Plaza de San Francisco de Sevilla (*)
De gran interés me ha
parecido el trabajo de Rudy Chaulet[i]
sobre los esclavos vistos a través de las relaciones de sucesos en la Edad
Moderna. Dicho grupo social era significativo en la población española en el
tránsito de la Edad Media a la modernidad, distinguiendo el autor citado a los
cristianos esclavos en tierras musulmanas de los esclavos africanos en España,
siendo seguramente los primeros los más numerosos.
Las relaciones de
sucesos quizá dan una imagen algo distorsionada de los esclavos, pero aportan
datos suficientes para que nos podamos acercar a la realidad, apareciendo casi
siempre como elementos secundarios, sobre todo en el caso de los poseídos por
los españoles. El autor señala que la sociedad de la época era esclavista, no
porque la mayor parte de ella fuese esclava, ni porque la mayor parte de la
riqueza procediese del trabajo esclavo, como ocurría en la antigüedad, sino
porque la existencia de los esclavos era admitida por todos.
Los juristas y teólogos
de Salamanca censuraban la esclavitud de los indios en América (prohibida por
las leyes desde el reinado de Carlos I), y también la trata de negros en el
golfo de Guinea, delegada a los portugueses, pero no condenaban, ni en España
ni en América, la esclavitud de estos negros.
Se considera que los
esclavos en España debieron ser unos 750.000, la mayor parte de ellos traídos
presos a la península durante toda la Edad Moderna. El autor relata el caso de
un personaje que, enamorado de una muchacha, se hace pasar por esclavo para,
detenido, sea devuelto a la casa donde dice ejercer como tal, y para que su
condición de esclavo no fuese puesta en duda, incluso se hace la marca con el
carimbo en la cara. Este ejemplo (que no es de un esclavo verdadero) y otros,
muestran que los esclavos estaban integrados en la sociedad urbana. El autor
cita otro caso, el de una niña esclava de doce años, “herrada con las marcas de
una ese y un clavo en los carrillos”.
Hay una “relación” en
la que se habla de “como los cristianos esclavos de las cuatro galeras de
Rodas, se han levantado con ellas, con ayuda de los renegados” (1627). En éste caso
se aplica la denominación de esclavo a todos los cristianos que se encuentra
bajo dominación musulmana. Otra relación habla del romance de un caballero,
natural de Logroño, herido en el asalto “que se dio a la rendida y esclava Buda”
(una de las partes de Budapest), en 1686, lo que constituye –dice Chaulet- una
novedad, pues no se trata de una esclavitud individual, sino de toda una
ciudad.
Llegó el momento en que
pareció que a los españoles repugnaba cada vez más usar la palabra esclavo
cuando un cristiano se encontraba privado de libertad, mientras que reservaban
dicha palabra a los musulmanes vendidos y comprados por los cristianos.
Mientras tanto se consideraba normal la privación de libertad para individuos
africanos, e incompatible la esclavitud para quien tenía la
dignidad de cristiano.
Pocas veces se alude –dice
Chaulet- en las relaciones de sucesos, al modo de abastecimiento de esclavos en
España, nunca se menciona la trata negrera y las importaciones de esclavos a
través de mercaderes portugueses. Las únicas referencias son las que
corresponden a la captura de turcos o berberiscos en el Mediterráneo por barcos
españoles o pertenecientes a otras naciones cristianas. Una relación de 1620
habla del conde palatino hereje, rey injusto de Bohemia[ii],
que había eliminado de las iglesias todos los altares, imágenes, cruces, etc. A
continuación se da cuenta de cómo los malteses habían cogido una embarcación
que de Alejandría iba a Constantinopla, “con presentes para el Gran Turco, de
valor de setenta mil ducados; y hecho esclavos ciento y diez Turcos”.
Otra relación firmada
por Manríquez Sarmiento[iii]
habla del apresamiento de varias galeras de Cecilia[iv],
Malta y Florencia en la Morca (¿) donde hacía “el Gran Turco una fortaleza… las
cuales se pusieron a huir en viendo las nuestras”, citándose a continuación la “infinidad
de esclavos” que los cristianos rescataron, además de riquezas y otras
mercancías (1615). Se ve la intención de alabar la potencia de las armadas
cristianas, siendo cierto que los conflictos en el Mediterráneo contribuyeron a
proveer el mercado español de esclavos. Durante la expedición de Túnez, en
1535, se liberaron 20.000 cautivos cristianos, pero también se capturaron
10.000 esclavos musulmanes que fueron vendidos a los mejores postores en Italia
y España.
Se conoce el caso de
una renegada de Valladolid en varias versiones, eligiendo nuestro autor la que “contiene
un dulce tratado” sobre la mujer que, siendo cautiva en Bujía, renegó del
cristianismo y se casó con un rico moro con el que estuvo veintiséis años.
Al cabo fue hecho cautivo un clérigo hermano suyo que sirvió a la renegada como
esclavo durante tres años, descubriéndose luego de ese tiempo su parentesco, lo
que llevó al arrepentimiento de la mujer, viajando a Roma (1585).
Otra relación fue hecha
por un religioso capuchino que había sido cautivo en 1625 por los turcos,
resultando luego arrepentido de haber vivido (probablemente por la fuerza) en
la religión musulmana, pidiendo el bautismo a un sacerdote que era esclavo suyo
(1626). Aquí el esclavo bautiza a su amo. Relación distinta es la que habla de
la conversión, bautismo y muerte “por Justicia, ejecutada en la Plaza de San
Francisco de Sevilla, de Francisco Ignacio, antes Moro y esclavo” en 1625. Fue
escrita por un jesuita y el protagonista es un norteafricano que, tras haber
sido capturado, “por su bien” –dice el narrador- huyó después de servir tres años, matando al que quería detenerle.
Otro es el caso
contenido en una carta de un jesuita a otros jesuitas, dándoles cuenta de la “admirable
conversión, y dichosa muerte de un Moro” convertido al cristianismo en 1647[v].
Su amo le había otorgado la libertad (carta de horro), pero el liberto, lejos
de abandonar Cádiz se quedó, y ello le llevó a la muerte.
Cuando fue condenado, su “rostro sin género de mudanza” mostró una “devotísima suspensión de los sentidos”. Cuando lo llevaron al palo para agarrotarle, rompiéndose el cordel después de cuatro vueltas del garrote, seguía vivo, lo que fue la admiración de todos. Se preparó todo “para otro nuevo sacrificio de la vida”.
[i] “¿Dónde están los esclavos?...”.
[ii] Se trata de Fernando de Habsburgo, que comenzó su reinado un año antes y posteriormente fue emperador del Sacro Imperio y rey de Hungría.
[iii]https://bibliotecavirtualmadrid.comunidad.madrid/bvmadrid_publicacion/es/consulta/registro.do?id=20038
[iv] Debe tratarse de Cilicia, al sur de la actual Turquía.
[v] El autor anota sobre el papel de los jesuitas en la preparación de los condenados a la pena capital.
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