El emperador Adriano,
además de ser muy culto y refinado, estuvo imbuido de la alta dignidad que
ostentaba, por lo que mandó construir en Tivoli, en el interior del Lacio, un
conjunto palaciego que está siendo objeto de excavación, porque lo que hasta
ahora se conoce no es todo lo que existió en su momento (siglo II de nuestra
era).
El edificio más grande
es el de las Cento Camerelle, de planta
rectangular con varias alturas, con bóvedas de cañón y túneles, pero algunas
partes ya estaban construidas a finales del siglo I, con la parte interior
al aire libre. Algo alejado está el Canopo,
un estanque muy alargado, de más de cien metros de longitud, rodeado de una
galería.
Entre ambas estructuras
están unas termas, casi a mitad de camino entre aquellas y, al lado, otras
termas, pero ambas alejadas de unas terceras que se encuentran al lado del Cento Camerelle[i].
Una sala de los filósofos, un teatro marítimo, u patio o cortile junto a una biblioteca y unos edificios llamados hospitalia para las personas cuya
alcurnia no era de las más elevadas. En realidad eran una serie de habitaciones
con un pasillo en el que se conservan mosaicos.
Cerca de los hospitalia está el triclinio imperial y,
en todo el territorio que ocupa la villa se suceden estatuas clásicas, un
palacio, plazas, vestíbulos, exedras y, alejados, un teatro griego y un templo
dedicado a Venus de Cnido, cuyo modelo escultórico se remonta a la Atenas del
siglo IV antes de Cristo.
Es evidente el aprecio a la cultura griega del emperador Adriano, pero también la influencia que el
mundo egipcio ejerció en él. Antínoo, por ejemplo, que fue un joven de Bitinia
del que Adriano se enamoró, parece que murió ahogado en el río Nilo ya por
voluntad propia o por otras causas, y a dicho personaje le dedica el emperador
el Antinoeion, delante de las Cento Camarelle, al lado de la calle
pavimentada con basalto que lleva al Gran Vestíbulo, según Anna María Reggiani[ii].
Configurada como un
tipo de ciudad agreste –dice la autora citada- Villa Adriana pretendió dejar
constancia del prestigio de su autor o inspirador, al tiempo que reflejó el
placer intelectual en contacto con la cultura literaria y artística griega y la
actividad política inherente al poder.
Adriano cultivó la
poesía, admiró la arquitectura y orientó algunas de sus obras, gustó de la
música y de las matemáticas, aún procediendo de uno de los extremos del
Imperio, según las fuentes que lo hacen de Itálica. En su juventud estuvo en
contacto con Lucio Lucinio Sura, que tuvo una dilatada vida política desde el
reinado de Vespasiano.
Anna María Reggiani
considera a Adriano una figura compleja y multiforme, dotado de gran
inteligencia y capacidad de planificación, empleando la cultura como
aglutinante entre las diversas partes de su imperio. Hizo muchos viajes a las
más alejadas provincias intentando mejorar su administración, y mantuvo gran
curiosidad por las manifestaciones culturales más dispares.
Villa Adriana fue un
lugar de arte, un museo de la antigüedad donde era posible encontrar copias de
obras u originales, mosaicos y pinturas, ornamentos y arquitecturas rodeadas de
árboles, todo ello para exaltación del emperador, que debió elegir el lugar por
su aspecto montuoso y escalonado. Las dimensiones de los edificios y conjuntos
hablan de ello y las excavaciones que se han realizado delante de las Cento Camerelle, cerca de la entrada al
Gran Vestíbulo, han dado buenos resultados. En torno al año 2000 ha salido a la
luz un complejo inédito constituido por un recorrido viario. Hoy se conoce la
planta del Antinoeion, una vez más
alargada, con una plataforma aterrazada dando entrada al Gran Vestíbulo.
En época de Adriano el
acceso a la Villa se hacía por un ramal de la Vía Tiburtina Valeria[iii]
y, rodeando el Cento Camerelle se
llegaba hasta las Grandes Termas, destinado aquel a los esclavos y sirvientes,
se ocultó mediante un muro que se construyó posteriormente. Poco después del
año citado se excavó en la Gran Exedra, descubriéndose un gran edificio
semicircular, cuyos materiales en las galerías subterráneas están mezcladas con
esculturas de estilo egipcio, lo que ha hecho suponer estemos ante un Serapeo[iv].
En la Gran Exedra algunas de las esculturas son egiptizantes, entre ellas los
Telamones de Antínoo-Osiris[v]
(asimilado el joven al dios egipcio).
Anna María Reggiani señala que entre 133 y 138 la figura de Antínoo aparece en las monedas, desapareciendo su culto con la muerte de Adriano (en Campania). El joven se asimiló en escultura a varias divinidades: Dioniso, Adonis, Vertumno[vi], Silvano[vii], Ganímedes[viii] y, como ya vimos, Osiris. La misma autora señala que Antinoe o Antinoopolis fue un centro con un templo de Ramsés II en la misma latitud de Hermopolis[ix], al otro lado del Nilo, conectada con los mercados del mar Rojo por antiguas vías caravaneras.
[i] Constaba de cien habitaciones o cámaras.
[ii] “Adriano y Egipto”.
[iii] Unía Roma con el Adriático.
[iv] De época helenística en Alejandría
[v] Columnas con forma de hombre que sostienen cornisas.
[vi] De origen etrusco, dios de las mutaciones a partir de la sucesión de las estaciones.
[vii] Dios de los bosques y campos, muy propio de una villa en Tivoli.
[viii] Príncipe troyano mitológico raptado por Zeus convirtiéndose en su amante, como Antínoo de Adriano.
[ix] Hay dos Hermopolis, una en el alto y otra en el bajo Egipto.
(En la imagen de arriba, las Grandes Termas de Villa Adriana: tibursuperbum.it/es/monumenti/villaadriana/GrandiTerme.htm)
No hay comentarios:
Publicar un comentario