El palacio adquirido por Fortuny Madrazo en Venecia
Haber nacido en Granada
quizá condicionó la vida de Mariano Fortuny Madrazo, hijo de Mariano Fortuny,
éste catalán de Reus, pero también el haberse criado en medio de las
colecciones orientales de su padre, que desde un viaje a Marruecos se sintió
fascinado por lo oriental. La guerra de África de 1854 quizá inspiró al segundo para pintar el monumental cuadro de 9,72 por 3 metros, que se encuentra en el
Museo Nacional de Arte de Cataluña.
Mariano Fortuny hijo
también se sintió, desde muy pronto, fascinado por lo oriental, tanto el norte
de África como Irán y otros territorios asiáticos. Nació en Granada en 1871, a
donde sus padres se habían trasladado tres años antes y, adolescente, se siente
cautivado por la Alhambra, con sus delicadísimas celosías, los mocárabes, la
ornamentación oriental[i].
Huérfano de padre muy
pronto, la familia se traslada a París y allí Fortuny conoce el orientalismo
francés, habiéndose llevado a la capital francesa los objetos y tejidos de su padre. La
traducción de “Las mil y una noches”[ii]
en 1889, se ha dicho, influyó mucho, al menos entre minorías, para el gusto por
lo oriental, pero también el conocimiento que se va teniendo de la expedición
que, casi un siglo antes, había realizado Bonaparte a Egipto, trayendo sus
consejeros culturales objetos e información.
La obra de Delacroix,
particularmente “La muerte de Sardanápalo”, “El Mulay Abderraman” y, sobre todo
“La matanza de Quios”, junto con las impresiones que Flaubert plasmó cuando
regresó de un viaje a oriente, también influyeron en Francia y particularmente
en París. Fortuny se entrega, desde muy pronto, a la ornamentación y la
sensualidad que tan presente está en lo oriental, particularmente árabe.
En su producción
destacan las lámparas, que fabrica en Venecia desde los 18 años (con el tiempo
se nacionalizó italiano) y la ciudad italiana, “rebosante de oriente”, no hace
más que confirmarle en sus predilecciones. El éxito le lleva a la actividad
empresarial y viaja a Berlín, Viena y a algunas ciudades españolas, siempre por algún motivo relacionado con su profesión creativa.
En Venecia se instala,
en 1902, en el Palacio que ahora es la Casa-Museo con su nombre, edificio
construido en el siglo XV, y allí empieza a idear, recién estrenada la
electricidad, la iluminación para el teatro. Un viaje que realizó a Bayreuth,
donde se representaban las óperas de Wagner, le lleva a comprender que se está
entrando en una cultura de masas, ideando la iluminación indirecta con diversos
colores.
En cuanto a los tejidos
para vestidos se inspira en la antigüedad (desde 1907), pero también en
oriente, con plegados sutilísimos y estampados que hablan continuamente de Irán
y los países norteafricanos. Los algodones estampados, las influencias persas y
ciertas especies vegetales (como la flor de cardo) entran en sus composiciones,
incrustando estas últimas en sus vestidos, y así consigue efectos de luz
y relieve en los tejidos.
En cuanto al
interiorismo no cabe duda que –como el art
nouveau- su producción solo tiene sentido para el consumo de la alta
burguesía y es quizá ahora cuando más se ve influido por la estética de Ruskin[iii],
espiritualista y contraria al funcionalismo de líneas rectas y formas
geométricas. Esto se opone a la curva y la estética floral, con motivos
estilizados, repetitivos, caligráficos y figurativos.
Fortuny murió en 1949 y hoy, sobre todo desde 1986, ha surgido en Venecia una industria que vuelve sobre los pasos del artista granadino, orientalista y ya definitivamente universal.
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