Máscara muisca
Muiscas y taironas, en
territorios distintos de la actual Colombia, compartieron un mismo lenguaje del
tronco chibcha. Los primeros habitaron en torno a la actual ciudad de Bogotá en
un amplio territorio, y los segundos el norte del país, llegando allí Jiménez
de Quesada[i]
con varios cientos de acompañantes de diversas profesiones, sobre todo soldados
en busca de fortuna, recorriendo la selva y las anfractuosidades del terreno
antes de que se produjera la muerte de no pocos españoles.
Quizá había en el centro
de la actual Colombia medio millón de muiscas en un territorio de extensión
parecida al de Suiza; construcciones en madera y hoy un yacimiento arqueológico
consistente en monolitos alineados que se han interepretado con alguna
intención astronómica y relacionados con la fertilidad, pues en la parte
superior de aquellos se habían practicado unas muescas que simulaban penes. Es
un lugar singular que hoy se conoce con el nombre de “El Infiernito”.
Los españoles se dieron
cuenta de que no existía entre estos muiscas la propiedad privada, lo que no
quiere decir que la sociedad fuera igualitaria, pues el beneficio de los
trabajos era disfrutado por unos pocos. También vieron los conquistadores
asombrados que los muiscas conocían el oro y su trabajo, dando resultados
espectaculares en forma de idolillos planos con una filigrana de belleza
singular (son los llamados tunja
elaborados con una aleación de oro y cobre). Se sabe que no fueron ajuares
funerarios, pues no han aparecido en las tumbas, sino ofrendas votivas que se
arrojaban a las aguas de los ríos o se depositaban en el interior de las cuevas
en honor de los dioses. En el Museo del Oro colombiano se conservan máscaras,
una “balsa dorada” con personajes esquemáticos sobre ella y delicadísimas
filigranas, con trabajos en detalle empleando la técnica de la cera perdida. Pero
el oro era traído de otras partes, lo que indica una actividad comercial que debía
de estar algo desarrollada, intercambiando mantas por oro.
La abundancia de sal en
las profundidades de las cuevas se explica por la ocupación marina de estos territorios
en época geológicas anteriores, producto que era muy apreciado. La lluvia
arrastraba la sal y los muiscas la recogían en recipientes de arcilla,
transportándola luego, como otros productos, por el río Magdalena. Fue
precisamente el rastro de la sal lo que llevó a Jiménez de Quesada hasta los
muiscas.
Al nordeste del actual
Bogotá vieron los españoles la laguna Guatavita en una depresión y pudieron
comprobar el cultivo de algodón en algunas regiones. Hoy se sabe que los
muiscas tenían una cosmovisión basada en principios opuestos y complementarios
en equilibrio, considerando a la naturaleza un regalo de los dioses.
Los taironas, en el
norte, nos han dejado senderos empedrados y escalinatas para salvar la
dificultad en el tránsito por las montañas, al tiempo que se evitaba que el
terreno fuera arrastrado por las lluvias, mientras que las casas eran de
mampostería con tierra apisonada.
Estos taironas fueron
autores de una orfebrería con pulido de las piezas metálicas (lo que no ocurre
en el caso de los muiscas), sirviendo los objetos de adorno y para marcar la
superioridad de los jefes. Los motivos principales son el hombre-murciélago y
las aves (véase la influencia de la naturaleza), siendo los muiscas los intermediarios
para que llegase a los taironas el oro, pero también fabricaron una artesanía
cerámica con motivos complejos y simples: figuras humanas y quizá dioses y
murciélagos. Hoy se conocen los yacimientos arqueológicos de El Pueblito y
Ciudad Perdida.
Relaciones entre
taironas y muiscas, como con otros pueblos, que tenían para sus intercambios
una lengua común, el chibcha, verdadero nexo de comunidades humanas en los
territorios de la actual Colombia.
[i] Natural de alguna ciudad de Andalucía (1509-1579), murió en territorio muisca. Su labor aquí estuvo jalonada de saqueos, asesinatos, batallas, conquistas, conflictos, atropellos y el descubrimiento del río Opón, además de acciones positivas que aquí no detallamos. Jiménez de Quesada estuvo en territorio tairona y muisca, siendo importante su expedición por el río Magdalena.
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