Isla de Cebú (Filipinas)
En los siglos XV y XVI
hubo muchos hispanos que habitaron en diversas fronteras, en la península
Ibérica, en América, y en contacto con lenguas distintas. Algunos incluso
tuvieron conocimiento de la toponimia y las lenguas de frontera, y así Colón,
en su primer viaje, se hizo acompañar de intérpretes para poder entenderse con
las gentes de Asia, a donde aspiraba llegar. Uno de ellos fue el judío Luis de
Torres[i],
que había sido Adelantado del reino de Murcia.
Una vez en América se
obligaba a una estancia de tres a seis meses en México a los religiosos que se
habrían de embarcar para las islas Filipinas cuando estas fueron conquisdadas
en nombre de Felipe II, y esto se aceptó para otros territorios a imitación de
Nueva España. Un caso particular fue el de fray Jacobo de Tastera[ii],
que desconociendo las lenguas nativas de los mayas “se valió de un sistema de
cuadros y pinturas hechos por él mismo para enseñar el Evangelio”,
denominándose desde entonces dicho sistema, “tasteriano”. En un primer momento
se empezaba con un lenguaje gestual y así unos fueron aprendiendo la lengua de
los otros, al menos una “lengua de urgencia”, además de contar con ojeadores y
guías que observaban los comportamientos y las destrezas que los indígenas
demostraban en el conocimiento del terreno. “Las manos servían aquí de lengua”,
señaló Bartolomé de las Casas.
El mismo Colón apresó a
diez hombres y mujeres “contra su voluntad” para traerlos consigo a Castilla y
mostrarlos ante los reyes. Al cabo de unos meses esos indios estarían familiarizados
con el castellano, y Bartolomé de las Casas habla de un Cristóbal Rodríguez
que, en su opinión, fue el primero que supo la lengua de los indios de La
Española, siendo un simple marinero. Había estado ciertos años “de industria”
entre los indios, y como él actuaron Alejo García, Gonzalo de Acosta y otros.
Relata Ojeda que en su segunda expedición se encontró a Juan de Buenaventura,
que antes había participado en la incursión de Bastidas, y que se había quedado
con los indios de Bahía Honda[iii].
“Y allí un Amirante hizo echar un indio de los que traía de Castilla… que era
de la provincia de Samaná[iv]”,
escribió Bartolomé de las Casas.
También actuaron los
naturales como guias; tal es el caso del indio Diego Colón en La Española.
Fernández de Oviedo dice que Francisco del Puerto, siendo aún grumete, abandonó
la expedición de Solís y se quedó en el Río de la Plata: “e le habían criado
los indios”. Sebastián Caboto lo incorporó a su armada; y en la conquista de Michoacán,
Nuño de Guzmán se ayudó de los intérpretes García del Pilar, Godoy y Ávalos.
Otro sistema era
mediante la práctica de la esclavitud de los indios apresados. Estos pronto
lograron hablar castellano, y los religiosos se encargaron de formar a los
hijos de los principales, llegando los intérpretes a alcanzar “status social”,
hasta el punto de que realizaron funciones comerciales, sirvieron de maestros a
los religiosos y traducían el sermón dominical. Tal importancia tuvieron los
intérpretes que en 1573[v] se
ordenó que “los que hicieren
descubrimientos por mar y tierra no puedan traer ni traigan indio alguno…
aunque digan que se los venden por esclavos… so pena de muerte”, excepto los
pocos que pudieran servir de “lenguas” y pagándoles por su trabajo.
Con el fin de que los
indígenas que no conociesen el castellano pudiesen tener una justicia eficaz a
la vez que defenderse ante los tribunales, el Consejo de Indias dictó unas
Ordenanzas para las Audiencias estableciendo la figura del intérprete[vi],
y el Cabildo indígena estaba formado por el alcalde, el regidor, los miembros
de la nobleza indígena (a cuyos hijos educaban los religiosos en sus escuelas
conventuales y otros centros) y aquellos indios alfabetizados que colaboraban
con el doctrinero.
Cuando la expedición de
Legazpi y Urdaneta llevó a otros españoles a Filipinas, previeron llevar
intérpretes pero no sirvieron para nada, pues en las muchas islas que tuvieron
que explorar se hablaban infinidad de lenguas. Debe tenerse en cuenta que tras
la expedición de Magallanes-Elcano, Ruy López de Villalobos[vii]
llevó a agustinos que se suponía le podrían servir de intérpretes, pero los
indígenas de unas islas y otras (también en Filipinas) estaban divididos en
tribus y en ocasiones se mostraban hostiles entre ellas.
Los meses previos al
asentamiento definitivo en Cebú por los expedicionarios de Legazpi-Urdaneta los
pasaron en las embarcaciones costeando las diversas islas, y al tiempo
imaginaron cómo podrían valerse de intérpretes en esas tierras, porque los
indígenas, en un principio, se mostraron remisos y demostraron temor ante los
españoles; poco a poco fueron mostrándo algunas frutas a los recién llegados y “hacíamos
señas de que íbamos en son de paz y amistad”. Urdaneta, por su parte, a la
llegada a la isla de los Ladrones (en realidad las Marianas, al Este de las
Filipinas) hizo algunos intentos valiéndose de lo aprendido en la expeidición
en la que acompañó a Loaysa[viii].
En una de las islas Filipinas conocieron a un indígena (su nombre era Calayo)
cuando pidió subir a una de las naves y se ofreció a guiarles, pero también
hizo de intérprete (probablemente con más interés que eficacia).
A los españoles les
urgía conseguir alimentos, y en otra isla fray Martín de Rada[ix],
el intérprete y Urdaneta bajaron a tierra para saludar a los indígenas y
mostrarles su simpatía, pero fue un fracaso, y la necesidad de conseguir
alimentos continuaba. De todas formas lograron que algunos nativos se
ofreciesen como guías, y así llegaron a encontrarse con una embarcación de comerciantes
moros de Borneo, cuyo piloto subió a bordo de la nave española y se ofreció
para hacer de embajador ante uno de los principales de la isla, yendo ahí fray
Diego de Herrera[x]
y otros (como intérprete un negro llamado Cristóbal de origen malayo).
Legazpi, por su parte,
fue consiguiendo cierta confianza por parte de los nativos, viéndose obligado
en ocasiones a hacer pactos de sangre[xi].
El hijo de uno de los jefes locales, Manooc se hizo amigo de los españoles e
incluso abrazó el catolicismo, y en 1565 las naves hacían su entrada en Cebú,
donde un malayo, Cid-Hamal, hizo de intérprete, y gracias al esfuerzo de los
misioneros la hija del rajá Tupas también se convirtió al catolicismo y se casó
con el calafateador de la expedición española, iniciándose así un mestizaje que
ya era un hecho en la América hispana, y que los españoles propiciaron. Fue el
mismo año en el que Urdaneta, tras cuatro meses y casi 8.000 leguas recorridas,
llegó al puerto de la Navidad[xii]
(Nueva España). En Filipinas quedaron solo tres agustinos y trescientos hombres
para una labor titánica que esperaba.
[i] “Y el otro era Luis de Torres, que había vidido con el Adelantado de Murcia, y había sido judío y sabía hebráico y caldeo, y aún diz que arábigo” (B. de las Casas, “Historia de las Indias”).
[ii] Nació en Bayona (Francia) en el seno de una familia noble en torno a 1480 y falleció en México en 1545. Fue sacerdote y misionero franciscano. Criticó a los encomenderos y a los conquistadores por el trato dado a los indios, pero también sufrió la belicosidad de estos (J. Mª González Ochoa, “Quién es quién en la América del Descubrimiento”, 2003). Acompañado de Juan de la Cosa arribó a la costa venezolana, donde ya había estado Alonso de Ojeda.
[iii] En el noroeste de Cuba.
[iv] En una península al norte de la actual República Dominicana.
[v] “Nuevas Ordenanzas de Descubrimiento, Población y Pacificación de las Islas”.
[vi] Secundino Villoria Andreu, “Los otros traductores: el intérprete en el descubrimiento y colonización de Filipinas”. En esta obra se basa el presente resumen.
[vii] Natural de Málaga, nacido entre 1505 y 1510, murió en Ambón o Amboina (islas Molucas) en 1546, habiendo sido General de la Armada de Poniente. Se le había encomendado el descubrimiento, la exploración y colonización de nuevas tierras en el Pacífico, pero con la vista puesta en conseguir una ruta de regreso desde Asia hasta Nueva España.
[viii] Entre 1525 y 1526 con objeto de colonizar las islas Molucas, pues no se sabía entonces si estaban dentro de la demarcación portuguesa o española.
[ix] Natural de Pamplona (1533), murió en Filipinas en 1578. Estudió en París y en Salamanca y tuvo una formación multidisciplinar, humanística y científica.
[x] Natural de Recas (norte de la actual provincia de Toledo), falleció en Catanduanes (al nordeste de las Filipinas) en 1576. Agustino que antes había estado en Nueva España.
[xi] Una gota de sangre de la mano de cada uno de los pactantes se mezclaba con vino en un recipiente, del que bebían, siendo señal de confianza mutua.
[xii] Hoy se encuentra ahí Acapulco.
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