopado español y el papa, siendo los principales temas objeto de controversia las regalías, la enseñanza, el matrimonio civil y la secularización de los cementerios. La Iglesia, en aquella época –y aún posteriormente- no aceptaba que el Estado reclamase para sí funciones y poderes que, hasta entonces, habían estado en manos de la Iglesia; la enseñanza como instrumento adoctrinador fue un arma que la Iglesia se resistió a dejar, y de hecho siguió manteniendo un fuerte control sobre buena parte de ella; no concebía la Iglesia que hubiese otro matrimonio que el consagrado por ella y el enterramiento en “lugar sagrado” fue considerado por la jerarquía eclesiástica como contrario a que los cementerios pasasen a manos del poder civil. Pero estos son solo algunos casos entre otros.

El autor de la obra que sigo aquí habla de que la época de Sancha es la del “Syllabus” (1864) o relación de lo que el papa Pío IX consideró “errores”, estando nuestro personaje en ese momento en Cuba. Cuando regresó heredó las consecuencias del documento citado y de la encíclica “Quanta cura”, publicada dos años antes, donde no se aceptaba la libertad de culto ni otras propias del liberalismo de la época.

Estos documentos provocaron división entre los católicos españoles (y de otros países) pues no otra cosa sino católicos eran los liberales progresistas y conservadores, los carlistas, muchos republicanos y, en general, la inmensa mayoría de la sociedad española. Es clave la apreciación de Martínez Esteban cuando dice que “tras la caída del Antiguo Régimen ¿cómo se comprendió a sí misma la Iglesia y cómo entendió su papel en la nueva sociedad liberal? Porque la concepción que la Iglesia tenía de sí misma marcó el ministerio de Sancha” sobre todo como obispo en Ávila, Madrid, Valencia y Toledo.

La respuesta que nuestro autor se da es que “la Iglesia se sentía incapaz de hacer frente a los cambios sociales que se estaban produciendo”, viendo que dichos cambios llevaban a una descristianización creciente. Lo cierto es que los templos se llenaban de fieles, las congregaciones católicas eran numerosas y fuertes y la Iglesia seguía manteniendo privilegiadas relaciones con los diversos gobiernos. Sanz del Río[ii], a quien cita Martínez Esteban, juzgó que ese fue el origen de la excomunión contra todo progreso. En el Boletín Eclesiástico de Santiago (número 918, correspondiente al año 1881) se habla de la “evidencia” de que la civilización moderna era enemiga de la cristiana.

Lo cierto es que la Iglesia había descuidado, entre otros, a un sector que se incorporaba, lenta pero inexorablemente, a nuevos tiempos en la ciudad, pero que también heredaba grandes penalidades en el campo. Dicho sector es el obrero, entendido en el más amplio sentido de la palabra, y por ello el obispo de Córdoba, en 1879, Zeferino González, publica un “Programa de los asuntos que conviene explicar en las conferencias de los Círculos Católicos de Obreros”. Pero con expresiones como “nada mejorará mientras nuestra divina Religión no se enseñoree del mundo”, no era posible caminar por la senda del liberalismo sin enfrentamientos, porque los obispos consideraban que la moral cristiana interpretada por la Iglesia era la única válida para regularizar las costumbres.

Sancha participó de la idea de que el origen del poder era divino, y esto fue otro escollo en el que tropezó con el liberalismo, con los “tiempos modernos”. Pero esto no era exclusivo de España: comentando un motín internacionalista en Roma, el periódico “La Época” pidió en 1877 al gobierno italiano que tutelase el orden público. “Si la Iglesia se penetrara –dice dicho periódico- de su verdadera conveniencia, si los partidos conservadores comprendieran sus deberes, fácil sería una amalgama en que el orden, la libertad y la religión de nuestros padres, dieran con ventaja la batalla al espíritu disolvente y anárquico que por todas partes se difunde”.

Lo que se difundía por todas partes eran las diversas ideas socialistas y del librepensamiento, pero esto último ya desde el siglo XVIII, y tiene interés la expresión “su verdadera conveniencia” referida a la Iglesia (en el texto anterior) haciendo una apelación a los partidos conservadores, que eran justo los que no estaban al lado de los grupos marginados de la sociedad.

Es más –dice Martínez Esteban-, quienes en el seno de la Iglesia querían armonizar cristianismo y libertad[iii] eran una minoría, considerándoseles durante mucho tiempo una peligrosa disidencia. La Iglesia quiso que el Estado se sometiese a ella en el plano moral al tiempo que el poder civil había ido acabando con un conjunto de inmunidades y privilegios que la Iglesia identificaba con derechos derivados de su misma naturaleza. Nada más lejos de la realidad a poco que se conozcan los orígenes del cristianismo.

Había, en efecto, un catolicismo liberal en España, pero éste no era el caso de Sancha, que desde su etapa de sacerdote en Cuba se había ido formando hasta la categoría de intelectual, habiendo nacido en el seno de una familia humilde y teniendo que sufrir la muerte de su madre a la corta edad de diez años. Se formó en el Seminario de Burgo de Osma, luego estudió teología dogmática, teología moral, historia eclesiástica y patrología, sagrada escritura y disciplina eclesiástica. Más tarde siguió en el Seminario de Salamanca, donde se licenció en Teología para volver luego a Burgo de Osma, pero ya como profesor de latín, religión e “historia profana”.

Para Martínez Esteban, sin embargo, Ciriaco Sancha vivió su experiencia decisiva en la ciudad de Santiago de Cuba, cuando no aceptó el nombramiento como arzobispo de Pedro Llorente[iv], insubordinándose, por tanto, con el Estado. Vuelto a España, años más tarde regresó a Cuba y fue director espiritual de unas conferencias, confesor (1863), predicador, censor eclesiástico, instructor de expedientes para las dispensas de parentesco y venía ejerciendo ya un oficio castrense desde 1862.

Viajó a Roma a sus treinta y cuatro años cuando, poco después, se convocaría el Concilio Vaticano I, y las tropas del rey Víctor Manuel II entraban en la ciudad en 1870. En España, dos años antes, había triunfado la revolución llamada por sus partidarios “gloriosa”, el krausismo se abría paso y las capas bajas de la sociedad española se organizaban más o menos eficazmente en asociaciones reivindicativas, en algunos casos violentas. ¿Cómo pedir que Ciriaco Sancha entendiese aquello, formado en la más acrisolada tradición católica? Cuando en 1876 sea nombrado obispo auxiliar de Toledo, ante la incertidumbre de los tiempos, Sancha no renunció a su personalidad, singularísima sin duda, a su inteligencia, superior claramente a la media entre los suyos, pero no se separó un ápice de la ortodoxia y así prosperó hasta el cardenalato, muriendo en 1909.


[i] “El Cardenal Sancha en la encrucijada de la Iglesia española”.

[ii] Nacido en Torrearévalo (norte de la provincia de Soria) en 1814, falleció en Madrid en 1869. Fue el introductor del krausismo en España.

[iii] “… tengo el cristianismo por religión de mi vida moral y la libertad por religión de mi vida política”, dice Emilio Castelar (citado por el autor al que sigo que, al mismo tiempo, toma el texto de T. Elorrieta, 1926).

[iv] En el contexto del llamado “cisma de Cuba”, por el que la Iglesia no aceptó las condiciones impuestas por el Estado español para la provisión de obispados vacantes y la forma de jurar el cargo. 

* http://www.monasteriodealloz.org/historia.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario