Es sabido que Miguel de Cervantes fue hecho prisionero, junto con su hermano, frente a la Costa Brava catalana, cuando viajaba desde Nápoles a España, convirtiéndose desde ese momento en el esclavo de un griego renegado.
Debieron ser muy duros
los cinco años de cautiverio argelino, pues Cervantes recurre a cautivos varias
veces en sus obras, y concretamente en “El Quijote”, se refiere a uno con estas
palabras: Gracias sean dadas a Dios por
tantas mercedes como le hizo; porque no hay en la tierra, conforme a mi
parecer, contento que se iguale a alcanzar la libertad perdida.
En septiembre de 1580
sería rescatado por dos frailes trinitarios que tenían como misión redimir
cautivos, el que profesaba en el convento de Madrid, Juan Gil, y el que profesaba
en Baeza, Antonio de la Bella. Antes se habían producido varios intentos de
huída por parte de Cervantes, pero sin éxito, ya porque le faltó la ayuda con
que contaban él y sus compañeros de aventura o por otras circunstancias. En una
ocasión, teniendo la oportunidad de ser liberado, prefirió que fuese su
hermano, que desde su llegada a España se preparó para traer a Miguel.
Al mes siguiente de
estar libre, en octubre de 1580, Cervantes prepara una “Información”
valiéndose de doce testigos para que su integración en la sociedad, de la que había estado ausente contra su voluntad, tuviese todas las garantías. Los
doce testigos habían sido con él cautivos en Argel, entre ellos Antonio de Sosa[i], y
se prestaron a dar respuesta a una serie de preguntas hechas por Cervantes en
presencia del citado Juan Gil y Pedro de Rivera, “escribano y notario
apostólico” éste, lo que el escritor consideró necesario, pues las respuestas de los
testigos fueron orales.
Las preguntas que hace Cervantes llevan implícitas, en ocasiones, las respuestas que se van a dar, pues al escritor le interesaba mucho que le fueran favorables, aunque él pretende en todo momento dar la sensación de sinceridad. En primer lugar los testigos identifican a Cervantes, sin lo cual todo lo demás no tendría valor; en segundo lugar dicen que estuvo cautivo en Argel cinco años “después que se perdió en la galera del sol”[ii] (sic) y luego añaden que es cristiano viejo, lo que de ninguna manera podían saber, pues le conocieron en cautividad y nada sabían de sus ascendientes. Ahora bien –dice Pina Rosa Piras-, si las respuestas prueban la reputación de nuestro escritor, lo de cristiano viejo quedaría supuesto.
Luego relatan los testigos los intentos de huida por parte de Cervantes y otros muchos cautivos, y es curioso que el escritor en sus preguntas pone de manifiesto que, en todos los intentos fracasados, se prestó a cargar con la culpa ante sus carceleros, lo que le llevó a no pocos tormentos y castigos: “encerrado y cargado de grillos y cadenas”. Cervantes, por orden del rey de Argel, fue llevado maniatado y a pie, “haciéndole por el camino, los moros y turcos, muchas injurias y afrentas”. Luego mandó el rey que le metieran en su “baño”, es decir, una cárcel, cargado de cadenas y hierros.
También fue castigado a
recibir dos mil palos, pero esto no se llevó a cabo, y luego Cervantes, en su
cuestionario de preguntas, introduce al fraile Blanco de Paz[iii],
que había traicionado a los cautivos cristianos. Sigue presentándose
como católico que se confesó y comulgó preceptivamente durante el cautiverio,
según testimonios de sus compañeros, todo ello por si el enemigo Blanco de Paz
actuaba contra Cervantes, escribiendo éste que el fraile dominico se había
visto en una pelea muy poco bronca, donde se dieron bofetones y coces con
gran escándalo.
Hemos dicho que Cervantes perseguía con estas preguntas, cuyas respuestas un notario registraba, integrarse en la sociedad sin problemas, que es lo mismo –dice Pina Rosa Piras- que con la Inquisición, no fuese a ser que por encima de cautivo, fuese condenado por el alto tribunal. Ciertamente ¿se habría escrito “El Quijote” con Cervantes preso? Muy probablemente no, porque las lecturas que le llevaron a escribirlo no hubiera podido tenerlas don Miguel, hecho preso a los veintiocho años y recuperada su libertad a los treinta y tres.
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