¿Era el imperio español
un gigante con pies de barro en el siglo XVII? Si así fuese lo cierto es que
aguantó como pudo las embestidas de otras potencias marítimas y aún se recuperó
en el siglo XVIII, teniendo fuerzas para guerrear –signo de los tiempos- durante las dos centurias con suerte varia.
Empezó el siglo XVII
cuando estaba muy avanzada una guerra con Inglaterra, se vio arrastrada la
monarquía española a la guerra de los treinta años, mantuvo una guerra con
Portugal por la que este país se independizaría de la monarquía española, participó
España en la guerra de los nueve años[i]
formando parte de una coalición impresionante contra Francia, y aún los
ejércitos españoles, formados por soldados de varias nacionalidades, lucharon
durante muchas décadas en Flandes y en Chile. Ello sin contar el esfuerzo
bélico para combatir la piratería y el corso en el Atlántico y en otros escenarios
europeos. El siglo XVIII empezó con la guerra de sucesión a la corona de
España, que fue civil a la vez que europea, y España participó en la guerra de
sucesión polaca y en la llamada guerra de Asiento[ii],
en los dos últimos años de la guerra de los siete años[iii] y
en la de independencia de las trece colonias británicas de Norteamérica; y
luego vendrían las guerras derivadas de la Revolución Francesa.
Mantener el imperio en
América constituyó otro esfuerzo bélico no desdeñable, sobre todo en Chile y
con motivo del levantamiento de Tupac Amaru II en 1780. Los gastos ocasionados
por estos interminables conflictos fueron enormes, repercutiendo en la economía
interna, pero lo cierto es que el comercio con América continuó y la llegada de
riquezas trasatlánticas a España permitió mantener el control sobre vastos
territorios en casi todos los continentes. América financió muchas políticas
españolas como Castilla había financiado los intereses imperiales de los
Austria. África también contribuyó a la financiación de las potencias marítimas
con la trata negrera.
Consuelo Maqueda Abreu[iv]
constata las diversas interpretaciones que los historiadores han hecho sobre el
debate en torno a la decadencia y recuperación de la monarquía y el imperio
españoles entre los siglos XVII y XVIII: “en el tratado franco-británico [que
pone fin a la guerra de sucesión a la corona de España] se consagra la ruptura
del monopolio español en Indias y se afirma la situación establecida desde el
siglo XVII en las colonias, pero es Gran Bretaña la que interfiere en las
relaciones mercantiles con España… situación que iniciará una obsesión por la
recuperación del monopolio español en América que… asumen los comerciantes y
ministros de España”.
En cuanto al asiento de
negros que comenzó en 1713 con una duración prevista de treinta años, la corona
británica se obligó a introducir en la América española 144.000 piezas de
indias[v]. La
Compañía de Inglaterra, al conseguir este privilegio, se obligó a adelantar al
monarca español 200.000 pesos en los primeros cuatro meses del contrato[vi],
por lo que algunos historiadores consideran que este “asiento” era en realidad
una empresa hispano-británica. De hecho en el tráfico triangular
Europa-África-América y vuelta a Europa, se destaca la contribución de la
esclavitud al desarrollo del sistema capitalista occidental[vii],
y el rey Felipe V exigió repetidamente el estado de las cuentas de
acuerdo con lo pactado entre Gran Bretaña y España.
El rey español, contra la
opinión del Consejo de Indias, concedió a Gran Bretaña un navío anual de 500
Tm. cuyas mercancías, libres de impuestos, podrían venderse en las ferias que
se celebraran con ocasión de la llegada de las flotas a Nueva España o los
galeones a Cartagena de Indias o Portobello, lo cual era algo inédito en el
imperio español, que había mantenido alejado a todo comerciante extranjero,
legítimo o no, y una novedad importante en este asiento es la apertura al
comercio extranjero del puerto de Buenos Aires, lo cual no había sido permitido
hasta ese momento, o al menos no de forma tan abierta. Para el asentamiento de
los ingleses en la ciudad del Plata se peveía la entrega de algunas porciones
de tierra, siendo el cobro de este derecho una fuente de conflictos. Así los
ingleses podrían plantar, cultivar y criar ganado para su sustento y el de sus
esclavos, siempre bajo la supervisión de un oficial español, y los esclavos que
se vendiesen en los puestos del Perú debían partir en barcos fletados desde
Panamá, debiendo el producto de su venta volver al puerto correspondiente, ya
fuesen frutos de la tierra, reales, barras de plata o tejos de oro, todo ello
sin pagar derecho alguno, siempre que dichos productos no se hubiesen obtenido
del comercio ilícito y fuesen consecuencia únicamente del comercio de esclavos[viii].
No es extraño que
durante el proceso de independencia de Argentina las ayudas recibidas desde
Inglaterra fuesen cuantiosas. Antes, Guadalupe (1769) y Martinica (1762) fueron
conquistadas por los ingleses (Antillas menores), si bien las dos islas habían
sido colonizadas por franceses, Martinica fue ocupada por ingleses en los
últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX. De todo lo anterior se deduce
que es perfectamente compatible la intromisión de Inglaterra y otras potencias
en posesiones españolas (Jamaica pasó a manos inglesas en 1655) y que el
imperio español mantuviese el vigor para continuar hasta que la metrópoli fuese
invadida por el más poderoso ejército de Europa a principios del siglo XIX.
No debe olvidarse que
un tratado hispano-inglés de 1713, donde la monarquía española pierde Gibraltar
y Menorca (provisionalmente) reconocía que España mantendría en su totalidad el
territorio americano. Y todo ello se da en el contexto interno de que la
monarquía española se ve mediatizada, y en ocasiones controlada, por personal
al servicio de Francia: la princesa de los Ursinos, madame de Maintenon[ix],
Manuel Portocarrero, Jean Orry y otros. No es extraño, porque Felipe de Anjoy
asumió el trono de España a la edad de diecisiete años, por lo que es lógico se
dejase aconsejar –aunque menos de lo que pudiera parecer- por su abuelo el rey
Luis XIV: “nada hay tan inocente como la caza”, le dijo en una carta, y “al
tiempo de disparar cerrar los ojos no es bueno que al dar órdenes a ciegas
ocasiona muchos yerros”. Una monarquía mediatizada y sin embargo pudo mantener
el imperio.
[i] 1688-1697. La Liga de Augsburgo estuvo formada por España, Austria, Baviera, Brandemburgo, el Sacro Imperio, Portugal, Palatinado, Inglaterra, Sajonia, Suecia y las Provincias Unidas.
[ii] 1739-1748. Los intereses de España y Gran Bretaña en el Caribe estaban enfrentados, resultando un conflicto favorable a España.
[iii] La monarquía española recibió la Luisiana a cambio de Florida.
[iv] “Diplomacia, reformismo y virreinato de Nueva Granada en los inicios del siglo XVIII”. En esta obra se basa el presente resumen.
[v] La pieza de indias era una unidad de medida de los esclavos que se utilizó por primera vez, con fines fiscales, en la segunda mitad del siglo XVII.
[vi] Rafael Donoso Anes, “El asiento de esclavos con Inglaterra (1713-1750)…”
[vii] Id. nota anterior.
[viii] Id. nota vi.
[ix] Segunda esposa del rey francés.
Ilustración: "El cazador", obra de Eugenio Lucas Velázquez, óleo sobre lienzo, Museo del Prado.
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