Es curioso que se apode
a Pieter Brueghel como “viejo”, aunque solo sea para distinguirlo de los dos
hijos que tuvo, también pintores, cuando aquel solo vivió cuarenta y tres años
o menos, pues no se conoce con certeza el de su nacimiento (entre 1526 y 1530).
No pudo conocer, por tanto, a Hieronymus Bosch porque este murió en 1516, pero
sí su obra, porque influyó en Brueghel notablemente. Sus visiones fantásticas,
la risión sobre los vicios del mundo, la denuncia social son comunes a los dos,
pero los estilos son diferentes.
¿Nació Brueghel en
Kleine-Brogel, al norte de la actual Bélgica? ¿O quizá en Breda, al sur de la
actual Holanda? Los estudiosos no se han puesto de acuerdo, y a favor de la
primera opción estaría el nombre artístico que eligió, muy parecido a Brogel,
pero hay otros pueblos con nombres parecidos. Lo cierto es que Brogel y Breda
están muy próximos entre sí, y también a Amberes, donde desarrollaría su oficio
Brueghel varios años a mediados del siglo XVI.
Quizá conoció a Joachim
Benckelaer, algo más joven que él y que también trabajó en Amberes, dejándonos
una primorosa colección de cuadros con las alegorías de los cuatro elementos:
el aire, el fuego, la tierra y el agua. Para el primero representó a unos
personajes con aves cazadas; para el segundo, otros personajes con abundantes
carnes de animales; para la tierra representó a unas personas con hortalizas y
frutas, y para el agua a las personas con peces. Este es el mundo que conoció
Brueghel el “viejo”, costumbrista, popular, animoso, próspero y conflictivo,
pues la guerra de los Países Bajos del norte con la monarquía española
arreciaba, y parece comprobado que Granvela[i]
protegió a nuestro pintor en dicha situación.
Brueghel trabajó en el
taller de Pieter Coecke, un fabricante de tapices con cuya hija casaría, pero
el mundo de Brueghel no estuvo solo en su patria natal, sino que viajó a
Francia y a Roma, conociendo quizá a Giulio Clovio, un iluminador de libros que
influiría en aquel por la minuciosidad de dicho trabajo. Un viaje a los Alpes
le inspiró para los dibujos que realizó, y que luego sirvieron para
diversos grabados. Pudo haber conocido también, en este sentido, a Hieronymus
Cock, grabador e impresor entre otras cosas, que también trabajó en Amberes.
Parece que disfrutó del mecenazgo de Nicolás Jonghelinck, vecino de Amberes y comprador de algunas obras de suyas, pero en 1562 ya se encuentra en Bruselas y se instala en el barrio que luego sería conocido por los bohemios que lo frecuentan, Moroles, en su época una zona pobre. Ello no fue obstáculo para que Brueghel siguiese con su afición a los temas populares, viajando al campo con frecuencia y asistiendo a las fiestas de los labradores. Cuando esto ocurre está pintando Veronés, en Venecia, su monumental cuadro "Las bodas de Caná" (677 por 994 cm.).
Conocería también a Cornelis van Dalem, pues estaba en Amberes pintando paisajes en un estilo muy distinto al suyo; e igualmente a Gillis Congnet, que trabajó en Amberes y en Ámsterdam, y nos ha dejado el retrato de un tamborilero ataviado con todos sus elementos en un esfuerzo de realismo asombroso. Mientras Brueghel iba de un lado a otro observando a la sociedad que le rodeaba, pintaba en Ámsterdam Hans Bol, que también fue grabador y miniaturista, y cuya obra seguramente conoció nuestro personaje; sus dibujos de paisajes desde un punto de vista alto son primorosos. Quizá Brueghel viajó en alguna ocasión a Sajonia o a Baviera y conoció a Lucas Cranach el "viejo" antes de que este muriera (1553) y quizá pudo ver algunas de las obras del bávaro, que también pintó personajes cómicos y ridículos, estudios de la sociedad y su denuncia.
Este fue el mundo de
Brueghel, un personaje inquieto, minucioso, aventajado, que tuvo éxito en vida
pero más cuando falleció y uno de sus hijos tuvo que emplearse en copiar sus
obras por la demanda que habían despertado. Su “Cristo cargando la cruz”[ii],
en la que la escena de Jesús se pierde en una inmensidad de gente y en un
amplísimo paisaje, no ha sido representada nunca como en su caso. El mundo de
Brueghel es el de la humanidad que se debate en afanes contradictorios; unos
montan plácidamente a caballo, otros van sobre un carro, otros a pie en actitudes
diversas, algunos sin saber qué hacer, qué está ocurriendo; un molino ha sido
construído inverosímilmente sobre una altísima y puntiaguda roca; en primer
plano la madre de Jesús con sus acompañantes.
En algunas de sus obras hay algo de El Bosco, pero en otras se nos muestra como un pintor festivo, que ridiculiza al vulgo y a la humanidad en general por sus costumbres: su tabla “Juegos para niños”[iii] (1559-1560) muestra a una multitud de niños y adultos entregados a la diversión; subidos unos encima de otros, peleándose, haciendo rodar un aro, trepando por un árbol, jugando a los bolos, al trompo, sobre un caballito de madera, tocando la flauta y el tambor… Pero en estos juegos hace participar a niños y adultos, trantando a estos como a aquellos, con rostros redondeados y cómicos, actitudes ridículas, jocosas, molestas y festivas. En 118 por 161 cm. representa multitud de escenas cortadas por el mismo patrón: el colorido, la ingenuidad, la intención del artista, el mundo agitado que nos muestra. Este es el mundo de Brueghel “el viejo”.
[i] Antonio Perrenot de Granvela fue un cardenal francés y obispo de Arrás, luego de Malinas y de Besançon, sirviendo como consejero a Carlos I y luego a Felipe II.
[ii] Es un óleo sobre tabla de 124 por 170 cm. (1564) que se encuentra en el Kunsthistorisches Museum de Viena.
[iii] Se encuentra en el Kunsthistorisches Museum de Viena.
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