miércoles, 18 de enero de 2023

Personajes de una guerra colosal

 

                                                  "Cabeza colosal" de Vicente Carducho (*)

Uno de los conflictos más prolongados y complejos de la monarquía española y de los que luego serían conocidos como Países Bajos, fue la guerra que les enfrentó durante ochenta años (aunque durante doce hubo tregua) entre el último tercio del siglo XVI y mediados del XVII. Los escenarios de las operaciones militares fueron, sobre todo, en suelo de las actuales Bélgica y Holanda, pero también en el mar y en Francia.

Uno de los territorios afectados fueron los del obispado de Lieja, estado que remonta su existencia al siglo X, siendo su obispo nombrado por el Sacro Imperio Romano Germánico. Invadido por Guillermo de Orange cuando da comienzo la guerra en 1568, el ejército local se hizo con la victoria, pero no sería la única vez que el obispado se viese amenazado por los calvinistas de las provincias del norte.

Por su parte, el condado de Flandes existía también desde la alta Edad Media; los reyes de España fuereon condes de Flandes desde que Carlos I fue reconocido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico[i], y su participación en la guerra de los ochenta años fue cambiante, a favor de la monarquía española o de las Provincias Unidas.

La prosperidad de ciudades como Amberes, Brujas y las que se encontraban en las riberas de los ríos, fueron objetivos principales de las partes contendientes, participando Inglaterra, hasta la muerte de su reina Isabel I en 1603, al lado de los calvinistas; y Francia según se tratase de un rey u otro: Enrique III con el católico Enrique de Guisa[ii] colaboraron con la monarquía española, pero su sucesor Enrique IV, protestante, apoyó a los calvinistas de las Provincias Unidas. La ayuda de Inglaterra a los calvinistas fue lo que llevó a Felipe II a intentar la invasión con la gran armada de 1588.

Tanto en la gobernanza española como en la calvinista hubo disidencias: la gobernadora Margarita de Parma[iii] no estuvo de acuerdo con la decisión de Felipe II de enviar al Duque de Alba para combatir a los calvinistas, dimitiendo por ello, y de hecho la política represiva del Duque empeoró las cosas, por lo que Luis de Requeséns, nuevo gobernador nombrado por el rey, tuvo que llevar a cabo una política negociadora, aunque su muerte en 1576 obligó al nombramiento de Juan de Austria para hacerse cargo de las posesiones españolas. Hasta principios del siglo XVII la guerra fue claramente favorable a la monarquía española, que contaba con los tercios, una formación militar muy poderosa y entrenada. También el mandato de Juan de Austria fue breve, por lo que hubo de ser sustituido por Alejandro Farnesio: este consiguió que las ciudades agrupadas en la “Unión de Arras” aceptasen la autoridad del rey de España, mientras que los calvinistas formaron la “Unión de Utrecht” en 1579, contraria a la soberanía de Felipe II.

Para la nueva situación tras la muerte de Isabel I de Inglaterra, el nuevo rey de España, Felipe III, designó con amplios poderes al genovés Ambrosio de Spínola[iv], pero ya en 1598 había sido nombrada gobernadora Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, la cual no podrá evitar que, de facto, las siete provincias del norte se puedan considerar independientes a principios del siglo XVII.

Guillermo de Orange puede ser considerado el dirigente más importante de la oposición calvinista, aunque no siempre tuvo el apoyo de la nobleza local, y de hecho, cuando Luis de Requeséns llevó a cabo una política conciliadora y Juan de Austria logró entrar en Bruselas, Guillermo de Orange formó parte de su séquito, dando con ello la impresión de que su política fue gradualista y dependió de cada situación: oposición cuando los gobernadores españoles reprimían la libertad religiosa, y avenimiento cuando era posible llegar a acuerdos. Asesinado por un católico fanático en 1584, pero con el aoyo del rey Felipe II, fue sustituido, consecutivamente, por miembros de su familia.

El hecho de que la monarquía española conservase los Países Bajos del Sur, incluidos los inconexos territorios borgoñones, prolongó la guerra hasta mediados del siglo XVII, representando una sangría para la hacienda española, que además tenía que combatir al corso en el mar y garantizar la llegada de los metales preciosos de América para financiar la guerra. No pudo evitar, sin embargo, sucesivas bancarrotas que empezaron con Felipe II.

La guerra no tuvo una sola motivación religiosa después del gran cisma de la cristiandad en el siglo XVI. Hubo también motivaciones económicas por controlar el rico comercio que tenía en Amberes su principal plaza, y debe tenerse en cuenta que en el siglo XVI no pocas ciudades flamencas, holandesas, etc. tenían importantes flotas que aumentarían en el siglo XVII. La guerra revistió formas distintas: prolongados sitios de ciudades, batallas en campo abierto, emboscadas y acciones fuera del ámbito estrictamente militar. El comienzo de la guerra de los treinta años en 1618 y la participación de la monarquía española al lado del Sacro Imperio, además de los conflictos en el interior de la monarquía española (Cataluña y Portugal sobre todo), la llevaron al colapso, máxime si tenemos en cuenta que la guerra con Francia se prolongó hasta 1659 (paz de los Pirineos).

[i] Desde comienzos del siglo XVIII los reyes españoles ya no llevaron dicho título.

[ii] Jefe del partido católico durante las guerras de religión en Francia, pero su corta vida no le permitió otros objetivos.

[iii] Hermana de Felipe II, había nacido en Flandes (1522) y conocía bien la situación. Falleció en 1586.

[iv] 1569-1630. Al servicio de la monarquía española.

(*) Se encuentra en el Museo del Prado; obra de 1635 al óleo sobre lienzo (246 por 205 cm.).

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