Iglesia en Maní (mexicodesconocido.com)
En el extremo noroeste
de la península de Yucatán se encuentran Izamal, Mérida, Conkal, Maní, Homún,
Sotuta, Calkimí y Campeche, solo unas cuantas localidades donde los franciscanos,
en el siglo XVI y siguientes, hicieron sus misiones, muy meritorias en la mayor
parte de los casos pero con serias controversias en otros, particularmente en
el juicio que se hizo a caciques e indios comunes en Maní, acusados de
idolatría, sacrificios humanos, etc.
En zona tropical, pues
las latitudes rondan en torno a los 20 grados norte, la mayor parte del
territorio citado es llano, y todavía se conservan importantes restos
arqueológicos de época maya, muy particularmente en Izamal, donde los monumentos
ceremoniales estuvieron mucho tiempo cubiertos dando la impresión de ser
cerros. Otros fueron sede de importantes cacicazgos, como es el caso de Conkal;
Mérida fue fundada en 1542 por los españoles, cuando ya la civilización maya se
encontraba hacía mucho tiempo en decadencia. Pero una cosa es esto y otra que
las costumbres, sobre todo religiosas y rituales hubiesen sido abandonadas, muy
al contrario, estaban vigentes en el siglo XVI.
Como la cultura maya es
la única precolombina que ideó y empleó una escritura digna de tal nombre, fue
el franciscano Luis de Villalpando[i] el
extranjero que la descifró en primer lugar, aunque poco después su hermano de
religión, Diego de Landa[ii],
perfeccionase su conocimiento, y no fueron pocos los cronistas a los que
debemos información sobre Yucatán, pero son Bernardo de Lizana y Diego López de
Cogolludo los que más nos interesan para la región de la que hablamos. Los dos
fueron franciscanos pero de generaciones distintas; Lizana nació en 1581 y Cogolludo
en 1614, y los dos conocieron la lengua maya y la emplearon para sus
predicaciones, como anteriormente habían hecho los citados Villalpando y Landa,
entre otros.
Los franciscanos
llegaron a Yucatán a mediados del siglo XVI y se encontraron con una situación
parecida a la de otras regiones de las Indias: abusos por parte de los
conquistadores, trabajos forzados a los indios, exigencia de tributos abusivos,
etc. Además de extender el cristianismo entre aquella población, que todos
coinciden en que era numerosa, estuvo la permanente amenaza, para los frailes,
de apostasía, prácticas consideradas por ellos perniciosas e incluso nocivas:
los sacrificios humanos están documentados y los sufrían sobre todo niños o
indios adultos que habían sido capturados o comprados en otros lugares.
Debe tenerse en cuenta
que la conquista de Yucatán fue mucho más lenta que el altiplano mexica y el
imperio incaico, así como los territorios que hoy conocemos como Guatemala,
Honduras, Nicaragua, etc. La segunda mitad del siglo XVI fue de transición, pero
hasta finales del XVII no fueron sometidos los habitantes de algunas comarcas
del Petén. Hasta 1561 no fue nombrado el primer obispo de Yucatán, aunque en la
década de los cuarenta Bartolomé de las Casas tuvo jurisdicción, como obispo de
Chiapas, de la península.[iii]
Noemí Cruz Cortés[iv]
ha estudiado la visión que percibió fray Diego López de Cogolludo cuando estuvo
en Yucatán en contacto con los indígenas mayas. Parece que los mayas, o algunas
de las comunidades mayas, tenían un dios particular, Hunab Ku, deidad creadora
e incorpórea que no se había representado nunca. Otros, en cambio, ponen en
duda la existencia de dicha divinidad, pero lo cierto es que Cogolludo da
cuenta de su existencia. El parecido con el Dios cristiano, ciertamente, es
grande, por lo que “los españoles se sirvieron de éste para equipararlo con el
dios [sic] judeocristiano”. Dice el cronista franciscano que “creían los indios
de Yucatán, que había un Dios único vivo y verdadero, que decían ser el mayor
de los dioses, y que no tenía figura, ni se podía figurar por ser incorpóreo. A
éste llamaban Hunab Ku, como se halla en su vocabulario grande, que comienza
con nuestro castellano. De este decían, que procedían todas las cosas, y como a
incorpóreo, no le adoraban con imagen alguna, ni de él la tenían”[v].
La citada autora se
plantea si en realidad se trata de una deidad maya o si estamos ante el Dios
cristiano extraído por Cogolludo de la lengua maya. En las “Relaciones
histórico-geográficas de la Gobernación de Yucatán[vi]
aparece la presencia de un Dios único, por ejemplo en la relación de Mérida,
donde se habla de cómo un indio principal y sacerdote llamado Chilam Balam,
había dicho que vendrían por donde sale el sol gentes de tez blanca y barbas, y
que los naturales de la tieerra dejarían a sus ídolos y adorarían un solo Dios…”Tuvieron
noticia de la creación del mundo y un creador del cielo y tierra, y decían, que
éste los creó, no podía ningún hombre pintarle como era… También tuvieron
noticia de la caída de Lucifer y del Diluvio, y que el mundo se había de acabar
por el fuego..., y asimismo, tenían noticia que antiguamente vivieron sin
ídolos y que después, por irrupción de costumbres e introducción de gente
extranjera, vinieron a idolatrar”.
Es evidente la
influencia de los evangelizadores franciscanos en este relato, pues no cabe
suponer que los indios supieran de Lucifer y el diluvio. Y sin embargo un siglo
antes la idolatría y la represión practicada por los franciscanos se desató
contra los indígenas de Maní, pues entre unas rocas unos indios habían
descubierto las pruebas de dichas idolatrías y sacrificios de seres humanos.
Fray Diego de Landa,
que entonces había asumido funciones de obispo durante la sede vacante, se
erigió en martillo de herejes: convocó a unos y a otros, indios principales y
comunes, los sometió a interrogatorios y juicios, algunos sufrieron torturas si
no querían confesar libremente, y las penas fueron muy severas. Cuando fue
nombrado obispo de Yucatán Francisco del Toral, en 1561, desaprobó lo hecho por
Landa y sus colaboradores, siguiéndose un proceso lento que llevó al
franciscano a Ocaña (España) y luego a Guadalajara. Aquí preparó su defensa
(eran comunes en la época las acciones punitivas radicales como las descritas)
y también tuvo que dar cuenta de por qué se había erigido con la jurisdicción
episcopal sin haber sido nombrado obispo. De todo ello salió indemne porque
tuvo apoyos suficientes, y el Consejo de Indias lo exoneró, volviendo entonces
a Yucatán donde sería nombrado obispo en 1572 (hasta 1579, año de su muerte).
[i] Estuvo en Yucatán a mediados del siglo XVI. Véase A. Matilla Tascón, “Diego de Losada y otros destacados zamoranos…”, 1992.
[ii] Nació en Cifuentes (actual Guadalajara) en 1524 y murió en Mérida (Yucatán) en 1579. Debió tener un temperamento autoritario, pues se enfrentó al primer obispo de Yucatán, Francisco del Toral, y tuvo que defenderse en España ante el Consejo de Indias, para lo que compuso su obra “Relación de las cosas de Yucatán”, de importancia histórica extraordinaria, pero en su contra está el haber destruido muchos documentos en maya e ídolos de los indígenas en lucha contra las idolatrías, patrimonio también extraordinario. Su obra citada no se conoció hasta 1864.
[iii] El pontificado de Las Casas fue entre 1543 y 1547, permaneciendo durante catorce años la sede vacante, muestra de la inestabilidad en Yucatán.
[iv] “Hunab Ku, revisión de una deidad en la ‘Historia de Yucatán’ de fray Diego…”.
[v] “Historia de Yucatán”.
[vi] Son respuesta a un cuestionario elaborado en 1577 por mandato de Felipe II y enviado a América, recibiéndose la mayoría de estas “relaciones” en el Consejo de Indias en 1580. Nota de Noemí Cruz Cortés en su trabajo citado en la nota iv.
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