La profesora Mercedes
Serna Arnaiz ha explicado en varias obras[i] la
visión política del Inca Garcilaso de la Vega en relación a los indios en el Virreinato
del Perú, pero entrando en una contradicción evidente en dos de sus obras, “Comentarios
Reales de los Incas” (1609) e “Historia General del Perú” (1617). En la primera
presenta la necesidad de respetar, por parte de los españoles, a las
autoridades autóctonas incaicas, sus formas de vida, costumbres, etc. excepto
en lo que se opusieran a la religión cristiana; en la segunda se muestra
partidario de que no se disuelva el Imperio español en América, viendo un
factor negativo en la abolición de las encomiendas y la entrada en vigor de las
Nuevas Leyes de Indias de 1542.
El carácter mestizo de
Garcilaso de la Vega y su conciencia del mismo le llevó, cuando contaba más de
veinte años, a reivindicar su condición de inca, incorporándolo a su nombre, pero
dejándose ayudar más tarde por los jesuitas, sobre todo en Córdoba (España), de
los que fue influido en cuanto al laxismo que estos plantearon respecto a la
cristianización en América. Los jesuitas, en efecto, practicaban la tolerancia
cultural y la no beligerancia en las polémicas sobre el trato recibido por los
indios, oponiéndose en esto al gran defensor de los mismos, aunque no el único,
Bartolomé de las Casas.
El Inca Garcilaso va a
mostrar tanta oposición a Las Casas (y viceversa) que estará contra las Leyes
Nuevas de Indias (1542), resultado de la constante insistencia del dominico
ante la Corona sobre lo que estaba ocurriendo en América; incluso en una de sus
obras le llega a acusar de haberse hecho dominico para congraciarse con el rey.
En este sentido no
podemos olvidar la labor legislativa que se llevó a cabo en Valladolid (1513),
ejemplo singularísimo de la humanidad que se pretendió con los nativos de
América, aunque los conquistadores y encomenderos incumplieran estas leyes reiteradamente.
¿Cómo interpretar, si no, el intento de Fernando el Católico en 1512 con su “Requerimiento
indiano”, que obligaba a leerlo a los indios antes de empezar cualquier
conquista? También se les concedería un tiempo para que deliberasen, transcurrido
el cual los españoles procederían de acuerdo con la decisión adoptada por los
indígenas. ¡Qué lejos de lo que se venía haciendo en el Caribe, con las
encomiendas desde 1503 y mediante otras prácticas!
Cualquiera que lea el “Requerimiento”
citado y las Leyes de Valladolid, se dará cuenta de lo avanzado del derecho
español para su época: límite de tiempo de trabajo, tasa al tributo, los indios
no debían cargar, el trato a ellos debido sería de acuerdo con los principios
del cristianismo más originario… El Inca Garcilaso, que como decimos navegó
entre dos aguas, habla en sus “Comentarios” de unas capitulaciones que las
autoridades incaicas habrían firmado con los conquistadores españoles en 1532,
capitulaciones que no han existido más que en su imaginación, pero reflejan el
ideal de convivencia entre las dos comunidades que perseguía el escritor
mestizo.
Durante sus largas estancias
en Córdoba, rodeado de intelectuales jesuitas y otros escritores –llegó a
conocer a Góngora- recibió el apoyo del arzobispo de Granada Pedro de Castro,
personaje que estuvo implicado en ciertos conflictos no edificantes, pero el
Inca Garcilaso fue partidario del modo tolerante de cristianización jesuítico
de los indios.
Las Casas, sin embargo,
defendió la idea equivocada del “buen salvaje” atribuido a los indios, lo que
le sirvió para denunciar con la mayor saña posible a los encomenderos y
conquistadores, cuyas obras, traducidas luego en otros países europeos
incorrectamente, dieron lugar a la “leyenda negra” que tanto se ha discutido y
que hoy la historiografía tiende a no considerar. El asesinato de Manco Inca
cuando se acercaba la mitad del siglo XVI vino no obstante a poner de
manifiesto –si no hubiera ejemplos sobrados- la zafiedad y traición con la que
actuaron no pocos conquistadores, particularmente en el Virreinato del Perú
recién creado. Resistente primero a los españoles, colaborador luego de ellos,
se vio envuelto en los conflictos que llegaron a enfrentamientos personales
entre pizarristas y almagristas y de nuevo se enfrentó a ellos en un esfuerzo
titánico.
Esto sensibilizó al
Inca Garcilaso y dio nuevos bríos a de Las Casas, por más que este no estuvo
nunca bien informado de lo que ocurría en América del Sur. También Las Casas se
opuso al bautismo en masa de indios que llevaban a cabo algunos,
particularmente Motolinía, siendo partidario de una previa cristianización. En
esto subyacía la idea –que preocupó a todos- de si los indios no bautizados se
salvarían. Pierre Duviols ha estudiado las posiciones encontradas entre el Inca
Garcilaso y José de Acosta[ii],
partidario de la tesis rigorista sobre la salvación de los indios, pero siempre
desde una posición indigenista, coincidiendo en esto con Garcilaso. El escritor
mestizo, en cuyas obras rezuman las preocupaciones teológicas, consideró que no
se podía culpar a los indios por no haber conocido a Cristo, por lo que no se
podía suponer que sus almas se habían condenado.
El Concilio de Trento,
por su parte, había favorecido las tesis laxistas en la cristianización, y esta
misma doctrina fue recogida por Francisco de Vitoria (1483-1546), siendo
también interesante la posición de Francisco de la Cruz[iii],
defensor de que para salvarse bastaba a los indios “creer en un Dios
remunerador”. Estas ideas pudieron haber sido conocidas por Garcilaso, siempre
rodeado de buenos intelectuales, inspirando por su parte la reivindicación de
la justicia para merecer la salvación; incluso llegó a defender que Huanca
Capac, Inca de Tahuantinsuyo, se habría salvado aún cuando murió antes de que
llegase el cristianismo a su reino (1527).
En 1603 el Inca
Garcilaso tomó las órdenes menores franciscanas, única orden que admitía a
mestizos, y compró un sepulcro en la catedral de Córdoba para el día de su
muerte, que se produciría en 1616. Todo ello estaba muy en consonancia con su
teología y pretendida santidad.
[i] “El proyecto político del Inca Garcilaso de la Vega y la legislación colonial española”, 2017 y “El Inca Garcilaso de la Vega: La ‘Ley natural’ frente a las ‘Leyes nuevas’”, 2015.
[ii] 1540-1600; jesuita que se ocupó de temas científicos y humanísticos.
[iii] 1529-1578; dominico y profesor universitario, acusado por la Inquisición en un momento de auge contrarreformista, fue quemado en la hoguera.
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