En el siglo XV había en
América una enorme cantidad de pueblos en distinto grado de desarrollo
cultural, desde lo que luego conoceremos como Canadá hasta el bautizado por los
españoles más tarde Cabo de Hornos. Entre esos pueblos se formaban alianzas para
luchar contra otras alianzas, contra un tercero con el que más tarde hacían la
paz o era sometido. Así desde hacía siglos y quizá milenios.
Se sabe que en el
altiplano mexicano un imperio se había formado por haber sometido a otros desde
no hacía mucho tiempo en el siglo XV, aunque las resistencias hacían difícil el
equilibrio, hasta el punto de que algunos de los pueblos sometidos, los
tlaxcaltecas por lo menos, se mostraron muy hostiles al sometimiento, sobre
todo a la obligación de pagar crecidos tributos. En los Andes se había
constituido otro imperio que, al menos nominalmente, se extendía desde el
actual Ecuador hasta el norte de Chile, y hacia el interior en las alturas de
la actual Bolivia hasta la costa peruana. Los incas habían sometido a otros
pueblos, su máxima autoridad era denominada Inca, y como en el caso de los
mexicas del norte, se habían formado aristocracias, cacicazgos, curacas y otras
estructuras que estratificaban a la sociedad fuertemente.
El trabajo forzado
(mita) estaba instituido en las alturas de los Andes y en la costa del
Pacífico, se sacrificaba a los rebeldes o a los prisioneros para conseguir el
favor de los dioses, las guerras eran terribles y provocaban tragedias y
muertes sin número. En uno y otro lugar había señoríos en manos de unos pocos a
los que estaban sometidos unos muchos.
Cuando llegaron los
españoles y los portugueses a América a finales del siglo citado los primeros,
traspasaron el modo de vida hispánico (europeo) al nuevo continente. Se
valieron para conquistarlo de la superioridad tecnológica, de la guerra, de la
diplomacia y de la colaboración de pueblos sometidos por aquellos primeros
imperios de los que hemos hablado. Está claro que las monarquías española y
portuguesa se comportaron, en tanto que imperios, como todo imperio; explotaron
las riquezas en su favor, violaron leyes morales elementales, cometieron
crímenes, provocaron interminables guerras… no muy distinto de lo ya conocido
en América.
No entraremos aquí
sobre lo bueno que pudieron hacer los españoles en América: vías de
comunicación (a la postre con el trabajo indígena), ciudades, hospitales,
escuelas, edificios públicos, universidades, ganadería, etc. Interesa más ahora
hablar de la “convivencia” entre los que ya estaban en América en el siglo XV y
los que llegaron a finales de dicha centuria: conflictividad casi permanente.
No hay más que echar mano de la documentación existente sobre cualquiera de las
Audiencias establecidas para administrar justicia (o injusticia). Existen no
pocos estudios sobre los expedientes de estas instituciones en la América
hispana.
La extrañeza de los
nativos ante las costumbres y pretensiones de los conquistadores llevó a
guerras permanentes, pero también a guerras entre los nativos y a guerras entre
grupos distintos de conquistadores; el ejemplo de la guerra civil en Perú entre
Pizarro y Almagro es paradigmático de lo que decimos. Pero hay varias
diferencias notables entre la conquista y colonización española y otras: se
producía en un continente desconocido hasta entonces por el resto del mundo; la
abundancia de crónicas que han llegado a nuestros días donde se nos informa de
las circunstancias y esos mismos conflictos que han sido una constante. No
creamos que dichas crónicas fueron siempre favorables a los conquistadores
(Díaz del Castillo, López de Gómara…), sino también desfavorables (Bartolomé de
las Casas, Bernardino de Sahagún, Guaman Poma de Ayala…). Además hubo no pocos
frailes que denunciaron los abusos de los encomenderos, desde los primeros
tiempos de la conquista hasta el siglo XVIII, cuando las reformas de la
monarquía española pretendieron una mayor racionalidad en la colonización…
justo cuando ya estaban entrando en América las ideas de la Ilustración, las
noticias de la independencia de las colonias británicas del norte, los
acontecimientos de la Revolución Francesa. Otra diferencia es el fenómeno del
mestizaje, tan fecundo como en ninguna otra situación histórica.
Cuando los grupos
dirigentes de la sociedad americana deciden independizarse de la monarquía
española, aprovechando la coyuntura de la invasión francesa de España, no hay
ruptura alguna entre los que acapararon la riqueza y gobernaron los diversos
territorios de América: entre la América hispánica y la América independiente
son los mismos los que gobiernan; entiéndase las mismas clases, los criollos o
descendientes de españoles nacidos en América desde generaciones. No habrá
virreyes, pero buena parte del personal administrativo y judicial será el
mismo, buena parte de los generales y oficiales del ejército serán los mismos;
los mismos seguirán administrando sus haciendas, teniendo esclavos negros,
abusando de las mujeres de condición servil (como en época de la colonia), los
mismos que administrarán la Iglesia (muchos obispos eran ya criollos desde
hacía tiempo).
La independencia de la
América hispánica (como de Brasil) se hace respecto de las monarquías
respectivas, no respecto de una clase que era la que dominaba y la que seguirá
dominando. Es más, esa misma clase es la que conducirá, a partir del siglo XIX
y durante el XX, a una interminable sucesión de golpes de estado, traiciones,
guerras cruentísimas, dictaduras, regímenes corruptos (como en la colonia).
México tardó en
incorporar Yucatán a la soberanía nacional; Argentina empleó buena parte del
siglo XIX en extender su dominio hacia el territorio de los pampas y la
Patagonia, Chile tuvo que esforzarse en colonizar la zona austral, pero para
esto hubo que someter a los pueblos indígenas que preexistían… como en los
siglos XV y XVI. Piénsese en la exploración del río Colorado en Argentina, la
lucha entre chilenos y argentinos por el territorio pehuenche, el exterminio de
ranqueles y patagones, el destino de los pawnee en el centro de Estados Unidos,
las luchas entre Buenos Aires y Brasil por hacerse con Uruguay, los molecôes y
otros esclavos en Brasil, los anexionistas cubanos a favor de Estados Unidos,
la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, la del Pacífico entre Perú,
Bolivia y Chile, por poner solo algunos ejemplos.
Las novedades en la América republicana (sólo dos estados ensayaron monarquías, México y Brasil) son las mismas que se experimentan en Europa: avance del laicismo y del anticlericalismo, de la masonería, del capitalismo económico, de la sociedad de clases… Entones ¿cuál es el secreto? Puede que esté en la naturaleza humana, a la que poco importa la época, las condiciones o la historia de cada momento. Los que celebran las victorias patrias (a un lado y otro del océano) sin un mínimo de crítica, están condenados a vivir en la ceguera, una ceguera que es peor que no tener ojos.
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