pinterest.es/pin/90635011236297034/
Aunque durante mucho
tiempo se ha considerado al militar Humberto Delgado un representante de la
lucha contra el salazarismo portugués, lo cierto es que no solamente colaboró
con él desde puestos de alta responsabilidad sino que fue partidario del
régimen nazi. Solo el aislamiento de los puestos que ambicionaba por parte del
todopoderoso Salazar le llevaron a oponerse a la dictadura, pero no como
resultado de un convencimiento ideológico, sino por despecho.
Ya con veinte años
participó en el golpe de estado que convirtió a Portugal en una dictadura
camino del “Estado Novo”. Como en las elecciones presidenciales de 1958 fue
preterido por el régimen a favor de Américo Tomás, hizo un llamamiento para que
los militares se levantasen en armas: todo lo contrario a un demócrata.
Entonces sí, se convirtió en un acérrimo antisalazarista pero fue traicionado y
asesinado en la localidad española de Villanueva del Fresno, al sudoeste de la
provincia de Badajoz.
Desde que entra en
vigor la Constitución portuguesa de 1933[i],
un año después de que Oliveira Salazar fuese nombrado primer ministro, el
sistema, sin embargo, es pseudoconstitucional, muy parecido a los fascismos
europeos del momento; la sociedad quedaba organizada corporativamente y el
Estado no reconocía tanto libertades individuales sino que respondía a grupos
de intereses. El primer ministro era nombrado por el Presidente de la República
pero este no tenía poder real al ser “irresponsable” por sus actos políticos,
por lo que quien verdaderamente detentaba el poder era el primer ministro
(hasta 1968 Oliveira Salazar).
Ya en las elecciones de
1951, con la elección de Craveiro Lópes como Presidente de la República, se inicia
un distanciamiento entre este y Salazar, pues Craveiro no aceptaba ser una
comparsa del régimen. Esto llevará a que en el año 1958, cuando haya que elegir
de nuevo a un Jefe del Estado, Craveiro no sea ya el elegido por las instancias
del poder real, sino Américo Tomás, que terminará sus días políticos con el
triunfo de la “revolución de los claveles” en abril de 1974.
Lo cierto es que
Portugal mantenia una guerra colonial que sufrían, en distinto grado, los
soldados metropolitanos, los jefes y oficiales del ejército, los nativos de las
colonias, principalmente Angola, Mozambique y Guinea Bissau y otro personal
funcionario. Salazar defendía la permanencia del estado colonial pues era
consciente de que sin las posesiones de ultramar Portugal quedaba reducido a un
pequeño país sin relevancia en el mundo (ignoraba las posibilidades que le
daría la integración en la Unión Europea).
En 1958, además del candidato del régimen, dos personajes más compiten por la Presidencia de la
República: Humberto Delgado y Arlindo Pires Vicente, este sí verdadero antifascista
que fue animado por grupos socialistas y comunistas. A la postre se retiraría
para favorecer la candidatura de Delgado, que obtuvo el 25% de los votos
desafiando por primera vez al poder de Salazar. Pero al comenzar el año 1959
Delgado tuvo que exiliarse en Brasil, desde donde participó en varios intentos
infructuosos, como el fracasado de Beja en 1962[ii].
Los destinos
internacionales que tuvo Delgado, particularmente en Estados Unidos, quizá le
llevaron a considerar que una dictadura no tenía sentido y era injusta, pero su
dilatado pasado de colaboracionista no era el mejor pasaporte para ser creíble
por los demócratas. Fernando Cortés señala que el régimen salazarista
determinó su condena a muerte; a principios de 1965 Delgado fue engañado por
miembros de la PIDE, la policía política del régimen portugués y, junto a su
secretaria, la brasileña Arajaryr Campos, fueron asesinados entre Olivenza y
Villanueva del Fresno (Badajoz).
Sus cuerpos, para mayor escarnio, fueron llevados a las proximidades de esta última localidad y enterrados malamente con cal viva. Otros autores han estudiado este asesinato y el juicio que mereció en España[iii], además de la conexión italiana en el crimen[iv]. Pero Fernando Cortés no se detiene en el caso Delgado, citando otros crímenes de la dictadura portuguesa entre los que destaca la tortura y muerte de Germano Vidigal (Montemor-o-Novo) en 1945, el asesinato de José António Patuleia (Vila Viçosa) en 1947, el de Alfredo Lima (Alpiarça) en 1950, el de la campesina Catarina Eufémia en 1954 (Baleizâo, Bajo Alentejo), el de José Adelino dos Santos, jornalero de Montemor-o-Novo en 1958, los de António Dângio y Francisco Madeira, de Aljustrel, en 1962…
No hay comentarios:
Publicar un comentario