Lixus, en el estuario del wadi Loukkos, cerca de la actual Larache |
Son muy conocidos los enclaves fenicios en las
costas mediterráneas, pero menos en las atlánticas del noroeste de África.
Fernando López Pardo[1]
ha hecho un recorrido por los estudios de los diversos especialistas sobre este
asunto. En un principio habla de tres tipos e asentamientos: ciudades,
factorías y mercados. Pero con posterioridad se ha visto que esta
simplificación no siempre es correcta. También se sabe de la existencia de
mercados indígenas que estaban en función (durante el primer milenio antes de
Cristo) de los visitantes que por allí llegasen, en este caso fenicios.
El autor señala que P. Cintas sugirió una nueva
clase de hábitat: la escala náutica cada treinta kilómetros, pero se ha visto
que en ocasiones estas supuestas escalas distaban entre sí bastante menos. Se
han estudiado los yacimientos en la costa del Oranesado, en la costa oriental
de Andalucía y otras regiones, pero lo que aquí nos interesan son las andanzas
de los fenicios por el Atlántico.
Una ciudad temprana fue Lixus, en la costa
noroccidental de Marruecos, en el interior de la actual Larache y cerca del
estuario del wadi Loukkos, que forma unos acentuados meandros antes de su
desembocadura. Allí también se ha excavado un puerto romano posterior. Algunos
consideran que la fundación de Lixus sería a lo largo del siglo VII a. de C.
pero el autor lo anticipa a finales del VIII. En relación a Lixus estarían
Rachgoun[2]
y Essaouira[3] (Mogador). Desde el primer
momento Lixus fue el gran centro regional de la fachada atlántica africana, pudiéndose
equiparar a Gadir. Lixus, por otra parte, conservó su identidad claramente
oriental hasta época romana, al menos en la construcción de sus importantes
templos.
Se trató de una fundación de grandes
dimensiones y con estructura urbana desde muy pronto, fenómeno raro en la zona.
Aparte de Lixus solamente aparecen documentos arqueológicos, para esta época,
en Cádiz y Castillo de Doña Blanca[4].
El asentamiento lixita se hizo en una zona virgen, en el primer fondeadero
viniendo del estrecho de Gibraltar, pero ese fondeadero había sido frecuentado
antes de los fenicios, como parece demostrar el encuentro de una espada tipo
Rosnoen[5]
en la desembocadura del wadi. Las condiciones portuarias eran excelentes porque
desde el wadi Loukkos se accedía a la fértil llanura del Gharb y al sistema
rifeño. Río arriba se encuentran dos nudos viarios importantes en época
antigua, Ksar el Kebir[6]
y Telata de Reisana, que comunicaban el extremo norte y sur del país.
Puede que el potencial agrícola y pesquero de
la región de Lixus jugase un papel importante, pero lo cierto es que el
territorio estaba muy poblado y era intensamente explotado si se tienen en
cuenta los numerosos hallazgos prehistóricos encontrados. La fundación de Lixus
coincide con el llamado “segundo momento” de la colonización fenicia en
occidente, estando el marfil y el oro de Marruecos en el interés de aquellos
comerciantes.
Luego hubo una época de múltiples fundaciones,
según el autor al que sigo, que arranca a mediados del siglo VII a. de C. cuyos
límites serían el cabo Espartel y, al sur, la mítica Cerne. Un asentamiento fue
Ras Achakar-Yebila, el primer fondeadero practicable de la costa atlántica,
protegido por el cabo Achakar. Se han encontrado ánforas fenicias y púnicas en
dos puntos de la colina de Yebila y en otros lugares fragmentos de cerámica
griega de Laconia y de Ática. En las proximidades se han excavado dos
necrópolis de la época, quizá una indígena (de cistas) y otra fenicia (de
cámaras). Pero la presencia fenicia en esta zona no se puede fechar con
anterioridad al siglo VI a. de C.
Kouass está en el estuario del wadi Garifa, a
mitad de camino entre Tingi y Lixus: aquí se localizaron hornos de alfarero
para transportar el salazón, también ánforas y todo ello datado a finales del
siglo VI a. de C., habiendo sido centro artesanal y de producción pesquera. Está
documentada la presencia fenicia en Banasa desde el siglo VI a. de C. Más al
sur, en la desembocadura del río Salat, junto a Rabat, se encontraron
fragmentos de cerámica en Casbah de los Oudaias y a unos centenares de metros,
sobre la prominencia de Chelall, se encuentra una antigua ciudad romana cuyos
muros descubrió J. Boube. Algo más lejos aparecieron cuatro fragmentos de
cerámica de, como máximo, el siglo II a. de C.
Desde la desembocadura del Bou Regreb hasta el
cabo Ghir la cosa está llena de arrecifes, no habiendo abrigos naturales. Solo
las desembocaduras de los ríos fueron refugio seguro, como por ejemplo el Oumm
er Rebia, donde se han encontrado fragmentos de cerámica púnica. Essaouira
(Mogador) es un fondeadero en una isla que pudo servir de fondeadero
estacional, por lo tanto no se trató de un lugar de actividad productiva
prolongada, pero se han encontrado cerámicas fenicias en este yacimiento.
En unos sondeos realizados en el cabo Ghir (30 km. al norte de Agadir) se
han encontrado cerámicas púnicas del siglo III a. de C., a la vez que otros
restos indígenas. El valle del Sous, extenso y fértil, cuenta con un estuario
en la localidad de Agadir, topónimo de filiación fenicio-púnica según López
Pardo. Este término era también utilizado por las comunidades beréberes de la
zona para designar los graneros colectivos fortificados.
Las islas Canarias no han suministrado, por el
momento, ningún vestigio de la época fenicia arcaica, aunque hay suficientes
indicios de la frecuentación de las islas durante la época púnica, como es la
imitación a mano por los indígenas de ánforas púnicas de los siglos IV al II a.
de C. Se explotó la urchilla, un liquen para obtener un tinte que se obtenía
tanto en las islas como en la costa marroquí desde Oumm er Rebia hasta el Sous.
Más al sur de Essaouira los fenicios nunca estuvieron anteriormente al siglo IV
a. de C.
[1] “Los enclaves fenicios en
el África noroccidental…”.
[2] Una isla frente a la costa noroccidental de
Argelia.
[3] En el centro de la costa atlántica marroquí.
[4] En El Puerto de Santa María (Cádiz).
[5] De lengua trapezoidal con
cuatro muescas o cuatro agujeros de remache. Los bordes cortantes de la hoja
son rectilíneos. El mango es de materia perecedera pero la espada es de bronce.
[6] Alcazarquibir.
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