El castillo de Borthwick (Escocia) |
Dice Juan Gil[1]
que a finales del siglo XVIII comenzó a despertarse un interés especial por la
figura de Colón, pero no así en España. La Real Academia de la Historia guardó silencio
sobre Colón y sus viajes, quizá por la delicada situación política de las colonias,
que exigiría discreción.
En 1721 había nacido en la zona rural de
Borthwick (Escocia) William Robertson, que en 1777 dio a la luz su “History of
America”, llegando así a los especialistas españoles y más en concreto a Ramón
de Guevara, el cual tradujo parte de la obra para la Academia. Una de las cuestiones
que más interesaron desde entonces es la historia del piloto anónimo, rechazada
por Robertson.
Al año siguiente la Academia recibió un raro
libro que contiene valiosa información sobre la estancia de Colón en Saona, de
las mayores de la actual República Dominicana, y sobre la familia de Miguel de
Cúneo, el cronista que pasó a las Indias en 1493, perteneciente a una rica
familia de comerciantes y gracias al cual se recibió en España una importante
información sobre América en los primeros tiempos del descubrimiento.
A partir de entonces el interés
de la Academia
por Colón aumentó, hasta el extremo de que en 1780 se vio un tomo manuscrito
escrito por Bernardo de Estrada, intendente de Valladolid, sobre el
“Descubrimiento e Historia de las Indias”, que luego sería estudiado por
Jovellanos por encargo de la Academia.
Cuando Guillaume Thomas Raynal publicó su “Historia de las
Indias” levantó una gran polvareda en España, pues las autoridades consideraron
que atentaba contra la religión. En 1783 publicó Eduardo Malo de Luque su
“Historia política de los Establecimientos Ultramarinos de las Naciones
Europeas”, también estudiada por Jovellanos, el cual señaló que esta obra
estaba tomada de la de Raynal…
Malo de Luque no era sino el
pseudónimo de Pedro Francisco Luján, un noble miembro del Consejo de Indias,
que ha estudiado en su “Diccionario Biográfico Español”, Solé Sabarís. Según
este autor, Malo de Luque (o Luján) no había querido sino “limpiar” la obra del
abate Raynal “de lo que tanto a él como a la rígida censura política y
religiosa de entonces parecía inaceptable”.
Lo cierto es que la obra de
Robertson, que murió en Edimburgo en 1793, sirvió para que el interés por
Colón, sus viajes y America se avivase desde el punto de vista intelectual e
histórico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario