miércoles, 12 de mayo de 2021

Dos faraones y sus obras

 

                                                    Restos del templo de Atón en Amarna (*)

En la primera mitad del s. XIV a. de C. gobernó Egipto Amenhotep III, predecesor de Akenaton, siendo su poder enorme en la geopolítica de la época. Las riquezas de Egipto se basaban en la agricultura, el oro de Nubia, la piedra de las canteras, los cedros traídos del exterior y la plata de Anatolia, además de los productos derivados del comercio por el mar Rojo.

Otros estados había ido apareciendo o resurgiendo de antiguos esplendores: Babilonia, Asiria y Mitanni, Creta, por ejemplo. En 1887 una aldeana descubrió en Amarna unos ladrillos de arcilla que resultaron ser cartas diplomáticas de Amenhotep III. Las escrituras eran cuneiformes, quizá para hacerse entender por los reyes extranjeros. Estos hacían al faraón egipcio muchos regalos en muestra de lealtad y los egipcios traían jirafas de Nubia, osos de Siria y pájaros de otros lugares.

El oro era apreciadísimo por todos los reyes de la época, ofreciendo a Egipto princesas extranjeras para el harén del faraón a cambio de aquel metal. Egipto, por su parte, no permitía que princesas del país saliesen para contraer matrimonio con otros reyes, no fuese que, con el tiempo, pudiesen alegar legitimidad sobre el trono del Nilo.

Amenhotep III, aprovechando su enorme riqueza, empezó un monumental programa constructivo a base de grandes moles de piedra que, tras su extracción, dejaron cavernas y galerías en las canteras. Trabajadores, médicos y aguadores se pusieron manos a la obra para poder llevar a cabo tal programa, siendo el dios principal de este faraón Amón-Ra.

Amenhotep hizo grandes donaciones al templo de su dios y los sacerdotes del mismo se hicieron con un poder mayor del que ya tenían. Los súbditos, por su parte, solo tenían noticia de los triunfos del faraón mediante piedras talladas en forma de escarabajos propagandísticos, donde se había grabado el texto conveniente. Así se dio noticia de la elección de la reina, Ti, hija de un oficial.

El faraón mandó construir dos templos en Nubia en honor de Ti y de él mismo y determinó reducir el poder de los sacerdotes de Amón-Ra, eligiendo a otro dios, Atón, “el sol visible”, poco antes de su muerte a los treinta y nueve años.

Le sucedió Amenhotep IV, cuyo reinado se caracterizó –como es sabido- por una revolución artística propiciada por él mismo, poniendo de manifiesto la vitalidad del mundo real, la sensualidad y el movimiento. Se hicieron representaciones de la familia real como si de personas no divinizadas se tratase, con las hijas en brazos del faraón, pero las figuras llamaron la atención por su desproporción, delgadez, con caderas enormes… ¿era una declaración de que un tiempo nuevo nacía?

Con el arte también se produjo una revolución religiosa que había comenzado con Amenhotep III; se abandonaron los dioses tradicionales, se cerraron sus templos y se expulsó a sus sacerdotes. El mismo Amenhotep IV se hizo llamar Akenatón, “el que beneficia a Atón”, propendiendo a un monoteísmo que, si bien posterior al de Abraham, se anticipó varios siglos al de los redactores de la Biblia. Akenatón se proclamó único sacerdote y rompió con el pasado en muchos aspectos.

El faraón estableció una nueva capital en un lugar desolado a la que llamó Amarna, al norte de Tebas. Mandó labrar estelas en los acantilados cercanos argumentado que el territorio de Amarna no había pertenecido a ningún dios. Oficiales, escribas, soldados y funcionarios se trasladaron a miles con sus familias y enseres a la nueva capital, dejando atrás la cosmopolita Tebas. En Amarna se construyeron cuatro palacios con jardines y un templo a Atón.

En 1912 arqueólogos alemanes descubrieron en Amarna el busto que hoy conocemos como de Nefertiti, la esposa de Akenaton, teniendo aquella un papel prominente en la vida pública. Esta bella mujer, a juzgar por el busto, fue descrita por el propio faraón en cartas poéticas, y las hijas de ambos, en número de seis, fueron representadas en relieves repetidamente, en algunas ocasiones jugando con sus padres, escena humana que nunca se había visto en la historia de Egipto.

(*) http://amigosdelantiguoegipto.com/?page_id=3737

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