“Aquí escribiré
brevemente las palabras de nuestros primeros padres, [de] nuestros antepasados,
de aquellos de quienes nacieron los hombres de antaño, antes de que fuesen
habitadas las colinas, las llanuras, cuando sólo existían los conejos, los
pájaros, se cuenta, cuando habitaron las colinas, las llanuras, estos nuestros
padres, nuestros antepasados, venidos del Lugar de la Abundancia, oh hijos míos.
“Aquí escribiré las
palabras de nuestros primeros padres, [de] nuestros antepasados, el primero
llamado Volcán, el otro llamado Ventisquero. He aquí, se cuenta, las palabras
que dijeron: ‘De allende el mar vinimos, del lugar llamado Lugar de la
Abundancia, en donde fuimos procreados, fuimos engendrados, por nuestros
antepasados, nuestros padres, oh hijos nuestros; (así) decían antaño los
padres, los antepasados, llamados Volcán, Ventisquero, venidos de Lugar de la
Abundancia, los dos Varones de quienes nacimos, nosotros los Xahil [“(Los de
las) Mansiones del Baile (ritual)”]’”.
Estos son los dos
primeros párrafos de una obra que parece completar la escrita por alguien en la
actual Guatemala a mediados del siglo XVI, el Popol Vuh, en lengua quiché,
donde se habla de tradiciones mayas que se habrían transmitido oralmente. En
todo caso es el dominico Francisco Ximénez de Quesada, a principios del siglo
XVIII, quien nos ha legado un manuscrito que ha servido para todos los estudios
y trabajos posteriores[i].
Esta obra que completa el Popol Vuh se titula “Anales de los Xahil”, un grupo
gobernante, probablemente formado por sacerdotes, que dominaron a otros pueblos
indígenas antes y cuando llegaron los españoles en el siglo XVI.
El lago Atitlán se
encuentra sobre una de las cadenas montañosas que recorren la mitad sur del
país, al suroeste, y de hecho el libro de los Xahil se llama también “Memorial
de Tecpan-Atitlán”, que ha sido traducido, entre otros, por el profesor Georges
Reynaud[ii].
El libro fue escrito en idioma kaqchikel por miembros de la familia gobernante
de los Xahil, entre ellos Francisco Hernández Arana Xajilá, y luego
alfabetizado por los frailes franciscanos al principio de la cristianización.
El libro debió ser
llevado a la ciudad de Sololá, cerca del lago Atitlán, y relata la historia y
mitología del pueblo kaqchikel, que se habrían ido conservando oralmente hasta
que llegó Pedro de Alvarado con sus hombres a Iximché, al este del lago, con
afanes de conquista. Toda la obra está inspirada en un panteísmo muy propio del
contacto con la naturaleza (el Volcán, el Ventisquero), teniendo en cuenta que
la región es muy volcánica y las fuerzas de la naturaleza influirían en los kaqchikel
y en los quichés, situados algo más al norte; también se nos habla de prácticas
de canibalismo ritual, de las guerras contra los quichés y otros pueblos, de la
alianza inicial con los españoles (que luego se tornaría en guerras), pero
también se nota la influencia del cristianismo, por eso se ha supuesto que la
primera redacción pudo haberse producido a mediados o en la segunda mitad del
siglo XVI.
Hay, pues, una parte
mítica, pero en cuanto al contenido histórico supera claramente al Popol Vuh,
constando declaraciones testimoniales de indios conversos, un relato mítico de
las antiguas tribus, datos históricos de los sucesos en esta región
guatemalteca y noticias acerca del linaje de los Xahil, aportando también
información sobre los mayas.
El texto de arriba hace
referencia al origen del mundo, cuando no existían los seres humanos pero sí
algunos animales y los accidentes geográficos (montañas, llanuras), siendo el
Lugar de la Abundancia, quizá, aquel del que proceden los humanos y al que
estarían destinados. Como en otra parte del texto se habla de que los primeros hombres vinieron de donde el sol desciende, se supone que tenían
idea de proceder de algún lugar del oeste, el océano Pacífico, y es curioso que
se diga que los primeros nacieron de dos “Varones” primigenios, quizá con
atributos míticos para producir la progenie más allá de las cualidades sexuales
de los mismos. El estilo es poético y quizá pretenda informar de la importancia
del linaje gobernante, los Xahil.
Alvarado, por su parte,
se internó en Guatemala por el sur siguiendo una dirección sudeste, valiéndose
de sus aliados del altiplano mexica, tlaxcaltecas entre otros, mientras que Cortés lo hizo
desde el Petén. La conquista del territorio estuvo llena de dificultades, sin
faltar las enfermedades que los invasores inocularon a los indígenas, lo que
produjo muchas muertes. Asedios, alianzas y revueltas se sucedieron,
prolongándose la conquista, de forma discontinua, hasta principios del siglo
XVIII.
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