Entre el decimoprimer
milenio antes de Cristo y el noveno, una cultura se ha reconocido entre
Palestina, Líbano y Siria: es la natufiense, caracterizada por la
sedentarización de pequeños grupos humanos con una economía muy elemental al
principio donde no faltaban la caza, recolección de frutos silvestres, pesca en
los ríos y lagos, para derivar en una agricultura muy elemental, pero que
también evolucionó.
Cuando un período
glaciar que duró aproximadamente diez siglos dejó a estos natufienses sin
posibilidades de seguir con su forma de vida, luego de ese tiempo el clima se
recalentó y las lluvias sustituyeron a la nieve y el hielo. Hasta ese momento
se vivieron momentos, muy dilatados en el tiempo, de hambrunas y catástrofes
medioambientales desde el punto de vista de la sobrevivencia de los seres
humanos; seguramente también de algunos animales que no se adaptaron.
Los natufienses,
durante ese prolongado tiempo, tuvieron que diseminarse para, cada grupo,
intentar sobrevivir, muchas veces sin conseguirlo. El lago de Galilea, que se
había secado, presentó una tierra llana y fértil para ser cultivada. El agua
que descendía de las montañas no era suficiente para las necesidades de una
economía agrícola, por lo que los pequeños grupos tuvieron que obtenerla de
oasis y charcas donde el agua de lluvia se había estancado. En las colinas del
valle del Jordán enterraban a sus muertos, como ha demostrado la arqueología.
Aquellos seres cavaron
el suelo, sembraron frutos almacenados y regaron los huecos y surcos con el
agua porteada en pieles formando bolsas. Los espacios naturales volvieron a ser
agradables para la vida, excepto cuando surgía alguna helada prolongada,
lluvias torrenciales o ataques de animales salvajes. Plantas de otros lugares
fueron llevadas a los lugares elegidos, sobre todo variedades de trigo y cebada
que, una vez cultivados, empezaron a tener una morfología distinta de las
espigas silvestres: en estas el grano cae al suelo cuando madura; en el
cultivado permanece en su cascabillo.
Poco a poco dio
comienzo una cadena de producción consistente en cosechar, aventar y moler,
para lo que quizá se valieron de morteros ya conocidos por los antiguos
natufienses. Todo ello tuvo un coste: las personas vieron deformarse sus
huesos, sobre todo en las rodillas y pies como consecuencia de las posturas
adoptadas para el cultivo.
Simultáneamente estas
sociedades practicaron la caza, pues necesitaban proteínas y grasas, para lo
que construyeron arcos y flechas.
Estos grupos se
asentaron en casas hechas de barro y ramas, prueba de que pretendía quedarse en
el lugar que habían elegido y donde habían empezado a ver el fruto de varias
generaciones de trabajo. Las comunidades aumentaron, pues con la sedentarización
era posible que sobrevivieran más hijos que, con la vida nómada, que resultaban
un estorbo, además de que al alcanzar cierta edad podían contribuir con su
trabajo. Se dio entonces la familia extensa, sobre todo en los casos en que las
edades fueron altas.
A más agricultura más
gente y a más gente más agricultura, por lo que con la complejidad que esto
conllevó se necesitó organizar al conjunto con liderazgos. Definitivamente, la
sociedad se había hecho, por primera vez, algo compleja[i].
(Fotografía tomada de roble.pntic.mec.es/fpef0013/prehistoriaparaprincipiantes/Neolitico.html
[i] La denominación natufiense procede del wadi Natuf en Cisjordania.
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