Edificio del Consulado de Comercio de A Coruña (fotografía de El Ideal Gallego)
Mantener un imperio
ultramarino como el español en el siglo XVIII se hizo cada vez más difícil, aunque
se consiguió en un contexto complejo de la política europea de dicho siglo, más
concretamente en su segunda mitad. Las potencias marítimas europeas no
concebían ceder en los avances que había experimentado su expansionismo:
España, Portugal[i],
Inglaterra, Holanda y Francia, por poner los ejemplos más notables.
Cuando el rey Carlos
III llega a España procedente de Nápoles (1759) estuvo decidido, de acuerdo con
sus ministros, a mantener el poderío naval y colonial español, aunque permitió
que los comerciantes franceses traficaran con Perú, en lo que influyeron los “pactos
de familia” de las dos monarquías reinantes (Francia y España). Al acecho
estaba Inglaterra, verdadera potancia naval recelosa de esa alianza, que en
1703 había firmado con Portugal y otras potencias un acuerdo en el contexto de
la guerra de sucesión a la corona de España (Tratado de Lisboa); el otro agente
en América firmó con Inglaterra a continuación el Tratado de Methuen[ii],
que extendía la alianza al comercio entre ambos estados.
La política de Carlos
III llevó a España a participar en la última fase de la guerra de los siete
años (1756-1763), que enfrentó a Inglaterra y Francia con sus respectivos
aliados por el control sobre Silesia, América del Norte y la India. Fue una
guerra que involucró a muchos países europeos (Prusia, Hannover, Gran Bretaña y
sus “trece colonias” de América, Portugal; y por otro lado Sajonia, Austria,
Francia, Rusia, Suecia-Finlandia y España con su imperio), pero también a los
habitantes de territorios extraeuropeos: Centroamérica, oeste de África, India
y Filipinas, siendo precedente de los grandes conflictos mundiales de siglos
posteriores.
La Compañía Inglesa de
las Indias orientales operaba sobre todo en India, lo que fue contando con la
colaboración de los grupos dirigentes nativos. Francia también se había
establecido en algunos puntos de la costa oriental de la India desde la segunda
mitad del siglo XVII: Yanaon, Pondichéry, Karikal, Chandernagor y algún otro
con sus áreas de influencia, que se internaban en buena parte del centro-sur de
la península indostánica.
Ante estos intereses “mundiales”,
el rey español Carlos III ordenó la invasión de Portugal en 1761 con un
ejército de 40.000 hombres, que ocupó Almeida, Tras-os-Montes y entre el Duero
y el Miño, aspirando también a Lisboa, lo que no consiguió por la oposición del
ejército luso-inglés, teniendo que retirarse el ejército español hasta Valencia
de Alcántara, Badajoz y Alburquerque[iii]
(una hermana del rey español era la esposa del lusitano José I, y su principal
ministro el marqués de Pombal). En todo ello tuvo una intervención decisiva el
conde de Aranda, que llego desde Polonia donde era embajador, en 1762,
habiéndolo sido en Portugal en 1755-1756. En realidad se trató de la entrada de
España en la guerra de los siete años ya citada.
Cuando se llega a un
acuerdo de paz, esta se firma en París en 1763, y el imperialismo británico
alcanzó su máximo antes de que poco tiempo después se produjese la rebelión e
independencia de sus trece colonias en Norteamérica. Antes de dicha paz Carlos
III se resitió a ceder Florida a Inglaterra, por lo que Francia intervino (otra
vez los pactos de familia) para que lo aceptase a cambio de Luisiana, lo que
así se hizo en 1762, jugando Aranda un importante papel. La ocupación de Manila
por los ingleses revirtió con el Tratado de París de 1763.
La paz permitió a
Inglaterra hacerse con la región de Bengala (1765), y desde aquí fue
incorporando buena parte de la India en el siglo XIX. Carlos III, por su parte,
estableció buques correo desde A Coruña a La Habana (mensuales) y al Río de la
Plata (bimensuales) con mercancías españolas o europeas a la ida y americanas a
la vuelta, haciendo esto extensivo a todos los súbditos que comerciasen en
Cuba, La Española, Puerto Rico, Margarita y Trinidad, luego Luisiana, Yucatán y
Campeche, posibilitando que el comercio se duplicase (en ocasiones se
triplicase) en diez años.[iv]
No obstante, la
política naval y colonial de Carlos III fue posible gracias a las bases que
habían puesto José Campillo[v] y
el marqués de la Ensenada[vi]
con anterioridad. El primero fue intendente general de marina, Secretario de
Estado y Hacienda, Marina, Guerra e Indias entre otros importantes puestos. Ensenada fue, con Fernando
VI, Secretario de Hacienda, Guerra, Marina e Indias, haciendo importantes reformas en lo primero
que posibilitarían atender las necesidades de la marina.
[i] Hasta 1777 la colonia de Sacramento, en Uruguay actual, no queda definitivamente bajo soberanía española, habiendo cambiado de manos sucesivamente con anterioridad.
[ii] Diplomático inglés que intervino en dicho tratado. De tal importancia ha sido que sus efectos se mantienen en la actualidad.
[iii] Adela López Pego, “El conde de Aranda y la españolidad de Luisiana. Su retrocesión”.
[iv] Id. nota ii.
[v] Nació en Asturias en 1693 y falleció en Madrid en 1743.
[vi] Natural de Hervías (noroeste de la actual comunidad de La Rioja), nació en 1702 y falleció en Medina del Campo en 1781.
No hay comentarios:
Publicar un comentario