Monasterio de Sigena (campaners.com/php/campanar)
Villanueva de Sigena se
encuentra al sur de la provincia de Huesca, en la comarca de Los Monegros,
donde el clima es predominantemente seco y continental, y ello se nota en el paisaje,
con los campos cultivados que se apiñan entre el caserío y el río Alcanadre.
Además de ser la patria
chica de Miguel Servet, el patrimonio histórico de la villa está representado,
sobre todo, por el monasterio de Santa María, obra del siglo XII como así mismo
los frescos de su sala capitular, que hoy se encuentran, en parte, en el Museo
Nacional de Arte de Cataluña[i].
Allí se encerraron las monjas hospitalarias bajo la protección de Sancha,
esposa de Alfonso II de Aragón. El monasterio se encuentra al sur de la villa,
al otro lado del río.
El trabajo realizado
por los maestros que pintaron los frescos es de una singularidad extraordinaria
aun teniendo en cuenta las pautas repetidas de la plástica románica, quizá
deudor de otras latitudes, pero también fuente de influencias para otros
lugares. No menos interés tiene el laborioso artesonado de la sala capitular en
estilo mudéjar. En cuanto a los frescos se consideran de una calidad e interés
superiores a los de otros casos de la pintura románica, tanto por la variedad de
los personajes representados como por las escenas y los conocimientos que
tuvieron los inspiradores o los artistas que realizaron la obra.
Los detalles y la
abundancia de color denotan la influencia de la Corte aragonesa, así como el
desarrollo de la pintura románica cuando estamos en el cambio del siglo XII al
XIII. Los elementos decorativos son vegetales, seres fantásticos y otros, pero
la mayor originalidad quizá se encuentre en la escena donde el agua sumerge los
cuerpos de algunos personajes; la delicadeza de la composición destaca de forma
notable, pues se ha conseguido representar la transparencia del agua. La
inconografía muestra personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento: Moisés, la
adoración del becerro de oro, Noé embriagado, el sacrificio de Isaac, la
expulsión del Paraíso de Adán y Eva, etc.; frescos que se distribuyen en cinco
arcadas, las enjutas y el muro. En cuanto al Nuevo Testamento se representan
escenas de la vida de Jesús, la crucifixión, la resurrección, etc.
Están presentes los
convencionalismos de la plástica románica, pero en este caso los artistas se
esforzaron por dar cierta corporeidad a los personajes, huyendo de las
representaciones planas. También la adaptación al marco, sobre todo en los
intradós y en otros espacios pequeños, llenando con profusión el muro con ese “horror
vacui” del que tanto se ha hablado. Salvo por el tamaño, los frescos de Sigena
nos recuerdan a las iluminaciones de los manuscritos medievales, y los dorados
parecen decirnos que hay una cierta influencia del arte bizantino, ya que este
sería conocido por los artíficices de los frescos. La falta de naturalidad,
pues el artista románico quiere más bien enseñar el mensaje que representar la
naturaleza, se muestra en los ceños fruncidos, en las musculaturas y desnudos,
en los rostros simples pero expresivos; en el caso de los frescos de Sigena hay
una cierta solemnidad en el conjunto de los personajes que quizá radique en la
influencia de la Corte inspirando los trabajos.
Una inmensa calma ha
sido necesaria para la preparación de los muros, los pigmentos, la aplicación
de los mismos al fresco, los detalles y las múltiples líneas que componen un
conjunto ejemplar. El estudio y repaso de los libros y enseñanzas sagradas, la
elección de los lugares para representar a unos y a otros, el esfuerzo
alegórico para suplir la falta de realismo, los ojos que representaban la luz,
la quietud de algunos personajes, la sobriedad de algunas escenas, no están
reñidas con la riqueza general que representa la gran obra de Sigena.
En cuanto al artesonado
de la sala capitular, según los arquitectos Pemán y Franco[ii],
fue una compleja estructura de madera que se realizó con un entramado de bastidores
con escuadrías varias… ensambladas en madera de pino de primera calidad, secada
y estabilizada... No hay acuerdo sobre el siglo al que corresponde el
artesonado de Sigena, pero el arte mudéjar se desarrolló en algunas regiones de
España (Aragón entre ellas) entre las centurias XIII y XVII, presentando la
geometría fractal de su composición, con reiteración de formas geométricas que
parecen querer prolongarse ilimitadamente, pero también con piezas muy distintas
entre sí en tamaño y composición.
Los artesonados se
pintaban en unos casos y se dejaba la madera barnizada en otros, pero la
impronta mudéjar es la que ha dado su verdadero carácter a estas obras. Bolas
decorativas en madera de sabina, clavazón de madera, aplicaciones de arcilla y
pintura, paños de oro, decoración cúfica, dibujos de estrellas y vegetación;
una obra realmente extraordinaria más propia de palacios cortesanos[iii].
[i] Al comenzar la guerra de 1936 unas personas incendiaron el monasterio, produciendo destrozos irreparables, no obstante los esfuerzos que se han hecho para recuperar el rico patrimonio de su arquitectura, pinturas al fresco y artesonado.
[ii] “Proyecto de restauraciónn de la sala capitular del Real Monasterio de Sijena”.
[iii] Paco Luis Martos ha sido el “reconstructor” del artesonado de Sijena por encargo de Juan Naya, del que se puede ver un extraordinario documental: “El sueño de Sigena” (https://www.rtve.es/play/videos/somos-documentales/el-sueno-de-sigena/6773252/)
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