Paisaje de El Aljarafe sevillano |
El expansionismo castellano en el siglo XIII se
manifestó más que nunca hasta entonces durante el reinado del rey Alfonso X,
que no tuvo tanto de sabio como quisieron los historiadores del siglo XIX si
nos atenemos a la revuelta y guerra que provocó a los doce años de su reinado.
Un trabajo de Francisco García Fitz[1]
ha explicado que dicho reinado se puede dividir en dos fases nítidamente
diferenciadas por los sucesos de 1264, la rebelión de los mudéjares de
Andalucía y Murcia así como la guerra castellano-nazarí.
Las relaciones entre los nazaríes y Castilla
fueron cordiales desde el comienzo del reinado, incluso de colaboración entre
el vasallo (Granada) y el señor (Alfonso X) pero en 1264 se vio clara la
participación nazarí en la rebelión citada y ello provocó un giro radical en
las relaciones. Para esta fecha ya se habían puesto de manifiesto los problemas
internos de ambos reinos. Durante los últimos años del reinado de Fernando III
las comunidades musulmanas sometidas, los mudéjares, y los reinos islámicos que
subsistieron al avance territorial castellano, se habían mantenido en un statu quo que continuó durante los
primeros años del “sabio”.
Los territorios conquistados y los musulmanes
sometidos vivieron al amparo de unas capitulaciones bastante generosas que
preservaban la práctica de su religión, fiscalidad y autoridades locales. Los
reinos que habían sobrevivido a la embestida castellana en tiempos del rey
Fernando se encontraron desde 1248 sometidos a este mediante vínculos
vasalláticos: el reino de Niebla, el pequeño núcleo de Tejada en el Aljarafe
sevillano, Jerez, Lebrija y Arcos, además del reino de Granada. Desde 1253 los
ceutíes empezaron también a pagar tributos al rey castellano.
Volviendo atrás, en 1246 se había celebrado el
“pacto de Jaén” por el que el rey de Granada se había avenido a pagar
anualmente parias a Castilla, y como vasallo asistiría a Cortes para el consilium y el auxilium o ayuda militar en caso necesario. Muhammad I actuó como
vasallo obediente y en el terreno bélico contribuyó en las campañas contra
Carmona, Alcalá de Guadaira y Sevilla. El rey Alfonso, más tarde, concibió el
asalto al norte de África, sobre todo teniendo en cuenta que aspiraba a la
corona imperial (romano-germánico). ¿Qué mejor que aspirar a dicha corona con
el historial de haber vencido a los moros incluso en el norte de África y haber
acabado con ellos en algunos puntos de la península?
A principios de 1262 incluso hubo un
amojonamiento entre los términos de Tiñosa y los de otras localidades
cordobesas, todas ellas bajo dominio castellano (Priego, Carcabuey y El Algar) y
se intentó resolver el contencioso que había entre la iglesia de Córdoba y la Orden de Calatrava. También
concibió el rey Alfonso, como así lo había establecido su padre, la incorporación
del Algarbe portugués, que ya estaba en manos de la monarquía lusa. Mientras
tanto la frontera con Granada estaba poblada por una enorme mayoría de
musulmanes, así como el bajo Guadalquivir, pues aún no se habían hecho las
repoblaciones que llevarían gente del norte a estas regiones. Esto constituía
un problema para mantener la seguridad castellana en la zona, así como la
necesidad de hacerse (el rey Alfonso) con algunos puertos en el sur para
dominar el estrecho, todo ello en relación con el control comercial de la zona
y el salto a África.
Todo esto llevó al rey castellano a ultrajar al
Granadino, a romper los compromisos de respeto con los mudéjares, a trasladar a
grandes cantidades de esta población a lugares que no pudiesen molestar las
aspiraciones el rey castellano y, consecuentemente, a la revuelta mudéjar –con
indudable colaboración granadina- de 1264 a 1267: la rebelión fue aplastada con la
colaboración aragonesa, pero fue imposible evitar una guerra que duró tres
años. Desde entonces los monarcas granadinos ya sabían que el señor castellano
no era de fiar y supieron aguantar hasta la guerra de finales del siglo XV.
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