Sierra guatemalteca
Un tinerfeño llamado
Luis Meilán fue enviado por su padre a Perú para que se ocupase de las
propiedades que allí tenía, conociendo en el viaje a Antonio Peraza, que con el
tiempo se convertiría en presidente de Guatemala entre 1611 y 1627, y durante
los tres primeros años de éste mandato, Meilán estuvo a su servicio como
secretario de cartas.
El presidente encargó
en cierta ocasión a Meilán la “visita general de obrajes” en Guatemala y allí
conoció a una señora noble de la que se enamoró perdidamente. Como Peraza
encargara a Meilán trabajos que le alejaban del lugar donde se encontraba la
señora, no los aceptó, abandonó el servicio a Peraza y profesó como religioso
en el convento de San Francisco, aunque para ello tuvo que solicitar permiso en
Itzapa[i],
obteniendo la autorización en el año 1614.
Entregó los bienes que
poseía y poco después recibió las órdenes del obispo de Chiapas,
estableciéndose en Guatemala, donde fue encargado de la portería del convento.
Desde este puesto ayudó a los pobres con tal generosidad que, si no fuese por
las extravagancias en las que luego incurrió, a buen seguro se le habría
recordado por sus muchas obras de caridad. Recorría las calles con leña para
entregar a los que no la tenían y, dentro del convento, llevó a cabo una
devoción consistente en arrastrar una pesada cruz que rompía el silencio
preceptivo. También pasaba muchas horas colgado de tres clavos retorcidos que
él mismo puso en una de las paredes de la iglesia.
A partir de cierto
momento se le ocurrió cultivar más devoción a las ánimas de lo que era lógico
suponer, teniendo con ellas diálogos pues, según él, venían de noche a su celda.
Los difuntos le pedían los sufragios que consideraban necesarios para purgar
los pecados, y así tuvo la visita de ajusticiados, perseguidos por la justicia
y otros desgraciados, pero siempre ya muertos.
Tanta rareza le llevó a
ser considerado como poseso del demonio, pues hacía gestos frenéticos y otros
abominables, echaba espuma por la boca, se arrojaba al suelo desde su cama, se mordía
y laceraba… Llegó, pues, el momento de exorcizarle, hasta que murió en 1642.
Una lástima porque el excéntrico monje no era mal poeta, como lo demostró
cuando escribió lo siguiente:
¡Mundo
quien te conociere,
cierto
estoy que no te alabe;
quiérete
quien no te sabe,
sábete
quien no te quiere!
Luis Meilán había nacido en Tenerife en torno a 1577, siendo conocido en el ámbito religioso como Fray Luis de San José Betancurt, no abandonando el convento sino en dos ocasiones: para lleva a cabo una misión –a la postre frustrada- con los indios de Taguzgalpa[ii] y otra a Roma en 1636.
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