La “Crónica mexicana”
de Fernando Alvarado Tezozómoc, contrariamente a otras, se dedica a exponer la
grandeza del linaje de su autor, mestizo y descendiente del mismo Moctezuma y
de sus antepasados, todos nobles. Escrita en castellano con vocablos en náuatl,
existen varias copias, una de ellas en la Biblioteca del Congreso de Estados
Unidos, pero se ha perdido el original.
Alvarado Tezozómoc
nació en la década de los veinte del s. XVI y murió en 1600, participando de la
educación que se daba a los nobles en colegios establecidos por los españoles;
allí aprendían náuatl si no lo conocían, latinidad, castellano, historia
antigua, particularmente romana y otras disciplinas.
La Crónica de Alvarado
Tezozómoc, contrariamente a otras, no consta de ilustraciones, y debe tenerse
en cuenta que nuestro personaje no vivió la conquista de Tenochtitlan, pero sí
la pérdida de los privilegios de la nobleza a la que pertenecía, por lo que
buena parte de su obra la dedica a reivindicar el derecho sobre los mismos. Es
curioso que en no pocas ocasiones la descripción que hace de las conquistas de
sus antepasados están tomadas de las que había aprendido de César en la Galia y
otros lugares del Imperio Romano.
También dedica una
parte de su Crónica a la historia de su familia antes de la llegada de los
españoles, poniendo de manifiesto el protagonismo de aquella. El cronista se
mueve entre dos mundos, capaz de asistir a la iglesia para los oficios
religiosos pero manteniendo sus ídolos al mismo tiempo. Esto, que le fuera
reprochado en alguna ocasión por Fray Diego Durán[i],
dominico, fue respondido airosamente por Alvarado Tezozómoc como mestizo,
necesitando ser fiel a ambas tradiciones.
En su obra nos habla de
la guerra, el comercio, los tributos, costumbres, gastronomía (incluso por
regiones) y detalla la invitación que Moctezuma hizo a los españoles con una
gran variedad de alimentos (aves, hortalizas, empanadas, conejos) aderezados de
las más variadas maneras, para ponerles a prueba: si comían dichos alimentos
era señal de que eran divinidades enviadas por su dios, pero si los rechazaban
habría que descartar tal posibilidad. Los españoles de Cortés, que recibieron
con mucho gusto la invitación –señala Alvarazo Tezozómoc- exigieron no obstante
que los nativos probasen antes los alimentos, en lo que quizá fueron ingenuos,
pues de estar envenenados, los indígenas quizá conociesen los antídotos…
Expone con
detalle la fauna de la época en el reino mexica, sobre todo aves, pero también
insectos lacustres, caracoles que se capturaban para hacer ofrendas; garzas y
pájaros bandera por la variedad del colorido en el plumaje de cada uno de los
individuos, lo que sin duda causó la admiración de los españoles. También
describe la existencia de pumas y ocelotes, ambos para la obtención de pieles;
gatos monteses, víboras y serpientes de cascabel de diferentes coloraciones,
peces que los españoles creyeron truchas, etc.
Se describe también en
la Crónica el sometimiento de los pueblos del valle de Veracruz después de haber
sido recibidos los de Cortés con todo tipo de alimentos y flores, de tal
variedad que se pone de manifiesto el desarrollo cultural de estos pueblos,
porque las elaboraciones eran muy variadas. Comienza la Crónica con la
decadencia y linaje en Nueva España (escrita en 1598) de “los yindios mexicanos
que abitan en este Nuevo Mundo, el tiempo que llegaron en la ciudad de Mexico
Tenuchtitlan, asiento y conquista que en ella hicieron…”. Continúa con la
muerte del rey de los mexicanos Acamaplichtli[ii] “y
el rrey que su lugar se puso y las cosas que suçedieron con los comarcanos”,
tratando de la “baxada que bió el rrey Teçocomochtli a los mexicanos haziéndoles
libres y francos de la seruidumbre tenía dellos…”. Se nota que es un mestizo de
cultura conquistadora pero que no abandona su raíz mexica, precisamente por
pertenecer a la nobleza de los reyes que precedieron a Moctezuma.
La publicación impresa
de la crónica tuvo que esperar hasta 1848, edición de Lord Kinsborough; y más
tarde la de Orozco y Berra, que ha venido reimprimiéndose hasta el presente.
Una y otra procedían de copias tardías del original. El manuscrito de Kraus, por
su parte, consta de 158 hojas de texto de un tamaño de 305 milímetros de largo
por 213 de ancho, es decir, el tamaño llamado folio menor. En la obra abundan
las digresiones fabulosas, pero hay
ediciones que no prescinden de ellas, porque son expresión –se dice– de la
religión, de la filosofía, del estado social, de la civilización en suma de los
pueblos a que corresponden. El interés de Tezozómoc por el lenguaje llega a
veces a niveles obsesionantes que dificultan la lectura, pues incluye continuamente
largas y repetitivas listas de voces náhuatl acompañadas por su traducción.
Describe la coronación
de Ahuitzotl[iii]
con las siguientes palabras: “E acabado esto, le ponen la corona, que es azul,
de pedrería rrica, como media mitra le llaman xiuhtzolli. Luego le aguxerean la
temilla de la nariz dentro de las bentanas de la nariz y luego le ponen lo que
llaman…”. El interés de esta crónica es que nos permite conocer –con los
errores que el autor haya cometido- la situación de los reyes y nobleza azteca
antes de la llegada de los españoles.
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