El parisino
François-Marie Arouet, más conocido por Voltaire, recibió las influencias
intelectuales y políticas de los pensadores del Renacimiento y del racionalismo.
Una de sus obsesiones fue la tolerancia que debía presidir todas las relaciones
humanas, estando tan lejos de conseguirse en su época como en la posteridad. La
libertad de conciencia nace de la convicción de que ninguna religión puede
erigirse como verdadera y absoluta. Voltaire ha sido considerado como un
precursor de las libertades democráticas, del pluralismo y de la diversidad[i].
En relación a su
defensa de la tolerancia incluso tuvo algunas polémicas con Diderot y agradeció
a los jesuitas la formación que recibió de ellos, escribiendo a uno de sus
profesores: “le debo algo más que un homenaje: fue usted quien me enseñó a
pensar”. A lo largo de su vida Voltaire escribió prolíficamente novela, teatro,
ensayos, mientras criticaba acerbamente a la aristocracia de su época; se
mostró moralista cuando criticó las prácticas incestuosas del regente Felipe
II, lo que le llevó a ser encarcelado durante casi un año a pesar del apoyo que
recibía del marqués de Pompadour[ii].
De todas formas siguió defendiendo la tolerancia religiosa y tuvo de las
religiones una opinión negativa, pero más por los abusos que las Iglesias
cometían, pues Voltaire no era ateo. Esto puede parecer contradictorio con su
ferviente racionalismo pero el hombre no puede escapar a su tiempo y a la
formación recibida por los jesuitas.
En no pocas ocasiones
atacó a las instituciones políticas de Francia, sobre todo durante la regencia
de Felipe II y durante el reinado de Luis XV[iii],
lo que le llevó a abandonar Francia y afincarse en Inglaterra, de la que
admiraba la convivencia entre los diversos credos religiosos, anglicanos,
cuáqueros, presbiterianos y antitrinitarios, quizá por los logros de la
revolución política de los años 1688-1689. En medio de toda su obra también
encontramos gran cantidad de sátiras y poemas.
En 1752 escribió una
obra que ha sido considerada como la primera de ciencia ficción, “Micromegas”,
nombre de un alienígena que visita la Tierra en compañía de otro pero de
distinto origen. Esta obra da a Voltaire ocasión para las críticas mientras se
va a vivir (permanecerá durante dos décadas) a la pequeña población de Ferney,
en la frontera con Suiza. Desde aquí denunció el poder de los clérigos, estudió
el progreso humano y se manifestó contra el providencialismo a partir de la
razón. También estudió las grandes civilizaciones asiáticas: China, Persia, Iraq,
Arabia, el Islam, el imperio mongol, Japón, India, Abisinia y Marruecos.
Quizá haya sido el
humanista más satírico, siendo continuador –según Isidro H. Cisneros- de Erasmo
de Rotterdam y de Pierre Bayle, el gran crítico del siglo XVII. Como ellos
luchó contra la superstición (también en su misma época Benito J. Feijóo), la
crueldad (Beccaría fue continuador) y el dogmatismo. El autor citado considera
que a Voltaire le debemos las aportaciones a favor de la libertad individual como
a Rousseau en favor de la igualdad.
No hay duda de que los
enciclopedistas del siglo XVIII se inspiraron en Voltaire para su magna obra y
nuestro autor, al escrutar tan terca y minuciosamente la sociedad y política de
su época, dejo escrito que “todo cuanto veo echa las semillas de una Revolución
que no dejará de llegar y de la que no tendré el placer de ser testigo”.
Habiendo nacido a
finales del siglo XVII murió once años antes del estallido revolucionario pero
de haber vivido durante el terror, la división de los revolucionarios, las
persecuciones y guerras en las que se vio envuelta Francia, quizá habría
agradecido haber muerto antes.
(Fotografía tomada de http://www.chateau-ferney-voltaire.fr/es/).
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