Restos del templo de Atón en Amarna (*)
En la primera mitad del
s. XIV a. de C. gobernó Egipto Amenhotep III, predecesor de Akenaton, siendo su
poder enorme en la geopolítica de la época. Las riquezas de Egipto se basaban
en la agricultura, el oro de Nubia, la piedra de las canteras, los cedros
traídos del exterior y la plata de Anatolia, además de los productos derivados
del comercio por el mar Rojo.
Otros estados había ido
apareciendo o resurgiendo de antiguos esplendores: Babilonia, Asiria y Mitanni,
Creta, por ejemplo. En 1887 una aldeana descubrió en Amarna unos ladrillos de
arcilla que resultaron ser cartas diplomáticas de Amenhotep III. Las escrituras
eran cuneiformes, quizá para hacerse entender por los reyes extranjeros. Estos
hacían al faraón egipcio muchos regalos en muestra de lealtad y los egipcios
traían jirafas de Nubia, osos de Siria y pájaros de otros lugares.
El oro era
apreciadísimo por todos los reyes de la época, ofreciendo a Egipto princesas
extranjeras para el harén del faraón a cambio de aquel metal. Egipto, por su
parte, no permitía que princesas del país saliesen para contraer matrimonio con
otros reyes, no fuese que, con el tiempo, pudiesen alegar legitimidad sobre el
trono del Nilo.
Amenhotep III,
aprovechando su enorme riqueza, empezó un monumental programa constructivo a
base de grandes moles de piedra que, tras su extracción, dejaron cavernas y
galerías en las canteras. Trabajadores, médicos y aguadores se pusieron manos a
la obra para poder llevar a cabo tal programa, siendo el dios principal de este
faraón Amón-Ra.
Amenhotep hizo grandes
donaciones al templo de su dios y los sacerdotes del mismo se hicieron con un
poder mayor del que ya tenían. Los súbditos, por su parte, solo tenían noticia
de los triunfos del faraón mediante piedras talladas en forma de escarabajos
propagandísticos, donde se había grabado el texto conveniente. Así se dio
noticia de la elección de la reina, Ti, hija de un oficial.
El faraón mandó
construir dos templos en Nubia en honor de Ti y de él mismo y determinó reducir
el poder de los sacerdotes de Amón-Ra, eligiendo a otro dios, Atón, “el sol
visible”, poco antes de su muerte a los treinta y nueve años.
Le sucedió Amenhotep
IV, cuyo reinado se caracterizó –como es sabido- por una revolución artística
propiciada por él mismo, poniendo de manifiesto la vitalidad del mundo real, la
sensualidad y el movimiento. Se hicieron representaciones de la familia real
como si de personas no divinizadas se tratase, con las hijas en brazos del
faraón, pero las figuras llamaron la atención por su desproporción, delgadez,
con caderas enormes… ¿era una declaración de que un tiempo nuevo nacía?
Con el arte también se
produjo una revolución religiosa que había comenzado con Amenhotep III; se
abandonaron los dioses tradicionales, se cerraron sus templos y se expulsó a
sus sacerdotes. El mismo Amenhotep IV se hizo llamar Akenatón, “el que
beneficia a Atón”, propendiendo a un monoteísmo que, si bien posterior al de
Abraham, se anticipó varios siglos al de los redactores de la Biblia. Akenatón
se proclamó único sacerdote y rompió con el pasado en muchos aspectos.
El faraón estableció una
nueva capital en un lugar desolado a la que llamó Amarna, al norte de Tebas.
Mandó labrar estelas en los acantilados cercanos argumentado que el territorio
de Amarna no había pertenecido a ningún dios. Oficiales, escribas, soldados y
funcionarios se trasladaron a miles con sus familias y enseres a la nueva
capital, dejando atrás la cosmopolita Tebas. En Amarna se construyeron cuatro
palacios con jardines y un templo a Atón.
En 1912 arqueólogos
alemanes descubrieron en Amarna el busto que hoy conocemos como de Nefertiti,
la esposa de Akenaton, teniendo aquella un papel prominente en la vida pública.
Esta bella mujer, a juzgar por el busto, fue descrita por el propio faraón en
cartas poéticas, y las hijas de ambos, en número de seis, fueron representadas
en relieves repetidamente, en algunas ocasiones jugando con sus padres, escena
humana que nunca se había visto en la historia de Egipto.
(*) http://amigosdelantiguoegipto.com/?page_id=3737
No hay comentarios:
Publicar un comentario