María Jesús Souto Blanco ha
estudiado el caso de una revuelta, sobre todo de mujeres, durante el primer
franquismo, en el municipio de Saviñao, al sur de la provincia de Lugo, como
consecuencia de la mala administración de las subsistencias que llevaban a cabo
las autoridades, lo que ponía en peligro la alimentación de las familias. Aquí
mismo puede consultase “El marqués de Melgarejo en Vara del Rey" (Cuenca) donde
se pone de manifiesto un conflicto parecido aunque también con diferencias.
Dice la autora[1] que
se trata de una de las formas de resistencia activa contra el intervencionismo
del régimen franquista en la época de predominio de Falange Española. El caso
por ella estudiado tuvo lugar en 1946.
O Saviñao, en la época, era uno
de los municipios más densamente poblados de la provincia de Lugo, pero estaba
infradotado y dependía en mucho de la cercana villa de Monforte. Como en la
mayoría de los municipios de la provincia, su principal producción era la
agropecuaria, destacando el cereal y el vino en un régimen de pequeña propiedad
campesina. El socialismo tenía una fuerte implantación en la comarca, de forma que
cuando se produjo el alzamiento militar en julio de 1936, se formaron guardias
armadas en Escairón, capital municipal, siendo apresado José Losada Ferreiro,
alcalde socialista hasta ese momento, siendo acusado, entre otras cosas, de
ayudar al guerrillero José Castro Veiga, alias “El Piloto”. La mayor parte de
la dirección socialista en el municipio ingresó en prisión mientras que el
guerrillero citado seguiría con su actividad intermitente, hasta que fue muerto
por la Guardia Civil
en 1965, un caso extremo de duración de su actividad en relación a otros.
En 1946 se dieron en la provincia
de Lugo pésimas cosechas, particularmente de centeno, menos en las áreas
montañosas de O Saviñao, lo que llevó al Ayuntamiento, en manos de afectos al
régimen, a ponerse moderadamente de parte de los vecinos cuando los organismos
oficiales quisieron requisar las cosechas. A principios de abril de 1946 un
centenar de mujeres de Escairón se congregó pacíficamente ante la Casa de Ayuntamiento para
exponer sus necesidades de pan, pero un mes más tarde se presentó en el pueblo
un fabricante de harinas de Pantón (municipio anexo) de apodo “El Picante”, con
la intención de transportar 40.000
kg. de grano de los allí almacenados. Las mujeres, en
número de unas ciento cincuenta, protestaron de nuevo acusando al citado de
estraperlista, especialidad muy propia de la época. Llegaron incluso a la
violencia para evitar la carga del cereal.
Solo participaron mujeres, a las
que se sumaron las de otros núcleos de población llegando a varios cientos. El
objetivo era que el grano no saliese de Escairón. Más tarde volvió a
presentarse “El Picante” acompañado de catorce guardias civiles, a quienes se
opusieron las mujeres acompañadas de algunos niños, denunciando que la
operación tenía el único objetivo de “estraperlar”. La Guardia Civil procedió a
despejar la zona y permitir la carga del grano, pues estas eran las
instrucciones de las autoridades centrales contra la comprensión de las
locales.
La policía de Lugo elaboró un
informe señalando que las familias de O Saviñao estaban muy necesitadas y
tenían numerosos hijos (se habla de 10 y hasta 16 en algunos casos). Sin embargo
el Gobernador Civil acusó al alcalde (antiguo dirigente local de la Unión de Derechas y
Agrarios) y al vecindario de tener una actitud injusta e improcedente. Se
dispuso también la intervención de la Guardia
Civil. Parece clara –dice la autora- la complicidad o al menos
la negligencia del alcalde en el desvío del grano de los cauces oficiales, y
así el Servicio de Abastecimientos responsabilizó a las autoridades locales de
la situación. El alcalde fue suspendido y se nombró una Gestora Municipal.
La protesta –dice Souto Blanco-
responde a la función social de género que sitúa a la madre en proveedora de
las necesidades familiares. Por otro lado de esta manera no se podría acusar de
politización a las mujeres, generalmente apartadas de lo que se consideraba más
propio de varones. La presencia de mujeres en los tumultos intentaba evitar que
se produjeran brutalidades por parte de las fuerzas del orden, lo que no
siempre se consiguió.
Las autoridades de Falange, por
su parte, informan sobre la actuación de las fuerzas de la Guardia Civil “en la total
liquidación del brote de tipo comunista que se había manifestado en los atracos
ocurridos en esta provincia…”. Lo cierto es que la corrupción era generalizada
en la administración franquista desde el primer momento, por lo que las mujeres
telegrafiaron al Ministerio a “causa Gobernador lleva ración pan del pueblo
piden clemencia justicia humildemente madres familia lo que traslado a VE para
que informe con la mayor urgencia”.
La cuestión no era tanto que la
gente estuviese hambrienta cuanto que se veía como injusta la administración
que se hacía del grano por quienes no habían sido elegidos para ello por parte
de la población. Aquellas gentes sabían que había Ayuntamientos que robaban y
distribuían discrecionalmente los vales de racionado entre comerciantes sin
escrúpulos. De los informes oficiales se sabe que había descontento en
municipios como Foz, Cospeito, Vilalba o Taboada, siendo el precio de algunos
productos, abusivo. La corrupción era evidente, encontrándose diferencias de
varios miles de kilogramos entre lo que se vendía y lo que se requisaba, sin
embargo las mujeres no cuestionaban al régimen político, sino la gestión de
este.
El alcalde, maestro de profesión,
estuvo moderadamente de parte de los vecinos, probablemente porque no querría
ser contestado al estar en contacto directo con ellos. Actuó de forma ambigua
para no comprometerse con las autoridades pero tampoco defraudar a sus vecinos,
por ello fue acusado por las autoridades de no imponerse cuando las mujeres
impiden la entrega del grano. La figura del alcalde es importante, porque anima
a que las mujeres protesten, incluso les concede una cierta legitimidad, pues
es la autoridad más cercana que tienen.
La autora considera que si hubo
una ocasión en la que el régimen del general Franco pudo caer fue precisamente
en el año 1946, cuando tras la segunda guerra mundial los organismos
internacionales se le echaron encima. Los jefes de Falange incluso hicieron un
acercamiento a los guerrilleros que aún actuaban en la zona, por si acaso, como
es el caso de Chantada, verdadero foco de esa guerrilla. Pero la protesta
fracasó porque la represión se ocupó de ello, mas una cosa es el fracaso y otra
la constatación de un movimiento contra los abusos en los años más negros de la
dictadura. No fue el único caso.
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