Vista parcial de Texcoco (México)*
Nuria Salazar Simarro se
ha planteado si los franciscanos formaron parte del grupo de artesanos que
trabajaron la plata en América, y aporta interesantes datos sobre los conventos
de San Francisco de México, Santiago de Tlatelolco, San Cosme de México y San
Francisco de Puebla entre 1670 y 1770, donde los jóvenes novicios eran, además,
plateros y sastres en su mayor parte, seguidos por los carpinteros, pintores,
tiradores de oro, mineros, arquitectos y escultores[i].
La autora citada se
pregunta también sobre si el franciscano Pedro de Gante tuvo algo que ver, con
su labor educativa, en la dedicación de los monjes a dichos oficios, si bien aquel
se enmarca en la Nueva España en el siglo XVI[ii].
En todo caso la autora ha descubierto todo tipo de objetos de plata y otros
metales preciosos en los conventos franciscanos, consecuencia de un mercado
local –en cada lugar- de manufactura y venta de orfebrería que habría tenido su
origen en la Escuela de Artes y Oficios fundada por Pedro de Gante. Salazar
Simarro ha constatado 31 novicios plateros en conventos franciscanos entre 1672
y 1799.
Sobre bordadores y
tiradores de oro hay una mención de fray Pedro de Gante, de que en su comunidad
hubo un bordador italiano de nombre Daniel que enseñaba a los indios a trabajar
las guarniciones de los ornamentos sagrados, y Jerónimo de Mendieta[iii]
añade que “el oficio de bordar les enseñó un santo fraile italiano de nación
(aunque criado en España), llamado Fr. Daniel” que estuvo en las provincias de
Michoacán y Jalisco, dejando en México muchos ornamentos “hechos de su mano y
de los indios sus discípulos”.
“Hablar de la calle de Plateros en la ciudad
de México […] podría además vincularse con una de las herencias del mundo
prehispánico […]: el mercado especializado y diferenciado por productos que se
daba tanto en el mercado fijo y ambulante como en la trama urbana”. Como en
España, se consideraba un honor en la época tener parientes en el clero, y ello
es así entre las clases modestas como entre las pudientes, teniendo la mayoría
de los aspirantes a franciscanos menos de 20 años de edad.
Volviendo a la Escuela
de Pedro de Gante en Texcoco, en ella se aprendían oficios mecánicos además de
música, lectura, escritura y náhuatl, y al hablar Mendieta de las habilidades
de los indios, dice que aprendieron todo lo que sabían los inmigrantes, siendo
los oficios los de sastre, zapatero, guadamacilero[iv],
campanero, batihoja[v],
etc.
Pero trabajar con oro y
plata llevó a la tentación, y así se dieron casos de robo, como es el caso de
una lámpara de plata de la iglesia del convento franciscano de Tula, lo cual
llevó a pleitos. No obstante las más de las veces dichos pleitos estuvieron
basados en la lucha por la tierra y los bienes de la comunidad indígena, “cuyos
valores materiales más apreciados son y han sido sus iglesias y conventos,
construidos en su mayoría por manos y con recursos locales”, señala Salazar
Simarro. Tanto la elite indígena como
la española solían reunir fondos para la fabricación de los objetos destinados
al culto, o donaban algunas alhajas personales, y ello explica el sentido de
apropiación o pertenencia.
La autora cita varios
casos, particularmente el los otomíes en el pueblo de Huichapan[vi],
donde el convento había sido fundado en el siglo XVI, y de modo semejante a
otros lugares, los otomíes adoptaron a los franciscanos como sus protectores.
En este apoyo se inscribe la obtención de piezas de plata que formaron parte
del ajuar del templo (parroquia de San Mateo), costeado por los indígenas y por
los españoles vecinos del mismo pueblo. Llegados al año 1720 y estando algunos
objetos de plata en mal estado, se pensó en cambiarlas, por lo que los
feligreses de todo tipo pidieron a la autoridad “reverenda” que se les entregase
plata para hacer un frontal, mecheros y otras cosas “que puedan Servir y Luzir
en mayor adorno del Culto Divino en las festividades Nuestras y en las de los
españoles”, lo que pone de manifiesto que el adoctrinamiento de los indígenas
estuvo entreverado del mantenimiento de sus tradiciones.
En efecto, el reciclaje a partir de la fundición de piezas viejas y en mal estado también fue una labor que se llevó a cabo por unos y otros. En el convento de San Francisco de México se propuso, en 1784, la “Construcción” de una nueva custodia y otras obras, incluyendo el conjunto de piezas desechadas seis candelabros, un copón, una custodia, dos ramilletes, un plato con sus vinajeras, cuatro tiborcitos (jarrones), una lámpara y dos candiles. El interés etnográfico de este trabajo es evidente.
[i] “Filones de plata en conventos franciscanos”. Ver aquí mismo “Fundición de oro y plata en América”.
[ii] Nació en las proximidades de Gante en torno a 1486 y murió en la ciudad de México en 1572. Parece que está emparentado con el emperador Carlos V, el cual enviaría a Nueva España a Pedro de Gante y dos franciscanos más a petición de Hernán Cortés, desembarcando en Veracruz en 1523. Es considerado como el máximo educador de la América española en su siglo.
[iii] Nació en Vitoria en 1525 y murió en la ciudad de México en 1604. Habría cursado en Bilbao Filosofía y Teología, y en 1553 se incorporó en Alcalá de Henares a un grupo de franciscanos que viajaron a Nueva España, llegando a Veracruz a mediados del año siguiente. Fue destinado al convento de Tlaxcala, donde conoció a Motolinia, empleándose poco después en escribir al Emperador repetidamente para que eximiese a los indígenas del pago del diezmo.
[iv] El que trabajaba el cuero, lo labraba artísticamente y lo pintaba.
[v] El que hace panes de oro para decorar objetos.
[vi] En el actual estado de Hidalgo, en el centro-este de México.
* Fotografía de zonaturistica.com
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