Una práctica de algunos
colonos portugueses en Brasil, así como en territorios colindantes, fue la de
las “bandeiras” o grupos que se internaban en territorio indígena para apresar
a los indios y reducirlos a esclavitud. Los enfrentamientos con los indígenas
en el Brasil portugués fueron contínuos, siendo uno de los líderes nativos Juan
Ramalho. En 1572 una confederación de pueblos indígenas atacó Sâo Paulo, pero
en su defensa participaron el citado Juan Ramalho y el cacique Tiribiçá.
Al incorporarse
Portugal a la corona española, Brasil se vería beneficiado en la medida en que
los portugueses comenzaron a reivindicar los límites que cosnsideraban
naturales, desde el río Amazonas al norte hasta el de la Plata al sur, lo que
iba más allá de lo establecido en el Tratado de Tordesillas[i]. Intentaron ocupar por la fuerza más territorios sin que la monarquía española
se molestase en defenderlos, quizá considerando que se trataba de tierras muy
apartadas y cubiertas de selvas. Una vez alcanzada la amplia meseta brasileña,
a los portugueses les resultó más fácil colonizar algunos puntos del interior.
El interés estaba en
los metales preciosos, la captura de esclavos, la recolección de especias y la
ampliacón de la ganadería extensiva. La captura de los indios se hacía por
medio de guerrillas en contínuo desplazamiento, eran las “bandeiras”, que
remontaban los ríos hasta la Amazonía en canoas aprovechando la inmensa red
fluvial. De hecho fue posible la explotación minera cuando la meseta se fue
poblando de haciendas ganaderas, sabiendo los colonos los resultados que los
españoles habían conseguido en el alto Perú y en la Nueva España. Surgieron
entonces leyendas como la del Lago Dorado y la Sierra de Esmeraldas, “localizados”
en las zonas pantanosas que dan origen a los ríos paraguayos y en el centro de
Brasil respectivamente.
Las dos primeras
expediciones de los portugueses a la meseta brasileña tuvieron lugar en 1531,
partiendo de Río de Janeiro, y en 1532 desde San Vicente. Desde Porto Seguro
partió otra en busca de esmeraldas, y en 1554 partió también desde Porto Seguro
otra expedición al frente de la cual estuvo el español Francisco Bruza de
Espinosa, formada por portugueses, muchos indios y un jesuíta, adentrándose 350
leguas en el continente. En 1560 se organizó otra expedición encomendada a Blas
de Cubas, que remontando el río Parahiba llegó hasta San Francisco, y entre
1572 y 1573 Sebastián Tourinho realizó dos expediciones partiendo también de
Porto Seguro, explorando en la primera el río Jequitinhonda, y en la segunda
los ríos Doce y de las Carabelas. Será, sin embargo, de mayor alcance, la
penetración en el interior de Brasil a partir de 1592, siendo el gobernador
Francisco de Sousa el precursor de la explotación minera que, sin embargo, no
dará verdaderos frutos hasta el siglo XVIII.
Las “bandeiras”,
mientras tanto, se habían especializado en tres regiones: las vertientes
hidrográficas del Río de la Plata, el Amazonas y el San Francisco, partiendo de
Sâo Paulo, Pará y Bahía respectivamente. Además del apresamiento de indios se
conseguían productos naturales de la selva, especias y drogas, y ya en la
primera mitad del siglo XVI se habían producido los primeros viajes de los
portugueses hasta el bajo Paraná y el Paraguay, en no pocas ocasiones guiados
por indios. A mediados de dicha centuria fue corriente la comunicación de
españoles y portugueses entre Sâo Paulo y Asunción del Paraguay empleando en
ciertos tramos los cursos fluviales.
La prolongada
hostilidad de los indios sobre Sâo Paulo provocó en 1561 las primeras
expediciones de castigo hacia el interior, hasta el extremo de que en dicha
ciudad se estableció un comercio de esclavos que llegó a ser excedentario, lo
que representó un problema, pasándose entonces las ventas a San Vicente, Río de
Janeiro, Bahía y Buenos Aires, sobre todo después de la segunda fundación de
esta última en 1580. A partir de 1624, estando Portugal bajo la monarquía
española, la guerra con las Provincias Unidas y la dificultad en importar
esclavos negros desde el golfo de Guinea, los esclavos indios fueron muy
solicitados, lo que hizo aumentar el número de “bandeiras”.
Según Rafael Ruiz
González[ii],
la monarquía española dictó varias leyes para garantizar el camino terrestre
entre Sâo Paulo, Asunción y Potosí, política que encontró su auge entre 1609 y
1616. El citado autor habla de los trabajos que se han llevado a cabo en
relación a la política indigenista de los Austria españoles en Brasil, pero
concentra su atención en la acción monárquica sobre la Capitanía de Sâo Vicente,
último territorio portugués en tierras de Brasil. La peculiaridad de este foco –dice-
consiste en que fue en esta región, las cuencas de los ríos Paraná y Plata, “donde
se pudo llevar a cabo una política de integración de pueblos y superación de
fronteras”.
Destaca Ruiz González
que las diferencias de orientación entre la política legislativa antes y
después de la unión se hizo sentir en dicha región brasileña, incluyendo el
viaje que el rey Felipe III hizo a Portugal. Antes de 1580 –como hemos visto-
las hostilidades de los indios fueron una constante, además de los problemas
planteados por las apetencias de otras naciones europeas. Antes de la
legislación española en Brasil, la monarquía portuguesa tuvo que dar cuenta de
una política de guerra en la que se pueden destacar varios momentos[iii]:
la decisión de establecer en Brasil un Gobernador General en 1549, pues la
corona portuguesa estaba más preocupada en ese momento de garantizar la
salvaguarda de Bahía que la penetración en el interior del continente, e
incluso una ley prohibió que se intentasen expediciones hacia el interior,
añadiendo que “cada hombre era un soldado, que tenía que defender la ciudad
incipiente: ‘todo habitante de las dichas tierras del Brasil que en ellas
tuviere casas, o aguas, o barcos tendrá por lo menos ballesta, escopeta,
espada, lanza o chuzo’”. Tal era el peligro, que poco después Río de Janeiro
cayó fácilmente en poder de franceses, apoyados por los indios aimorés y
tamoios.
Un segundo momento
coincidió con la llegada de otro Gobernador General, Mem de Sá, en 1557, que
tuvo que hacer frente a los franceses y a los indios hostiles que se
encontraban establecidos en Río de Janeiro, y que habían comenzado a levantarse
al norte y al sur a lo largo de la costa. Hubo varias guerras contra los indios
caetés en la región de Bahía, y se estableció la doctrina de la “causa justa”
incluso contra los ya convertidos y pacíficos que se encontraban en las aldeas
jesuíticas, que en 1562 eran unos 34.000. Se creó un tribunal formado por seis
jueces, tres de los cuales jesuítas, pero el sur pasó a estar también en
peligro en vísperas de la unión hispano-portuguesa, y después de la fundación
por los jesuítas en Sâo Paulo de un colegio, fue atacada la ciudad por los
indios tupiniquin durante más de dos años, momento en que Mem de Sá,
refiriéndose a las capitanías del sur, especialmente a la de Sâo Vicente, dice:
“Porto Seguro se está despoblando… los Ilhéus* si no se acude se habrán de
perder… los de Sâo Vicente están casi levantados: si Vuestra Alteza quiere el
Brasil poblado es necesario tener otro orden en los Capitanes…”. El rey
Sebastiâo dictó entonces una ley en 1570 determinando las condiciones de lo que
consideraba una “guerra justa” contra los indios…
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