Desde que la monarquía hispánica incorporó
Portugal y sus colonias a sus dominios, aumentó el número de portugueses que se
asentaron en plazas españolas, particularmente en Sevilla y Madrid. Pero cuando
se produjo la separación portuguesa a partir de 1640, que coincidió con la
revuelta catalana y con la conjura nobiliaria en Andalucía, la presencia de
muchos portugueses en Sevilla se convirtió en un problema: ¿habría intención
por parte de la monarquía portuguesa, con sus aliados, de invasión, particularmente
de la ciudad andaluza?
Santiago de Luxán Meléndez[1]
ha estudiado este asunto aportando datos reveladores sobre la importancia en
número de portugueses en Sevilla, facilitado por el hecho de estar bajo la
misma monarquía durante sesenta años. ¿Y si la hipotética invasión portuguesa
se une a la conspiración de Gaspar Pérez de Guzmán, duque de Medina Sidonia, y
Francisco Silvestre de Guzmán, marqués de Ayamonte en 1641? Algunas zonas de
España –escribe Domínguez Ortiz- “fueron el punto de atracción de marinos
vascos, casas castellanas, mercaderes genoveses y flamencos, franceses… desde
aguadores y lacayos hasta el gran comercio, pilotos de Ragusa, portugueses,
alemanes…”.
Durante toda la época moderna, pero centrándose
sobre todo en Sevilla y en la coyuntura de 1640, el peso de la minoría lusitana
llegó a ser el mayoritario entre la población extranjera. Muchos de esos
portugueses eran conversos que vieron como la libertad para avecindarse en
Sevilla y otras plazas, se tornaba en presiones, a partir de 1610, por las
presiones del clero portugués. A partir de la llegada de Olivares al poder,
pero sobre todo desde 1627, mejorarían de nuevo su condición y ello hace que la
población portuguesa en Sevilla aumente aún más.
Por el contrario, una de las causas de la
disminución de población en Portugal desde 1640 fue la emigración para la
defensa de las factorías de Oriente y de África, el desarrollo de Brasil y la
salida, por motivos religiosos y económicos, de muchos conversos en dirección a
Francia, a los Países Bajos y a España. El aumento de población portuguesa en
Castilla durante el reinado de Felipe IV no fue un hecho aislado –dice el autor
citado. Fruto de la preocupación son los inventarios de portugueses realizados
por la Inquisición
de las Canarias en 1626. En el momento de la insurrección portuguesa de 1640 se
puede calcular que en Sevilla había unos 2.000 negociantes portugueses y unos
4.000 en Madrid. Se adoptaron entonces medidas que afectaron a un vasto
territorio, como la prohibición del comercio, especialmente la exportación de
trigo y plata, que afectó mucho a la población portuguesa de Sevilla.
Un magistrado, Juan de Santalizes, juzgó a la
altura de 1642 que la presencia de navíos franceses, portugueses y holandeses
entre Cádiz y Sanlúcar no presagiaba nada bueno, relacionando esto con la
conjura de una parte de la nobleza andaluza. Se temió una invasión portuguesa
contando con la población lusa en Sevilla. Se ordenó entonces al clero que
hiciese un censo donde se distinguiese entre naturales y extranjeros,
considerando a estos últimos a los portugueses, franceses, vizcaínos, ingleses,
flamencos, catalanes, genoveses y a los esclavos. Las provincias vascas tenían
fronteras comerciales con el resto de España y Cataluña estaba levantada.
El objetivo de esta averiguación se confió a
los párrocos y dio como resultado que la mayor parte de los portugueses
sevillanos estaban casados y establecidos firmemente en la ciudad, lo que les
hacía poco sospechosos de querer correr riesgos. Vivir en Sevilla y estar
casado con una española no era lo mismo que ser soldado en presidios como los
de Canarias, Madeira y Azores, pero incluso se llego a dudar de españoles
casados con portuguesas: ¿no estarían muy vinculados a la familia de la mujer,
que podría ser rica y por tanto con intereses contrarios a la monarquía
española? El autor se fija en que, en la coyuntura de 1640, se restringe el
concepto de natural a los de Castilla, contrariamente a lo ocurrido con
anterioridad, que se extendió a los súbditos del imperio en Italia y Flandes.
El total de vecinos en Sevilla en 1642 era
31.214 y utilizando e coeficiente sugerido por Domínguez Ortiz de 4,7 se
obtiene un total de habitantes de algo más de 146.000, pero aquí no está
incluido el clero, que a buen seguro era numeroso. Los portugueses
representaban el 12,19% de ese total y los esclavos el 2,5%, los cuales habían
ido disminuyendo en relación a siglos anteriores. La población extranjera, y
por lo tanto la portuguesa, se concentraba en las principales y más céntricas parroquias:
de un total de 30, más del 5% se concentraba en seis. Lo importante aquí es
constatar el papel que jugó Sevilla como centro de atracción de inmigrantes,
sobre todo dedicados al comercio y la navegación, durante la Edad Moderna.
[1] “A Colónia Portuguesa de Sevilla. Uma Ameaça
Entre a Restauraçâo Portuguesa e a Conjura de Medina Sidonia?”.
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